Por Fernando Gourovich; "CLARÍN".
Más allá de la victoria, el equipo de Avellaneda no supera
esa irregularidad y esos miedos que lo conducen a alternar minutos de buen
rendimiento con momentos de inseguridad.
Adentro. Daniel Montenegro mira fijo la pelota antes de
empujarla con su botín derecho para el 1-0. / MARIO QUINTEROS.
Independiente respira.
Lo hace como una descarga mental.
Casi a modo de necesidad,
después de tanta cosa mala. Suma y grita fuerte su resurrección.
Por eso, el
triunfo en La Plata sirve de bálsamo para el ánimo del equipo. Siempre con la
contingencia que implica la irregularidad del fútbol que mostró ayer por la
tarde. Todo eso sumado a la certeza de que Villa San Carlos es un equipo débil
en esta Primera B Nacional. Pero lo concreto es que el equipo de De Felippe avanza
de a poco y con cautela.
La historia de la tarde fue complicada para Independiente. Y
tuvo un poco de fútbol, mucho de desorden y un rato final para apretar los
dientes y aguantar.
Es que no hay partidos fáciles en el largo camino de la B
Nacional. Y vaya si lo sintió el Rojo , que debió trabajar de más y hasta
sufrir en el cierre contra un conjunto que jugó el partido más importante de
sus 88 años de historia como institución.
Independiente es todavía un equipo bipolar.
Alterna un rato largo de inseguridades con cinco minutos de
fútbol que promete. Y tiene algunos jugadores que pueden darle el salto de
calidad ante equipos que no ostentan tanto plantel. Como el pibe Matías Pisano,
un proyecto más que interesante, que metió un pase fenomenal para la buena
entrada de Gabriel Vallés, que desembocó en el gol del Rolfi Montenegro, aquel
que volvió en el peor momento de la historia del club. Fue la mejor jugada de
un primer tiempo de pocas luces y muchas sombras.
En la segunda parte llegó lo mejor y también lo peor de
Independiente. Fue en su rato de fútbol cuando el conjunto de De Felippe pudo
ver luz al final del túnel de sus carencias. Durante los primeros diez minutos
del segundo tiempo, llegó con claridad en tres oportunidades. Primero lo tuvo
Montenegro, que desperdició una pelota que le quedó franca para el remate en el
punto penal y tiró a las manos de Sessa. Después, Pisano volvió a frotar la
lámpara y gambeteó hasta al arquero, pero su definición fue defectuosa. Y la
tercera fue de Facundo Parra, que disparó con el borde externo del botín y la
pelota se fue pegada al palo.
Si Independiente hubiese convertido alguna, el partido
hubiera quedado sentenciado.
Pero el conjunto de De Felippe todavía convive con algunas
cuestiones que vienen de arrastre y que tienen que ver más con lo mental y con
lo anímico que con lo futbolístico. Entonces, ante la incapacidad para definir
el partido, sus volantes comenzaron a acercarse a los defensores.
Independiente se fue refugiando de a poco, sin que San
Carlos lo llevara por delante.
Casi por instinto o por la sensación de lo que le viene
ocurriendo hace un tiempo largo, lo hizo naturalmente. Y por eso sufrió
levemente en el final, con alguna pelota por arriba o una corrida de algún
jugador de los locales. Pero nada más.
Independiente consiguió una victoria de las que valen en la
estadística. Para conseguir dividendos en el juego deberá sacarse los miedos y
apostar lo hecho en aquellos 10 minutos de buen fútbol. Como para empezar a
entender que, aunque el camino sea largo, la estación de la Primera siempre
queda más cerca si se juega en libertad.
Fuente Clarín
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