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martes, 29 de septiembre de 2015

Con hinchadas, es distinto




Por Nicolas Troyer

El público de Independiente volvió a ir de visitante luego de más de 2 años.

“Vos sos de la B”, comenzaron los Diablos Rojos acompañados de bombos y platillos. Los dueños de la Fortaleza replicaron con la misma canción, pero subiendo cada vez más el tono. Ambas hinchadas se encontraron gritando al unísono las mismas palabras para mofar a su rival. Los de Lanús fueron al ataque con una clásica, pero muy efectiva: “Cantá un poquito la puta que te parió”. La picardía del visitante estalló y petrificó a los de bordo: “No tenés vergüenza son locales son 50”. Silencio ensordecedor. El rojo envalentonado aprovechó ese instante para dar el último golpe de nocaut: “Borombombón, borombombón, esa tribuna se congeló”.

El partido, en la esencia del juego, quedó en segundo plano, ya que la relevancia la tuvo el contexto que lo rodeaba. Cabe destacar que en dicho encuentro volvían a decir presente los hinchas visitantes de un equipo grande en el torneo local. La previa se vivió como hace mucho no se vivía. No solo hubo canciones de aliento para el equipo dueño de la cancha, sino que otro grupo importante de personas, ubicado a metros de distancia, pudo vitorear a los jugadores que venían a representarlos en un terreno ajeno.

No todos se manifestaron de la misma manera: algunos optaron por el silencio y la sonrisa inconsciente ante las picarescas canciones, otros se encargaron de elaborar las letras para que luego, todos juntos, evoquen las mismas sobre la melodía de diversos instrumentos. Lo importante es que después de mucho tiempo los hinchas pudieron volver a elegir. A participar.

Empezó ganando el local con un gol en contra de Nicolás Figal. Cuando el Rojo, a través de Juan Lucero, lo empató sucedió algo inesperado. En vez de escuchar ese silencio que se había naturalizado en la mente, se sintió un grito desaforado que no solo expresaba la felicidad que provoca ese momento sagrado, sino que cargaba el rencor que produce la represión. Expulsaba la alegría por volver a un lugar que nunca debían haber dejado.

El resultado, empate. El partido, olvidado. No así el contexto que quizás es lo que caracterice y diferencie al fútbol argentino del resto de los torneos. El domingo a la noche se enfrentaron dos tribunas uniformadas de rojo y bordo. Lucharon desenfrenadamente con armas afiladas en escala de Do. La guerra fue tal que hasta la luna decidió sangrar.



Fuente Infierno Rojo

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