Ilustró rrrojo
Para un Poeta de La Plata que alienta desde el Cielo.
Las 5 viajeras
A las puertas del cielo llegaron un día cinco viajeras.
- ¿Quiénes son ustedes? – les preguntó el guardián del
cielo.
- Somos – contestó la primera – La religión…
- La juventud… – dijo la segunda
- La comprensión… – dijo la tercera.
- La inteligencia… – dijo la siguiente.
- La sabiduría – dijo la última.
- ¡Identifíquense! – ordenó el cancerbero.
Y entonces…
La religión se arrodilló y oró.
La juventud se rió y cantó.
La comprensión se sentó y escuchó.
La inteligencia analizó y opinó.
Y la sabiduría… contó un cuento.
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Cuentos Cortos de Fútbol “Relatores” de Alejandro Dolina
Los griegos creían que las cosas ocurrían para que los
hombres tuvieran algo que cantar.
Las guerras, los desencuentros, los amores
trágicos, los horrendos crímenes, las gestas heroicas: todo tenía para los
dioses impíos el único fin de proporcionarles tema a los cantores.
La Historia
pone al alcance del menos docto centenares de ejemplos de relatos que fueron
más ilustres que los sucesos narrados.
Resulta difícil concebir una idea más triste del destino
humano. Sin embargo, a los juglares, cantores, cronistas y narradores de
cuentos les complace pensar que el mundo se mueve para favorecerlos en su
oficio.
Héctor Bandarelli, el relator deportivo de Flores, creyó
pertenecer a la estirpe de Homero.
Durante toda su vida se esforzó para que la
narración deportiva alcanzara las alturas artísticas de la épica.
En sus comienzos, Bandarelli hizo algo que nadie había hecho
antes. Siendo entreala izquierdo del equipo de Empalme San Vicente,
acostumbraba relatar los partidos que él mismo jugaba. Era héroe y juglar, Aquiles
y Homero, Eneas y Virgilio.
Según dicen, no era del todo imparcial en sus narraciones.
Cuando se hacía de la pelota, comenzaba a elogiar su propia jugada.
-Extraordinario, Bandarelli avanza en forma espectacular.
Muchas veces, por elegir las palabras e impostar la voz, se
perdía goles cantados.
Cantados incluso por el mismo.
A medida que pasaba el tiempo, el relator iba superando al
jugador. Algunos viejos que lo vieron jugar cuentan que pasaba la mayor parte
del tiempo parado en el medio de la cancha, relatando, casi sin tocar la
pelota.
Finalmente fue excluido del equipo.
Sin rencor ni tristeza,
siguió acompañando las modestas giras del Empalme San Vicente, solo para
relatar desde un costado de la cancha el partido que jugaban sus antiguos
compañeros.
Lo hacía sin micrófono y sin radio, de modo que nadie lo escuchaba,
salvo algún wing peregrino que alcanzaba a oír de paso su voz emocionada.
Después, según se sabe, el Empalme San Vicente dejó de jugar
y sus futbolistas pasaron a integrar otros equipos.
Y en ese momento, cuando todo hacía sospechar la decadencia
de Bandarelli, el hombre dio un paso genial: descubrió que su narración no
necesitaba de un partido real. Era posible relatar partidos imaginarios, hijos
de su fantasía.
Parece una evolución previsible: los antiguos poetas
cantaban hazañas más o menos reales. Después las inventaron.
Lo mismo sucedió con Bandarelli.
Y al no tener que ceñirse
al rigor de los hechos ciertos, los partidos que relataba empezaron a mejorar:
se lograban goles estupendos, los delanteros eludían docenas de rivales, había
disparos desde cincuenta metros, los arqueros volaban como pájaros, se
producían incidentes cruentos, los árbitros cometían errores perversos.
De a
poco, el artista fue incorporando elementos más complejos a su obra. El tiempo,
por ejemplo, manejado en un principio de un modo convencional, pasó a tener
durante el apogeo de Bandarelli un carácter artístico y psicológico.
Los
partidos podían durar un minuto o tres horas.
Algunas veces, el relator omitía cantar un gol, pero daba
claves y mensajes sutiles para que el oyente descubriera la terrible existencia
del gol no cantado.
Aparecían, cada tanto, unas historias laterales que
provocaban un falso aburrimiento, que no era sino una trampa para mejor asestar
la alevosa puñalada del gol sorpresivo.
Todos recuerdan el famoso partido Boca-Alumni que Bandarelli
relató en un asado del club Claridad de Ciudadela.
En esta obra mezcló
jugadores actuales con glorias de nuestro pasado futbolístico.
Los viejos
hacían fuerza por Alumni, los más jóvenes por Boca.
