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lunes, 11 de marzo de 2013

El problema de jugar todas “finales”.




Independiente atraviesa sin dudas el momento más crítico de su historia deportiva y, claro está, eso le juega en contra en cada partido



Por Emmanue Gentile

Para colmo de males, su técnico, Américo Gallego, intenta transmitir tranquilidad al plantel, pero, al menos durante los partidos, son más los momentos en que emana nerviosismo e impaciencia.

Ese nerviosismo, para ser sincero, lo tenemos todos. Empezando por los hinchas y pasando por cuerpo técnico y dirigencia, pero lo más grave, lo tienen los jugadores. Y se entiende. En estos momentos en que nos jugamos todo ¿quién puede tener la cabeza fría?

En la primera fecha, frente a Newell’s, Ernesto Farías, un goleador de raza en plena sequía, pateó quizás el peor penal que haya ejecutado en su carrera. En seguida Independiente se descuidó en el fondo y comenzamos el torneo con una injusta caída de local.

El equipo se recuperó el fin de semana siguiente con una victoria épica ante un Vélez muy superior, en la que demostró que pone el corazón cuando la pelota no se puede manejar con criterio. Pero en ese mismo partido, a los 20 minutos del primer tiempo, se vio cómo el central Julián Velázquez, superado por la presión, levantó por el aire a Fernando Gago en la mitad de la cancha en una jugada que a simple vista no representaba peligro para el arco Rojo. Prácticamente, salimos a la cancha con diez.

En el tercer compromiso, como todos sabemos, el Rojo encaró con los ánimos recuperados el clásico de Avellaneda, superando a un Racing que en los papeles llegaba mejor, pero que resultó anodino, sin ideas y algo temeroso. La costumbre, el gol tempranero del pibe Miranda, la camiseta, el marco que puso la gente, la historia o quizás el miedo académico le permitieron quedarse con los tres puntos.

Luego, con Arsenal en el Viaducto, tuvo 20 minutos de pleno dominio, pero no fue punzante y en una jugada previsible, no marcó al defensor que cabecea casi siempre en el área rival y lo pagó carísimo. Después, la desesperación. Fue al ataque desordenadamente, sumando delanteros y restando al conductor, Daniel Montenegro, por una lesión. No alcanzó.

Sabiéndose nuevamente en una posición peligrosa, enfrentó a Godoy Cruz tratando de llevárselo puesto. Con la plena convicción de ir a buscar el partido, pero sin darse cuenta que en el afán de atacar y atacar el equipo rival dejaba huecos en la mitad de la cancha que eran una invitación al gol mendocino. Esto lo sabía Martín Palermo, y lo supo aprovechar con sus dos o tres jugadores de buen pie en alerta ante cada error de Independiente. Después del único gol del Tomba no hubo manera de hacerla entrar. Parecía predestinado. Otra derrota. Y de local.

“Son todas finales”, se suele decir en momentos como este. Todos los equipos juegan con la desesperación de Independiente. Y lo anticipó Gallego, la que se viene ahora frente a Quilmes es “la final del mundo”. ¿Cómo la vamos a jugar?.


Fuente El Gran Campeón

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