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jueves, 28 de noviembre de 2013

INDEPENDIENTE: Grandezas del 73..




 28 DE NOVIEMBRE DE 1973: 40 AÑOS..



Ilustró rrrojo - Fuente de imágen web


Cuando la mayoría escamoteaba delanteros, el Rojo apuntó al Bocha más tres, a la tenencia, el juego y aguante. Se trajo una flor de Copa./"OLÉ".

La semilla copera de Independiente prendió fuerte en los 60, con patente de vanguardista. El árbol de su prosapia se estancó en 1964 y 1965 pero reverdeció en los 70, con una catarata de vueltas olímpicas que cimentaron su prestigio de Rey de Copas. Semilla que creció como en un vergel, con cuatro trofeos sudamericanos y una flor germinada en el 73: la Intercontinental. Más: ese año sumó la Interamericana. Triplete.

Su grandeza afloraba ya desde la disposición táctica generosa con que enfrentó al Juventus: con tres puntas-puntas, que eran cuatro con Bochini a quien ya se le prefiguraba su jerarquía de Dios Rojo. Había dos punteros, esa bendita función que ya por entonces ninguneaban los apóstoles del tacticismo furioso. Entonces, ese Independiente mantuvo banderas de generosidad en la posicional, adaptada a las circunstancias. Era parecido a un 4-2-4. Porque en la evolución de los sistemas, el de fines de los 50 dio paso al 4-3-3 en 1962; y el posterior devaneo del cerrojo y afinidades, redujo a dos los delanteros ya en Inglaterra 1962. Entonces, era vivificante lo del Rojo con cuatro puntas potenciales y lógicas previsiones solidarias sin la pelota. Porque el genio de Bochini se sumaba a Balbuena, Maglioni y Bertoni. Detrás, el sostén de Galván-Raimondo, más el fondo que se conocía de memoria, más el gran Santoro. Por supuesto que Balbuena “ventilaba” en su “quintita” que iba desde las narices de Commisso hasta tratar de sortear a su marcador (“Era Marchetti, que parecía querer tirarme afuera de la línea”).

La idea madre: tenencia, jugar, aguantar y después, como sintetizó Santoro sobre la idea del DT: “Que nos pasásemos la pelota, que la tengamos; y como la Juventus se venía, que ellos (por los delanteros) hicieran lo suyo”. Y entre “ellos”, había una fantástica sociedad: Bochini-Bertoni. “Ellos venían por ahí, en el gol, y yo estaba del otro lado, solito”, bromeó Maglioni al recordar cómo los vio tocar. Es que su función era distraer a los centrales. Ferreiro le había pedido que los juntara y sacara del área.

Claro que fue redifícil. Cuccureddu desperdició un penal al tirarla alto, pero Santoro, en medio de la buena suerte, explicó su actitud pasiva que puede haber obrado como perturbadora para el ejecutor: “Yo me quedé parado. No quise moverme por cualquier amago y que me la tirara al otro lado...” ¿Qué otros secretos guardaba ese equipo y ese desafío? El buenazo de Balbuena revalorizó que “el grupo era una familia”. Para Bochini, que el equipo estaba acostumbrado a jugar contra otros “que eran seleccionados”, porque ahora, los mejores jugadores se van a Europa, con lo que reducen la calidad de sus equipos originarios. Ese fogueo se agregaba a la respetabilidad que recobraba y regeneraba Independiente con la sucesión de triunfos en esa década, con su mística, y la fidelidad de su hinchada en situación de éxtasis.

Fuente Olé

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