De Felippe en aquella noche complicada.
Por Favio Verona
"Así que mañana no depositan los sueldos? Bueno, habrá que
seguir perdiendo”.
La luna llena iluminaba la madrugada de una ciudad que ya
estaba durmiendo para sacudirse la resaca de una noche inolvidable. Fue en ese
momento cuando la frase retumbó en voz alta y cortó el silencio en el playón
vacío de la cancha de Sarmiento.
El autor fue uno de los referentes del plantel
de un Independiente que acababa de perder 2-0 con el local, con goles de Ramiro
López e Ignacio Cacheiro, quien en la jornada posterior a cumplir su sueño de
gritarle un gol a un grande, atendió su kiosco.
Fue el 24 de marzo de 2014. Y
la fecha quedará registrada como el día en el que el Rojo tocó el fondo del
abismo.
Omar De Felippe entró al vestuario desbordado, resignado y muy caliente
con Cristian Tula, quien había dejado al equipo con 10 en el PT. Gritos
desaforados y golpes se escucharon desde la modesta zona mixta del estadio Eva
Perón. El club de Avellaneda se incendiaba en la BN y el técnico quiso dar un
paso al costado, pero fue Javier Cantero quien lo convenció de seguir. “Vos
quedate, el que tiene que renunciar soy yo. Los jugadores me están haciendo la
cama a mí”, le dijo.
La delegación se retiró de la cancha casi tres horas
después del partido. Y regresó hacia Avellaneda a pesar de que en el itinerario
estaba pautado pasar la noche en Junín.
A la mañana siguiente, llegaron varios
embargos, se confirmó que Julián Velázquez se había roto los ligamentos y
aparecieron pintadas en la sede. Hubo amenazas de muerte a futbolistas y
dirigentes, pero Cantero sorprendió a todos: dio marcha atrás con su decisión.
La novela de terror prometía más capítulos infaustos para un equipo que no
cobraba su salario desde hacía varios meses, que cada día jugaba peor y
compartía con Instituto el último boleto para ascender.
Pasaron más de dos
años, pero Sarmiento e Independiente volvieron a enfrentarse en un contexto
diferente. Las cosas cambiaron en Avellaneda. La economía de guerra quedó en el
pasado, las abandonadas instalaciones ahora son de primer nivel y los jugadores
falopa ya no pasan el derecho de admisión.
Lo único que falta es un título para
reconciliarse con la historia.
Fuente Olé
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