En el fútbol argentino, títulos para todos
Por Eduardo Ahmar Dakno
San Lorenzo es el
último campeón del fútbol argentino.
Cuando el 31 de enero Vélez y Arsenal se enfrenten en San
Luis por la Supercopa, el fútbol argentino de primera iniciará oficialmente un
año con cinco títulos en juego. Pueden ser seis si prospera la creación del
torneo por la Copa de Campeones. Aunque no se concrete el nuevo proyecto, habrá
un trofeo para levantar cada cuatro clubes de los 20 de la máxima categoría.
Hace 23 años, la misma cantidad de participantes sólo jugaba por ser campeón,
simplemente.
Se trata de un récord impulsado por la cómplice generosidad
de la AFA en medio de una alienante y moderna urgencia: sumar estrellas a las
camisetas y ahuyentar presiones incontrolables por ganar algo, aunque sea un
clásico. El efecto suele ser el contrario. De la búsqueda por pelear en todos
los frentes a elegir y dosificar esfuerzos sólo pasan semanas.
Los resultados se imponen rigurosamente. Como campeón no
puede haber más de uno, entonces se inventan copas. Se busca reducir, sin
lograrlo, una alta probabilidad de estrellarse contra nuevos fracasos. O contra
el crecimiento exponencial de los pasivos, que, paradójicamente, dirigentes que
nunca cumplen con lo reglamentado imaginan que tendrá un alivio en renovados,
impostores, efímeros y siempre insuficientes premios.
Porque ni siquiera alzando una Copa el fútbol de nuestras
canchas abandona su carácter "histérico, tramposo y ventajero", como
alguna vez lo definió Gerardo Martino. Lo que vivió San Lorenzo es un fresco
ejemplo: obtuvo el Inicial 2013 y se quedó sin DT. No importa en qué vereda se
ubique cada protagonista. Juan Antonio Pizzi preparó las valijas y se fue a
Valencia, mientras en Boedo no cedía la euforia. ¿Dónde estaría hoy si el
campeón hubiese sido cualquiera de los otros tres equipos con posibilidades de quedarse
con el trofeo que cerró 2013?
La gloria fugaz estuvo también al alcance de Lanús, Vélez y
Newell's hasta el último minuto del Inicial. Fue para San Lorenzo, que igualó
al River del Apertura 93, dirigido por Daniel Passarella, como el campeón con la
menor cosecha de puntos de la historia de los torneos cortos. Curiosamente, los
dos se consagraron con 9 partidos ganados (dos puntos por triunfo hace 21
años), 6 empatados y 4 perdidos, con 29 goles a favor y 17 en contra.
¿Ser campeón en la Argentina es cada vez más fácil o más
difícil, entonces? Independiente, en el Clausura 94; Newell's, en el Apertura
2004, y San Lorenzo, ahora, dieron la vuelta olímpica sin ganar tres partidos
seguidos. A excepción de los Rojos en 1994, campeones con ocho victorias, 10
empates y una derrota (ante el Ciclón, casualmente), nadie festejó un título
con menos de la mitad de los partidos en juego ganados, como San Lorenzo en el
último Inicial y River en el Apertura 93. El equipo que condujo Pizzi comparte
con Vélez, además, haberse consagrado en torneos cortos sin triunfos en las
tres últimas fechas. Una marca para no vanagloriarse, precisamente, que el
Fortín alcanzó en el Clausura 93, en el debut de Carlos Bianchi como DT.
Hace 15 torneos que no se registra un bicampeón. El último
fue Boca, dueño del Apertura 2005 y el Clausura 2006. Salvo en el comienzo del
profesionalismo, nunca hubo tres equipos que se coronaran por primera vez en
cinco años: Lanús, en el Apertura 2007; Banfield, en el Apertura 2009, y
Arsenal, en el Clausura, 2012.
"Se juega un fútbol... cómo decirlo... amarrete... Acá
se juega un fútbol muy amarrete, sí. Miserable, también. Si hubiéramos ganado
un partido más, un solo partido más, como los del 1-1 contra Godoy Cruz o
Arsenal, el campeón era Newell's. Vélez y Lanús se sumaron porque les dimos
cabida. Fuimos el equipo que mejor fútbol brindó, el más regular. Se nos escapó
porque físicamente no pudimos mantener el ritmo. Nos mató no haber hecho una
pretemporada completa", explicó Maxi Rodríguez. Desde la caída 2-1 ante
Central en la 12» fecha, Newell's, campeón del Final, no volvió a gritar un
triunfo. Acumuló cinco empates y tres derrotas. Igualmente le alcanzó para
mantener la ilusión hasta el epílogo.
