Por Gustavo Grabia
La Policía detuvo a metros de la cancha a un grupo de la
barra oficial armado hasta los dientes, esperando por sus rivales. Ante esa
situación, se suspendió Rojo-Unión.
Es la guerra. Así de simple. Pero a diferencia de lo que se
plantea habitualmente, es hora de hacerlo de otra manera: son ellos o nosotros.
No hay espacio para más. Seis muertos en un año parecen no ser suficiente
mensaje. Somos los que amamos el fútbol de verdad, o ellos. Y es tiempo de que
los políticos, la Policía y la dirigencia deportiva lo entiendan. Ayer se
abortó lo que podría haber sido una masacre, si se concretaba una pelea entre
las dos facciones de la barra brava de Independiente. Y se abortó a costa de un
partido de fútbol, que ciertamente no vale una vida, pero que a esta altura, ya
quedó de rehén de los violentos. Ellos deciden cuándo se juega, a qué hora, con
o sin visitantes, o si directamente, como anoche, no se juega. El fútbol
argentino, mientras todos se hacen los distraídos, atraviesa su fase terminal.
Y así nos va.
Lo de ayer era la crónica de una batalla anunciada, por las
redes sociales primero, donde se cruzaban amenazas, y por los medios después.
Aún así, Independiente pugnó por jugar de noche. Aún así, la Bonaerense no pudo
hacer inteligencia previa. Y con la situación planteada, cuando el grupo de 700
barras que lidera Bebote avanzaba dispuesto a abandonar la popular Sur, que
habita desde el comienzo de la BN, para copar la Norte, la Policía requisó a la
facción de Loquillo, decidida a no ceder su lugar. Y según el parte firmado por
el comisario Perillo, estaban pertrechados con tres armas de fuego y una decena
de facas, en una casa abandonada, en la calle Bochini, dispuestos a emboscar al
rival. Una locura que se desactivó a tiempo y que llevó, lógicamente, a la
suspensión del partido por la Aprevide. Así era imposible jugar.
Los 33 barras que quedaron detenidos en la Comisaría Primera
empezarán a declarar hoy ante la UFI de Lomas de Zamora. La estrategia de
defensa ya está planteada. Rodrigo González, abogado de la facción oficial,
afirmó: “La causa está armada por la Policía. Van a tener que liberarlos a
todos y dar explicaciones. Ya pasó hace diez días con Loquillo, cuando le inventaron
un pedido de captura que era inexistente. Hay un pacto espurio para que vuelva
Bebote”.
La abogada de Pablo Alvarez, en cambio, lo desligó del
asunto. “Es la víctima de todo esto, la emboscada era para su gente, porque él
no va a la cancha. ¿Lo que escribió en Facebook sobre que se venía la batalla
final? En el mundo del fútbol eso no es una amenaza”, aseguró.
Pero la amenaza está. Y es de ambas partes. Para terminar
con eso, hay que echarlos del fútbol. De una vez y para siempre.
Fuente Olé
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