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martes, 31 de julio de 2012

Es un pulgar para abajo - Por Gustavo Grabia


Cristina Fernández saludó afectuosamente al presidente de la AFA, Julio Grondona.


Gustavo Grabia Ggrabia@ole.com.ar

La Presidenta presentó un sistema que rechaza por huella dactilar a quienes están en el derecho de admisión.

La lista seguirá siendo confeccionada por los clubes.

Estaba la mayoría de los presidentes de los clubes.

En la fila de adelante se sentó Javier Cantero, que pelea contra la barra Roja, y detrás, juntitos, Daniel Angelici y Daniel Passarella, que no aplican el derecho de admisión en sus tribunas.

La cita era en la Casa Rosada, para la firma del flamante convenio de seguridad para el fútbol entre el Gobierno y la AFA.

Olé ya había adelantado el nuevo protocolo que armó el Ministerio de Seguridad que conduce Nilda Garré, con medidas clave para reducir el poder de la Policía y la connivencia entre esa institución y los barras.

Pero esta vez, acicateada por el ministro del Interior Florencio Randazzo, que gana cada vez más poder en la estructura gubernamental, la presidenta Cristina Fernández iba a presentar un avance tecnológico “importante en la lucha contra la violencia”.

Al final, todo se pareció a un bluff: anunció un software enmarcado en cien valijas que a partir de la huella dactilar informa qué hinchas tienen prohibido el ingreso a los estadios o aquellos con pedidos de captura por otros delitos (ya existía algo similar llamado morphotouch), pero quienes estén en esa lista negra serán elegidos por los dirigentes de los clubes.

Sí, el mismo perro pero con otro collar.

Para que se entienda: el ingreso a los estadios será a dedo, y a la hora de echar a los barras, los dirigentes siempre ponen el pulgar para abajo.

Si Mauro Martín de La Doce o Martín Araujo de Los Borrachos estaban fuera de la lista ahora, seguirán estándola a partir del viernes mientras las CD de los clubes no cambien de opinión.

Porque lo que se necesita además de tecnología es una decisión política que sigue ausente.

Por algo la Presidenta no hizo referencia a este tema ni a la complicidad policial y política con los barras.

En cambio prefirió cargar contra los medios: “Se ha recargado mucho el tema de la violencia en el fútbol con una clara intencionalidad política. De pronto aparecieron delincuentes. Parece que este problema se hubiera instalado ahora y lo más grave pasa afuera”, dijo y reconoció que nunca va a la cancha, con lo que habría que desconfiar de quien le pasa letra sobre el tema.

Porque habló con orgullo de los turistas que entran con los trapos a La Doce desconociendo el negocio que hay detrás de eso, y hasta se refirió con ingenuidad a quienes copan los paravalanchas.


“Sentir pasión por algo es estar vivo. Los que no tienen pasión por nada... Desconfío de ellos“, concluyó, como si fuera lo mismo tener pasión, como millones de argentinos, que montar alrededor de ella un negocio violento, como el de los barras que asolan nuestras canchas y que produjeron 39 muertos en los nueve años que lleva el kirchnerismo en el poder.




Fuente Olé

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