Ganó Alumni, pero en su
magistral narración, Bandarelli dejó caer -con toda sutileza- la sensación de
que los boquenses, por respeto a la tradición, se habían dejado ganar.
Las audiencias de Bandarelli no siempre fueron numerosas.
Algunos partidos los relató solo, en una mesa del bar “La Perla” de Flores,
ante el estupor de los mozos y parroquianos.
Pero poco a poco, los muchachones
del barrio fueron descubriendo sus méritos y con el tiempo hubo quienes
prefirieron escucharlo a él antes que ir a la cancha.
En 1965, Héctor Bandarelli organizó su campeonato paralelo
de fútbol. Todos los domingos narraba el encuentro principal, mientras un
colaborador lo interrumpía para comunicar lo que sucedía en el resto de loa
partidos.
Algunas firmas comerciales de Flores lo ayudaron a solventar
los nulos gastos del certamen a cambio de avisos publicitarios.
Las narraciones tenían lugar en la puerta de la casa de
Bandarelli y, cuando llovía, en la cocina.
Hay que decir que el relator poeta
nunca trabajó para ninguna emisora y jamás utilizó micrófono, salvo en la
grabación que realizara del segundo tiempo de Barracas Central-Barcelona, ya en
el final de su carrera.
El campeonato paralelo terminó en un desastre. El artista no
tuvo mejor ocurrencia que sacar campeón a Unión de Santa Fe y mandar al
descenso a River, lo que irritó a muchas personas, que hasta llegaron a agredir
a Bandarelli.
Pero todos los que saben algo del relator coinciden en
afirmar que su mejor partido fue Alemania-Villa Dálmine, relatado en el Colegio
Alemán de la calle José Hernández, a pedido de la Asociación Cooperadora.
Ese encuentro fue un verdadero canto a la hermandad entre
los hombres.
Los zagueros entregaban banderines a los delanteros rivales en
cada jugada.
El árbitro abrazaba llorando a los futbolistas que quedaban en
offside.
Los de Villa Dálmine hicieron una suelta de palomas celestes y blancas
a los quince minutos del segundo tiempo para celebrar el segundo gol de la
selección alemana.
En el final, todos se abrazaron e intercambiaron obsequios.
Fue inolvidable.
En el Colegio Alemán, los padres lloraban
de emoción añorando la tierra de sus antepasados.
Algunos miembros de la
Asociación Cooperadora le pidieron a Bandarelli que volviera a relatar el
encuentro en diferido, pero el artista se negó.
En el esplendor de su actividad, tal vez advirtiendo el
carácter efímero de su obra, resolvió escribir libretos detallados que luego
archivaba prolijamente.
Desgraciadamente, sus familiares quemaron este
valiosísimo corpus argumentando que juntaba mugre.
Nos queda apenas un breve
fragmento, correspondiente al encuentro Boca Juniors 3-Vélez Sarsfield 3.
“Solidario, agradecido, ayuno de envidias, Javier Ambrois
entrega la pelota a Nardiello.
El viento agita las banderas en los mástiles de
la Vuelta de Rocha.
Nardiello tira un centro rasante… Arremete J. J. Rodríguez,
pero ya es tarde… tarde para remediar los errores del pasado… tarde para volver
a unos brazos que ya no nos esperan… Ya es tarde para todo.”
Según sus seguidores, el libreto le quitaba frescura a
Bandarelli y -como hemos visto- recargaba un tanto su estilo.
Un día desapareció.
Algunos dicen que se mudó, o que se
murió, es lo mismo. La gente volvió a preferir los partidos sonantes y
contantes de la radio.
Los relatores de hoy tienen la posibilidad de seguir al
maestro e intentar la ficción y la fantasía en sus narraciones.
¿Por qué
depender de la actuación, muchas veces mediocre, de los futbolistas?
¿Por qué
no crear con la voz jugadas más perfectas?
¿Por qué no dar nacimiento a
deportistas nobles, diestros y mágicos que nos emocionen más que los reales?
Se puede ir más allá. Todo el periodismo podría tener un
carácter fantástico y abandonar los vulgares hechos de la realidad para aludir
a sucesos imaginarios: conflictos, tratados, discursos, crímenes e
inauguraciones de ilusión.
En este último instante comprendo que nadie me asegura que
estos artistas no existen ya.
Tal vez, todo cuanto uno lee en los diarios no es
otra cosa que un invento del periodismo de ficción.
Sin embargo, esta clase de incredulidad conduce a sospechar
la falsedad del Universo mismo.
Suspendamos semejante astucia porque algunos
hasta podrían pensar que el propio Bandarelli es imaginario y sus partidos,
sombras de una sombra.
Fuente “El libro del fantasma”, Buenos Aires, Booket, 2005
http://estacionesperanza.com/2012/05/cuentos-cortos-de-futbol-relatores-de-alejandro-dolina/
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