Por Claudio Mauri | canchallena.com
Foto: LA
NACION / Mauro Alfieri
La situación sigue siendo seria y preocupante, pero el
ánimo y la disposición son otros en Independiente.
Cambiaron el enfoque y la
mirada.
Aunque los promedios lo siguen teniendo en puesto de descenso, los
Rojos están poniendo a raya al pesimismo: de aquella sensación de hace menos de
un mes que lo tenía hundido en la cavilación "nos vamos de cabeza a la
B" a esta renacida esperanza del "nos podemos salvar".
El 21 de abril, Independiente perdió 2 a 0 en Rafaela
casi sin levantar los pies del piso. Brindisi debutaba esa tarde con peores
señales futbolísticas que las que habían obligado unos días antes al presidente
Cantero a pedirle la renuncia a Gallego.
Fue un equipo que parecía doblado por
el peso de la veteranía. Resignado a que le pasara lo peor. De esos 11
titulares ayer sólo estuvieron dos (Ferreyra y Montenegro) desde el comienzo.
El profundo recambio no sólo obedece a cuestiones de rendimiento; también hay
bajas por lesión y suspensión.
En medio de fuertes urgencias, la búsqueda de Brindisi
le está dando a Independiente lo básico: saber ayudarse a sí mismo, valerse por
sus propios medios y virtudes. Los Rojos pasaron mucho tiempo rezando para que
el desplome de los demás equipos comprometidos fuera más acentuado que el suyo.
Ahora dio un paso al frente y demuestra que está en plena recuperación para
darles caza a los rivales directos con los que lucha para mantenerse en
primera.
Obtuvo 10 de los últimos 12 puntos, incluidos los tres
de ayer frente a San Martín (San Juan) , partido que Brindisi, aun en su
inalterable sobriedad y compostura, se había animado a calificar de "una
final". Aun con altibajos, imperfecciones y algún susto, Independiente
sacó adelante el compromiso. Anímicamente ya no es un equipo paralizado por la
responsabilidad de evitarle al club lo que sería el trago más amargo en su
centenaria existencia.
Este Independiente puede reponerse a un comienzo
bastante flojo. Por ejemplo, en el primer cuarto de hora, lo único que forzó en
ataque fue un par de córners. Sobraban pelotazos para intentar superar la
presión alta de San Martín, cuya firmeza empezó a dejar grietas que pagó caro.
Brindisi se vio obligado a armar la enésima formación defensiva. Por el lateral
derecho, desfilaron muchos nombres, algunos improvisados para el puesto, como
Velázquez.
El técnico rescató a alguien que conoce la función, con
características de lateral: chiquito, compacto y rápido. Vallés cubrió bien su
zona y fue profundo en las pocas veces que se proyectó.
Del otro lado, apareció
el juvenil Villalba (sólo tenía un partido en primera, el día del debut de
Gallego en septiembre pasado). Algo desprolijo por la tensión, Villalba igual
generó el foul del que surgió el primer gol: el rechazo de cabeza de Landa fue
tomado de aire por Godoy, cuyo remate se desvió en Alderete y desacomodó a
Ardente. Independiente tenía algo de suerte, pero también es cierto que la
había ayudado con su intensidad. La ventaja le dio el impulso para plasmar su
mejor tramo en el partido. Fueron 20 minutos en los que los laboriosos Vargas y
Godoy se adueñaron de la zona media, Montenegro fue menos intermitente y los
dos delanteros se desmarcaban en busca de espacios. San Martín parecía aturdido
e Independiente, sin ser una máquina, aprovechó el momento y las concesiones
visitantes. Un saque lateral de Vallés peinado por Fernández dejó a Caicedo de
cara a la definición del segundo gol.
El colombiano es uno de los símbolos de
esta resurrección de Independiente. No es de movimientos coordinados, es un
tanto patoso con la pelota, y si recién ayer convirtió sus primeros goles es
porque se atropella bastante para definir.
Pero a Independiente le viene bien
ese espíritu que transmite de fiera desatada, de jugador que rompe defensas y
abre espacios.
El plácido triunfo de Independiente (pudo ponerse 3 a
0) se interrumpió con el descuento de Osorio tras una muy buena maniobra de
Luna. San Martín se había sacudido la abulia y era más punzante con los
ingresos de García (de puntero derecho) y de Riaño. De repente, Independiente
se vio apurado. Pezzotta fue tolerante con un foul de Morel Rodríguez que pudo
ser de expulsión y Osorio pudo empatar de no mediar la sanción de un offside
inexistente.
La gran cantidad de hinchas se empezó a poner nerviosa
ante cada error. Por eso se recibió como el mejor calmante la embestida de
Caicedo para marcar el tercer gol. San Martín igual no se entregó e
Independiente resistió.
En los últimos partidos dejó de estar con los brazos
cruzados para enfrentar el peligro con la guardia alta
Fuente La Nación
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