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sábado, 28 de enero de 2017

El fútbol argentino, los custodios y las manzanas



Mauricio Macri y Daniel Angelici, ejemplos de dirigentes que no ven con malos ojos las Sociedades Anónimas en el fútbol argentino. / DyN archivo


Ningún sistema es perfecto, pero convertir a los clubes en empresas para mejorar su gestión conlleva un riesgo innecesario. Los ejemplos.


“No me veo tanto como el dueño, sino como el custodio del club en nombre de sus hinchas”. Shahid Khan, multimillonario paquistaní, primer dueño del Fulham (Inglaterra).

Cuentan las crónicas que en los orígenes, el Hombre inventó la pelota y la pelota lo hizo feliz; pero no tardó en darse cuenta que la pelota a su vez podía ser compartida y disputada. Entonces dijo: “Hagamos un partido”.

Y así fue que en poco tiempo, los partidos de fútbol proliferaron y con ellos, la competencia. Y el Hombre vio que los partidos de fútbol eran buenos y que la gente quería verlos, por lo que creó a los clubes: en un primer momento, estructuras volátiles y sin consistencia. Hasta que comprendió que con los clubes sólo no le alcanzaba y necesitaba estadios donde organizar esos partidos: entonces, los clubes echaron raíces. Al principio débiles, por lo que aún con algo de sufrimiento conseguían ser trasplantados: por eso algunos nacieron en un barrio y posteriormente se asentaron en otro. Pero con el paso del tiempo los clubes echaron raíces más profundas y quedaron afincados, favoreciendo el crecimiento del fútbol.

Y llegó el día en que el Hombre aprendió a ganar dinero con los partidos y, a partir de ahí, cuando mordió la manzana, todo cambió.

Los clubes de fútbol son instituciones con amplia representación y prestigio. La crisis que vive actualmente la Asociación del Fútbol Argentino, abre la puerta a modificaciones que podrían cambiarle su fisonomía para siempre. Camuflados en el escenario convulso de reuniones frenéticas, pretemporadas sumamente austeras, retrasos salariales y un mercado de pases enmagrecido, se esconden los buitres de las Sociedades Anónimas (SA). Para entender las consecuencias de su ingreso, es necesario averiguar lo que sucede en otros países futbolísticamente relevantes. Es cierto que ningún sistema de organización es perfecto, pero convertir a los clubes en empresas para mejorar su gestión conlleva un riesgo innecesario.

“Spanish Football and Social Change: Sociological Investigations” (2015) es una obra escrita (en inglés, pero de autoría española) por el Profesor Titular de Sociología de la Universidad de Valencia, Ramón Llopis-Goig.

El libro relata la historia del deporte y sus transformaciones. 

En el capítulo 5 cuenta, específicamente, la metamorfosis de los clubes españoles en empresas y sus consecuencias: cómo fueron claudicando uno atrás de otro (salvo honrosas excepciones como Real Madrid, Barcelona, Athletic Club de Bilbao y Osasuna) y cómo la aparición de un dueño puso en riesgo los rasgos de identidad, desde un nimio cambio de color de camiseta, pasando por la modificación del escudo y el nombre, hasta el traslado de la localía a kilómetros de distancia.

El estudio también es crítico de la permisividad y los desmanejos de las sociedades civiles españolas que llevaron a la privatización de los clubes y favorecieron la aparición de un síndrome de ambivalencia en el hincha: entre la coexistencia por la preservación y conservación de su función social, y la idea de que los dirigentes se enriquecían y las instituciones eran mal gestionadas e insostenibles económicamente.

Indefectiblemente, al pensar en “Fútbol S.A.”, es ineludible destacar a Inglaterra como máximo exponente. La Premier League sufrió una brutal transformación en los últimos treinta años donde el “producto” se encareció y la concurrencia al estadio se tornó un privilegio de la clase adinerada. Los hinchas en Inglaterra ya han absorbido y asumido como propias las formas más crudas del capitalismo, la globalización y la mercantilización deportiva.

Curiosamente, la actual temporada fue récord en cuanto a adquisiciones de clubes. En la Premier League todos los clubes son empresas y catorce de los veinte son de propiedad extranjera: sólo Tottenham, West Brom y West Ham, Burnley, Middlesbrough y el Stoke City tienen “dueños” exclusivamente británicos. En los últimos meses, el Swansea (Jason Levien y Steve Kaplan -EEUU), West Bromwich Albion (Grupo inversor chino), el Crystal Palace (Josh Harris y David Blitzer -EEUU) y el Everton (Farhad Moshiri -multimillonario iraní) fueron las últimas “víctimas”. En total, el 57% de los clubes de las dos divisiones superiores (Premier y Championship) son poseídos por inversionistas extranjeros.

