Tras mostrar dos caras en el 1-1 ante Perú, la selección
afrontará esta noche su segundo partido, en un duelo de obligaciones ante los
uruguayos, que también igualaron en el debut
Por Alberto Cantore
Foto: LA NACION
IBARRA, Ecuador.- Pasó el debut, que libera la tensión; es
el turno de Uruguay, un clásico que se ofrece como una oportunidad de relieve
para consolidar la imagen de equipo y la idea de juego de la Argentina. Una
selección que se enseñó bipolar en la presentación con Perú: con una actitud y
un protagonismo avasallante en el segundo tiempo, pero también con desacoples y
una pasividad que le posibilitó al rival, con poco, descubrirle algunos flancos
débiles en el capítulo inicial. La paridad del campeonato Sudamericano Sub 20,
clasificatorio para la Copa del Mundo de Corea del Sur, se refleja en los
resultados que dejó la primera jornada de los dos grupos, aunque el marcador no
siempre se ajustó a la imagen que devolvía la cancha.
El viaje recién hizo su primer stop, aunque la escala es
breve y la Argentina ya tiene que volver al ruedo, desde las 21.15, en el
estadio Olímpico, ante Uruguay. Dos conjuntos que gustan jugar con intensidad,
de manera agresiva, haciéndose dueños del desarrollo. Si la selección debió
sudar para embolsarse un punto ante los peruanos, la Celeste no logro quebrar,
ni de penal, a Venezuela, la Cenicienta del Grupo B. La obligación los envuelve
a los dos, la historia los empuja.
"En el comienzo estuvimos con poca actividad, poca
generación de juego, demasiados pasivos en el traslado. Nos tenemos que
convencer que podemos jugar como se hizo en el segundo tiempo, que no hay que
esperar a estar en desventaja para poder dar todo lo que podemos. Este equipo,
aparte de generar juego, tiene coraje y valentía. Con un jugador menos también
fuimos a buscar el resultado, mantuvimos la tenencia, ahogamos a Perú. Y
después del empate seguimos yendo adelante. Este torneo es así, duro, era
importante revertir la imagen del primer tiempo y lo hicimos. No me voy
conforme porque quería ganar, pero sí satisfecho por lo que se hizo en el
segundo tiempo", analizó el técnico Claudio Úbeda, que fue audaz con las
modificaciones.
La falta de rodaje resultó visible en la concepción de los
circuitos futbolísticos y también en la manera en que el equipo dudó cuando
Perú se adueño de la pelota y lo hizo retroceder. Los centrales Romero -abusó
de las faltas y terminó expulsado por doble amonestación- y Foyth tuvieron
dificultades para controlar a Ugarriza, inteligente para jugar de pivot y con
fortaleza para el juego aéreo. Cuando el rival salteaba la línea de volantes
con pelotazos que caían a espalda del doble cinco que conforman Ascacibar y
Ojeda, la fórmula de zagueros centrales no lucía. Por las bandas, Molina sufrió
ante la poca ayuda de Lucas Rodríguez en la contención. Será tarea para
corregir, porque Uruguay con Schiappacasse puede lastimar en el área, De la
Cruz es un conductor vertical, con panorama y remate y Saracchi profundiza por
el lateral izquierdo.
Una salida prolija desde el fondo aparece en el manual de
estilo, y sortear las dificultades de un terreno irregular se presentó y
presentará -la lluvia constante y el trajín de los partidos irá empeorando el
estado del campo- como una barrera. No se desanima la Argentina, lo intenta,
pero en el debut el primer eslabón en la cadena de juego no tuvo claridad y así
los escollos aumentaron: Emanuel Ojeda se mostró errático, impreciso; la escasa
movilidad del resto tampoco ayudó al volante de Rosario Central. Con Barco sin
peso, porque el balón no le llegaba limpio o para entrar en contacto debía
retroceder a la línea de volantes, Mansilla fue el único que en todo el
encuentro tuvo una lectura correcta: desequilibró por las bandas y, con remates
de media distancia, provocó riesgo. Apagado Lucas Rodríguez, Lautaro Martínez
era controlado por los centrales peruanos, Chávez y Luján.
"En el segundo tiempo se vio un equipo con hambre de
gloria, que quiere conseguir cosas. Entramos a jugar enojados, con otra
mentalidad. Nos paramos en campo de ellos y fuimos a buscar la victoria.
Teniendo tan poco rodaje encima, el balance es positivo", señaló Martínez,
autor del agónico gol, después de una habilitación de Mansilla. Las vías de
Avellaneda son un camino para transitar, porque en el complemento las
conexiones Barco-Mansilla-Martínez se descubrieron como un firme argumento para
repetir esta noche, ante Uruguay. Los ingresos de Tomás Conechny y de Julián
Chicco también fueron positivos: recostado por la derecha, en lugar de Rodríguez,
el media-punta de San Lorenzo desequilibró y tuvo diálogo fluido con el resto;
el volante de Boca, que reemplazó al lateral Molina, lo que provocó que la
Argentina se defendiera con una línea de tres defensores -Ascacibar fue la
rueda de auxilio, cubriendo el lateral o retrocediendo como defensor central-;
ayudado por el ímpetu con el que la selección asfixiaba a Perú, Chicco capturó
los rebotes y fue una valla de contención en la mitad de la cancha.
El desgaste físico se duplicó ante la adversidad, pero el
grupo soportó. "Un dato favorable es que el equipo terminó corriendo hasta
el último minuto, otro es que tenemos un plantel con un nivel parejo de
jugadores, muy equilibrados, con buena competencia interna. Si un jugador no
llegara al próximo partido va a tener a un compañero que va a hacer un buen
papel", resumió Úbeda, que valoró el trabajo del profesor Salorio:
"Se hizo un trabajo de base importante en Ezeiza y llegamos con un tiempo
prudencial para adaptarnos a la altura".
La Argentina corrigió en el recorrido sus dificultades, pero
deberá ratificar y demostrar que aprendió la lección ante Uruguay, que no logró
dominar a un rival incómodo como Venezuela, que trabajó tácticamente con
suficiencia y que no se inquietó a pesar de jugar más de media hora con un
hombre de menos. Los rendimientos charrúas estuvieron muy por debajo de lo que
se presumía, con poca efectividad en la marca y con una alarmante imprecisión
en la elaboración [Betancurt con baterías bajas, su aporte más valioso fue un
despeje en la línea con una chilena que evitó la caída]. Como la selección,
tiene individualidades para recuperar el aliento.
El clásico rioplatense, una prueba exigente para la
Argentina en el camino a Quito, la sede en la que los cuatro mejores
clasificados del hexagonal tendrán el pasaje para Corea del Sur.
Fuente Cancha Llena
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