Por Francisco Schiavo
Foto: Archivo
Armando Pérez llegó a la presidencia de la AFA como un
dirigente coherente. A fin de cuentas, más allá del título o del cargo formal,
eso es: el Nº 1 del fútbol argentino. Lo que por ahora no se sabe es con cuánto
prestigio saldrá de la entidad, porque ante cada decisión sus medallas pierden
brillo. Hoy, el disparador es la designación de Claudio Úbeda como entrenador
del seleccionado sub 20. Si Pérez, la Secretaría de Deporte, el Gobierno o
quien fuera pretendían enderezar el fútbol a partir de las raíces, como son los
juveniles, los pormenores de la decisión no parecen los más atinados. El sábado
por la noche, cuando la mayoría hacía planes de cine, teatro o restaurante,
cuando casi nadie le prestaba atención a la burocracia del fútbol, se anunció
que Úbeda, autor de ninguno de los 44 proyectos que se recibieron en la calle
Viamonte, era el elegido. El tema estuvo bien camuflado: de eso no quedan
dudas.
Lo lamentable es que todo se mantiene en el aire. Lo estuvo
con la formación del Comité de Regularización, con idas y venidas hasta el
último momento. Ni que hablar con la organización del torneo: los días y los
horarios. Los reclamos y la huelga del ascenso fueron un papelón hasta que
mágicamente apareció el dinero, una reparación con alambre de un tema mucho más
profundo. También hubo margen para el casting de entrenadores y el nombramiento
de Edgardo Bauza, entre sugerencias y descartes de acá y de allá. La AFA, o lo
que queda, sigue siendo la misma
Fuente Cancha Llena
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.