Al indagar el motivo por el cual son tan apetecibles los clubes ingleses, para el resto del mundo, resalta la importancia de los derechos de televisión, la discreción absoluta en el valor de los ingresos y el potencial para ampliar o relocalizar estadios. Por ejemplo, West Ham United acaba de trasladarse al Estadio Olímpico de Stratford y el Tottenham Hotspur ya anunció que construirá un nuevo complejo de 61.000 lugares en el norte de Londres; Liverpool y Chelsea están planeando ampliar la capacidad del suyo, mientras que la adquisición del Everton por parte de Moshiri incluyó un compromiso para financiar el proyecto del nuevo estadio.

Probablemente, el fútbol alemán sea el más ecuánime de los campeonatos europeos. Es cierto que el Bayern Munich ha incrementado su hegemonía en los últimos años pero la Bundesliga reparte el dinero de manera más equitativa que las otras grandes Ligas y, por otra parte, todos sus clubes siguen manteniendo una estructura societaria. La famosa “regla del 50 + 1” estipula que los clubes pueden tener inversionistas privados pero estos nunca podrán tener potestad absoluta: ningún individuo puede ser dueño de más del 49%, ya que las instituciones pertenecen a la comunidad y sus asociados.

Pero como dice el refrán “Hecha la Ley, hecha la trampa” y en el fútbol alemán se coló un outsider que está teniendo muy buenos resultados, es escolta de la Bundesliga y amenaza con derribar la hegemonía del conjunto bávaro. La empresa “Red Bull” compró al Leipzig FC de forma peculiar. Para burlar la regla conformó una mayoría de asociados afiliando a sus propios empleados y accionistas de Red Bull. Sus detractores dicen que ha encontrado una manera de corromper el espíritu del fútbol alemán, inyectando dinero y ascendiendo cuatro categorías en apenas cinco años.

Pero el RB Leipzig no es el único club que se beneficia con financiamiento externo en Alemania. Bayer Leverkusen (propiedad de la farmacéutica Bayer y fundado originalmente como un club de gimnasia para los trabajadores) y el VfL Wolfsburg (propiedad de Volkswagen) fueron beneficiados por la “Ley Bayer” a comienzo de siglo que justificaba la posesión de un club por parte de una empresa, si esta podía probar más de 20 años de gestión en la institución. Otros clubes, en este caso sin excepciones, son el Hoffenheim (financiado el 49% por Dietmar Hopp el fundador de la empresa de software SAP) y el Munich 1860.

Como se ha visto, no hay ningún sistema prístino y todas las posturas tienen flancos débiles. Hoy es muy fácil castigar en la Argentina a los clubes, en tanto sociedades civiles sin fines de lucro, debido a los vergonzosos manejos de algunos dirigentes; pero eso no debe hacernos olvidar el rol social que cumplen y cómo, a través del fútbol, se sostiene una parte importante de la estructura deportiva del país.

Cuando las instituciones tienen dueño se alejan de los intereses de la comunidad y se focalizan en la rentabilidad. Historias del fútbol inglés como la del Coventry City, donde en apenas 24 horas diez mil hinchas firmaron un petitorio solicitando la salida del Otium Entertainment Group (SISU); o la del Blackpool F.C contra la familia Oyston que se adueñó del club por la módica suma de una libra esterlina, y lo hizo crecer hasta llegar a la Premier League (en 2010) para luego vaciarlo y enriquecerse: desprendiéndose de sus principales figuras, girando dinero a sus empresas, y llevándolo a la cuarta categoría (League two).

El fútbol argentino ya vivió etapas donde las empresas se adueñaron de los clubes, donde órganos fiduciarios dirigieron instituciones luego de que algunos poderosos prestaran dinero haciendo grandes negocios para desaparecer después dejando sólo deudas. Como jugador, fui testigo de la orfandad que siente el hincha de una institución que desaparece cuando se va el mecenas y podría ostentar del triste privilegio de decir que un club en el que jugué ya no existe más.

El Gobierno presiona a la AFA por el nuevo estatuto, donde ya no se necesita ser una asociación civil para ser parte. No quiero a las Sociedades Anónimas en el fútbol porque los clubes no deben tener fines de lucro: su ganancia es la felicidad del socio al hacer deporte y ver ganar al equipo. Hay que tener memoria e informarse sobre lo que pasa en el mundo para no comerse la manzana podrida de los clubes-empresa, ¿o usted quiere terminar como los del Fulham y que un millonario paquistaní “custodie” su sentimiento?


Fuente Perfil.com Cuatro, Cuatro dos

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