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lunes, 10 de septiembre de 2012

Independiente juega contra rivales que nunca pensó




El equipo sufrió mucho el 1-1 con Quilmes; nerviosismo, impotencia, el fantasma de la barra, el fastidio con el árbitro Delfino y el enojo de Gallego. 


Por Francisco Schiavo
          


Las caras de los jugadores del Rojo lo dicen todo | Emiliano Lasalvia - LA NACION


Independiente muestra chispa. Hay reacción en sus músculos.

A veces parecen agarrotados, pero no se duermen en el hormigueo.

La pregunta es si podrá contra tantos rivales.

Es cuestión de sacudirlos un poco.

Los empates ya no le sirven, pese al coraje con el que rescató el 1-1 con Quilmes.

Los Rojos bracean y patalean contra muchos rivales.

Así se vuelve un tumulto en el que todos pierden. El que lleva la camiseta distinta está descontado, claro.

El dilema son aquellos que surgen por el solo hecho de estar enrolados en la causa por la permanencia y que salen de sus mismas entrañas.

Aparecen de golpe, cuando abre una caja y el resorte empuja una careta que le deja el pecho entre palpitaciones con eco. Los adversarios son tantos que, por ahora, mientras no gana y acrecienta la racha negativa, no se da cuenta de cuál ocuparse primero.

Tiene tiempo, tiene llama, pero la vela sigue acortándose.

Independiente juega contra su impotencia deportiva, sobre todo en la elaboración del juego.

Quilmes lo superó durante buena parte y no porque los Rojos no hayan corrido y trabado cada pelota con el corazón. Hoy, seguramente, les dolerán las piernas después de tantos kilómetros sobre el pasto (y la arena y los pozos por haber alquilado el estadio).

Queda claro que no alcanzará sólo con empuje y voluntad. Hará falta más de esos toques cortos que, por momentos, se hilvaron. Se precisará más del oportunismo de Ernesto Farías y del temperamento de Julián Velázquez, que el viernes se bajó de un avión con un pase a Italia frustrado, y de Cristian Tula, cuyo ligamento en una rodilla amenaza con deshilacharse por un distensión.

Independiente jugó contra sus nervios.

De esa forma sólo podrá explicarse que el bravo Claudio Morel Rodríguez haya ejecutado un lateral en el que la pelota picó dentro del campo, no fue hacia ningún compañero y salió afuera. Así se entenderá la imprudencia del joven Martín Benítez, en una jugada sin trascendencia, que le valió la expulsión por una fuerte entrada contra Joel Carli. Así entrará en algún contexto el enésimo pase errado por Luciano Leguizamón; eso sin tener en cuenta un tiro que salió a unos 10 metros del travesaño. Habrán jugado, en parte, los triunfos de Rafela, San Martín (San Juan) y San Lorenzo.

Independiente jugó contra Américo Gallego. El envión anímico que le dio su llegada se diluye en algunos gestos y reacciones del entrenador. El Tolo es capaz de cambiarles la mentalidad a sus jugadores, como ocurrió anoche en el entretiempo, y de irse expulsado entre gruñidos por los mil y un ademanes frente a la decisiones del árbitro Germán Delfino. Les contagia actitud, pero también ansiedad. Es el mismo que se presenta con la palabra "campeón" en la mente y que dice estar "cansado" de que le hablen del descenso. No hay enemigos imaginarios.

Curiosamente, suena positivo darse cuenta a tiempo de la realidad para no caer en los mismos errores que River, que jugó una temporada en la B Nacional, y que San Lorenzo, que salvó la categoría en una sufrida Promoción con Instituto.

Independiente, aunque parezca mentira, jugó contra las tribunas. Los oídos se pararon como antenas cuando, ni siquiera empezado el partido, bajó de los escalones el "que esta tarde cueste lo que cueste...". Hubo aliento y mucho, es cierto, pero también un clima enrarecido que no podrá ocultarse. 

La desconfianza está latente, a la espera de cualquier boicot de la barra brava por la lucha que empezó el presidente Javier Cantero, que les cortó los beneficios a los violentos.

Ellos sacan provecho del mal momento del equipo y tratan de hacerse notar a cualquier costo. Como anoche, cuando Quilmes estaba en ventaja y agitaban el alambrado o se subían a él.

Los socios del aliento genuino reaccionaron. Algunos con silbidos y cánticos moderados de repudio. Otros con el fastidio que jamás justificará las palabras. "Pegale un tiro, la p... que te p...", se escuchó, cuando la policía se puso cara a cara con varios de los exaltados.

De ellos, los jugadores, dependerá la continuidad en primera. De su tranquilidad mientras sube el agua y de su puntería de cara al arco. Cualquier otra reacción, de propios y extraños, será contraproducente.



Fuente La Nación

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