Mientras, los proyectos duran menos de lo que tardan en
rubricarse. Sólo seis equipos que jugaron el año pasado en primera empiezan
2014 con los mismos DT de hace 365 días. Entre ellos están Carlos Bianchi y
Ramón Díaz, y no por sus resultados recientes. Sólo el exitoso pasado les
extendió el crédito para alcanzar un título.
El Virrey cerró 2013 con los peores números de sus tres
ciclos en la Ribera. Fue penúltimo en el Final (la ubicación más baja de Boca
en torneos cortos), séptimo en el Inicial, quedó al margen de la Copa
Libertadores en los cuartos de final y fue eliminado de la Copa Argentina en
los octavos de final. Perdió y empató 17 veces, una más que las que triunfó en
50 partidos.
"No se puede estar mucho tiempo sin ganar y sin
clasificar a las Copas", fue la bajada de línea del presidente Daniel
Angelici, cuando el viernes presenció la vuelta al trabajo del plantel.
"El 2014 tiene que ser el año de Boca", amplió. En este primer
semestre, con los refuerzos de Juan Forlín y Hernán Grana, Bianchi sólo tiene
el torneo Final para responder.
Como nunca, Ramón Díaz tampoco tiene todo a favor en Núñez.
Está bajo observación de la nueva dirigencia y de los hinchas. La peor campaña
de River con su conducción en el Inicial (17°), la eliminación en el debut en
la Copa Argentina por Estudiantes de Buenos Aires, 1-0, en los 16os de final,
la caída ante Lanús en los cuartos de final de la Copa Sudamericana en el
partido más importante del semestre, la escandalosa renovación de su contrato?
aniquilaron en la segunda mitad de 2013 la ilusión que había despertado el
subcampeonato del torneo Final.
Salvo Colón (8), River compartió con Racing el segundo lugar
por ineficiencia: marcó nada más que 12 goles en el Inicial, uno cada 142
minutos, y estuvo ocho fechas sin ganar, con cuatro derrotas en el Monumental,
como no sucedía desde el Nacional de 1982. En el año, de 46 partidos, ganó 18,
empató13 y perdió 15.
"Tenemos que dar un poco más, lo sabemos todos. Tenemos
que tener más ambición", aseguró Teo Gutiérrez al incorporarse al plantel.
"Tenemos que recuperar la costumbre de jugar para ser campeones",
sostuvo Fernando Cavenaghi, la única incorporación millonaria. ¿Habrá alusión
al DT en cada frase? ¿Alcanzará para quedarse con uno de los tres títulos
locales que tiene asegurado disputar River en 2014? ¿Será suficiente para
cortar la racha más prolongada sin vueltas olímpicas en primera desde 1975,
iniciada con el Clausura 2008? ¿Servirá para que el riojano recupere crédito y
se anime a dejar un segundo plano que nadie sabe cuánto tiempo aceptará?
La sentencia "campeón hay uno solo" ya no se
aplica al fútbol en la Argentina, donde hay varios y puede ser cualquiera, o la
mayoría. Las razones se atrincheran en una atractiva competitividad sin par en
el mundo, defienden algunos. O en la inexorable creciente mediocridad del nivel
de juego, acusan otros. Lo cierto es que lo primero es consecuencia directa de
lo segundo. Casi nadie se anima a sacar los pies del sistema. No hace falta
sobresalir. Una racha puede marcar la diferencia numérica que consagre.
Entonces, la tentación es irresistible. Espera detrás de una
puerta que se abre con la llave de la urgencia y por la que ingresa el
descalabro, el incumplimiento de contratos, la intolerancia, los ánimos
exacerbados? si las vitrinas quedan huérfanas de trofeos.
La proliferación de títulos desvalorizó la competencia. La
reducción de los torneos restó jerarquía. El reconocimiento llega tan rápido
como pronto queda en el olvido. Se equipara para abajo. Se repara en el número
de estrellas y no en el brillo para conseguirlas en canchas donde sigue siendo
un riesgo la concurrencia de hinchas visitantes.
La constelación se completa con la Copa de Campeones. Una
idea que reúne a equipos de la primera B con otros que no pueden desatender la
lucha por mantener la categoría o por lograr un título internacional. Mientras,
no hay quien se salve del descenso en el campeonato económico que todos dicen
ganar. Es el agujero negro que el universo ficticio del fútbol vernáculo busca
ocultar detrás de bengalas y fuegos artificiales.
Fuente Cancha Llena
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