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viernes, 31 de mayo de 2013

Montenegro, el 10 que dejó de ser 10 por necesidad.



Ilustró rrrojo - Fuente de imagen web

Por Fernando Gourovich.

Siempre, pero siempre, a los mejores futbolistas se les exige más. Más y más.

Porque ellos son los que suelen marcar la diferencia. Y si encima esas habilidades vienen acompañadas por un fuerte compromiso sentimental con el club, las miradas son aún más críticas.

Eso mismo es lo que le está pasando a Daniel Montenegro.

Vino a dar una mano, o las dos. Tenía otras ofertas no tan traumáticas. Sin embargo, eligió meterse en este problemón.

Porque intuía que podía ayudar. Nadie lo obligó, él solito se metió. Quizás, no sabía que la cosa se iba a poner tan dura.

Es tal el compromiso del capitán, que juega de cualquier cosa menos de lo que mejor juega.

Desde la llegada de Miguel Angel Brindisi, el 10 dejó de ser 10 para jugar de volante por derecha (ante Lanús también estuvo recostado por la banda izquierda).

Menos conducción, más sacrificio. El Rolfi advirtió que eso era lo mejor para el equipo y se puso a volantear sin chistar.

Es cierto: no es el Rolfi con el que muchos soñaban cuando a mediados de diciembre del año pasado resolvió volverse de México. Lo sabe. Y le duele no poder rendir más de lo que rindió en lo que va de este semestre.

Jugó 14 partidos (13 del Final más el pendiente con Tigre), desperdició un penal clave en el 0 a 0 ante Boca y apenas anotó un gol, el de penal ante Argentinos.


Pero, pese a esos magros números, no baja los brazos Montenegro. En la intimidad, dice y repite que está confiado en revertir la imagen en estas cuatro finales que restan. Independiente y su historia lo necesitan encendido.

Más que nunca.



Fuente Clarín

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