Independiente atraviesa sin dudas el momento más
crítico de su historia deportiva y, claro está, eso le juega en contra en cada
partido
Por Emmanue Gentile
Para colmo de males, su técnico, Américo Gallego,
intenta transmitir tranquilidad al plantel, pero, al menos durante los
partidos, son más los momentos en que emana nerviosismo e impaciencia.
Ese nerviosismo, para ser sincero, lo tenemos todos.
Empezando por los hinchas y pasando por cuerpo técnico y dirigencia, pero lo
más grave, lo tienen los jugadores. Y se entiende. En estos momentos en que nos
jugamos todo ¿quién puede tener la cabeza fría?
En la primera fecha, frente a Newell’s, Ernesto Farías,
un goleador de raza en plena sequía, pateó quizás el peor penal que haya
ejecutado en su carrera. En seguida Independiente se descuidó en el fondo y
comenzamos el torneo con una injusta caída de local.
El equipo se recuperó el fin de semana siguiente con
una victoria épica ante un Vélez muy superior, en la que demostró que pone el
corazón cuando la pelota no se puede manejar con criterio. Pero en ese mismo
partido, a los 20 minutos del primer tiempo, se vio cómo el central Julián
Velázquez, superado por la presión, levantó por el aire a Fernando Gago en la
mitad de la cancha en una jugada que a simple vista no representaba peligro
para el arco Rojo. Prácticamente, salimos a la cancha con diez.
En el tercer compromiso, como todos sabemos, el Rojo
encaró con los ánimos recuperados el clásico de Avellaneda, superando a un
Racing que en los papeles llegaba mejor, pero que resultó anodino, sin ideas y
algo temeroso. La costumbre, el gol tempranero del pibe Miranda, la camiseta,
el marco que puso la gente, la historia o quizás el miedo académico le
permitieron quedarse con los tres puntos.
Luego, con Arsenal en el Viaducto, tuvo 20 minutos de
pleno dominio, pero no fue punzante y en una jugada previsible, no marcó al
defensor que cabecea casi siempre en el área rival y lo pagó carísimo. Después,
la desesperación. Fue al ataque desordenadamente, sumando delanteros y restando
al conductor, Daniel Montenegro, por una lesión. No alcanzó.
Sabiéndose nuevamente en una posición peligrosa,
enfrentó a Godoy Cruz tratando de llevárselo puesto. Con la plena convicción de
ir a buscar el partido, pero sin darse cuenta que en el afán de atacar y atacar
el equipo rival dejaba huecos en la mitad de la cancha que eran una invitación
al gol mendocino. Esto lo sabía Martín Palermo, y lo supo aprovechar con sus
dos o tres jugadores de buen pie en alerta ante cada error de Independiente.
Después del único gol del Tomba no hubo manera de hacerla entrar. Parecía
predestinado. Otra derrota. Y de local.
“Son todas finales”, se suele decir en momentos como
este. Todos los equipos juegan con la desesperación de Independiente. Y lo
anticipó Gallego, la que se viene ahora frente a Quilmes es “la final del
mundo”. ¿Cómo la vamos a jugar?.
Fuente El Gran Campeón
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.