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martes, 24 de septiembre de 2013

AFA Plus debutó pero no despejó una serie de dudas



Por Sebastián Varela del Río, enviado especial a Santa Fe

Se utilizó por primera vez en Santa Fe. Hubo demoras en el ingreso y los barras entraron sin ningún obstáculo.
 


La hora de poner el pulgar. AFA Plus en estadio de Colón. (José Almeida)

Todos hacen el mismo camino. Caminan por el primer control en el que los efectivos policiales sólo miran. Luego, se someten a un (muy) leve cacheo. Finalmente, encaran hacia la fila y esperan su turno. "Puede poner el dedo que quiera", dice el hombre que brinda las instrucciones. Pulgar en la máquina, luz verde de ingreso y a pasar el molinete. AFA Plus, el tan anunciado sistema de ingreso a los estadios del fútbol argentino, debutó en la tarde de Santa Fe.

La cancha de Colón es la piedra inicial de una medida que cosechó elogios de los dirigentes y muchas dudas a la hora de su aplicación.

Preguntarse si AFA Plus es bueno o es malo es, de entrada, pifiar el ángulo de observación. El sistema es, sencillamente, mejor que la falta de controles que reina en el fútbol argentino hace un buen rato.

El hincha debe empadronarse y cotejar sus datos. Y cada persona que ingrese a un estadio será identificada.

Claro, como la idea se aplica en un ámbito repleto de desórdenes, las grietas aparecen.

La aplicación en el estadio Brigadier Estanislao López fue correcta (se vendió como "exitosa"), aunque dejó planteadas muchas dudas.

Los hinchas de Colón ingresaron con total normalidad. 

Las tarjetas AFA Plus son todavía una cuenta pendiente y en Santa Fe se pasó el control con el carnet del club. La pequeña demora en el trámite (tarda menos de diez segundos) formó colas en algunos de los ingresos.

Habrá que ver de qué modo pueden resolverse las esperas en partidos de mayor magnitud. Pero eso es sólo una cuestión técnica. Y solucionable.

Hay otras que parecen más profundas, más arraigadas en el ADN de nuestro fútbol.

La barra de Colón, denominada Los Mismos de Siempre, se presentó en pleno e ingresó sin dificultades, cumpliendo con el sistema. Ellos siguen siendo parte. Y continuarán igual. Y aunque los dirigentes digan que los violentos son socios y que ellos no pueden hacer nada sin el poder del Estado, la hipocresía que oculta las evidentes relaciones no hará más que perjudicar el intento de AFA Plus. Importa poder apuntar dedos y tirar culpas hacia otros lugares. Nada más.

Ayer mismo, el partido estuvo parado por los objetos que le llovían al juez de línea Andrés Barbieri, desde la tristemente célebre Platea Este del Cementerio de los Elefantes, lugar desde el que habitualmente parten agresiones hacia jugadores rivales y árbitros. La Policía, como siempre a contramano, envió dos efectivos a cubrir con un escudo a Barbieri. ¿Pensarían seguirlo desde el corner hasta la mitad de la cancha en cada jugada? Increíble.

Al rato, otros efectivos se sumaron y se posicionaron mirando hacia la platea. Las instrucciones del oficial a cargo fueron trascendentales: "Pasen del otro lado de los carteles, que tapan las publicidades".

La aplicación de AFA Plus deja planteadas una pila de incógnitas. ¿Cómo identificarán a los violentos en cada hecho, más allá de contar con sus datos? ¿Las cámaras de seguridad servirán de algo? ¿Los barras se registrarán sin resistencia? ¿Si los dirigentes sucumbieron siempre ante la presión de darles entradas, qué impedirá que lo sigan haciendo? ¿Cuál será la política ante el negocio de puestos de comida, trapitos, ropa y hasta pases de jugadores? ¿Quién se animará a sacar a los popes de las barras de las listas si los incidentes ocurren fuera de los estadios?

En Colón, AFA Plus pasó un correcto debut. Pero es inevitable pensar que detrás de este sistema, hay un gran negocio vinculado a su aplicación y su ejecución. 

Y que, más allá de lo bueno o lo malo que sea el propio mecanismo, el fútbol argentino sigue con los mismos nefastos vicios que tenía antes de ayer.

AFA Plus es un paso, aunque lejos parece estar de brindar garantías de un cambio real mientras la hipocresía siga reinando.



Fuente Clarín

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