Por Gustavo Yarroch
El Gobierno y la AFA anuncian medidas leves, aunque
durante este año hubo disturbios todos los fines de semana.
Se terminó. Se trata de la amistad entre Mauro Martín
(jefe de La 12 preso) y Maxi Mazzaro (el 2°, prófugo). Ahora, sus hombres se
enfrentan entre sí. Y además quiere recuperar el poder en la tribuna el grupo
disidente de los “¿Ex? Di Zeo”.
De terror. Rousseau (camiseta de Los Pumas), William
Schlenker (atrás, con remera de River) y Acro (arriba, de musculosa) juntos,
combatiendo en Paraguay, en 2006. Terminaron peleados y con Acro muerto. El
símbolo de las internas entre barras.
El martes, la AFA decidió castigar con prohibición de
concurrencia a las canchas por una fecha a las hinchadas que protagonicen
episodios violentos.
Ayer, el Secretario de Seguridad de la Nación, Sergio
Berni, anunció que desde la séptima fecha del torneo Final sólo se jugará en
Capital Federal un partido de la A y otro de la B Nacional con el fin de
achicar las chances de enfrentamientos entre barras.
Se trata de medidas
demasiado tibias, de parches que en ninguno de los casos atacan a fondo ni a
las barras ni a sus financistas, los dirigentes políticos y deportivos.
Desde
que comenzó la temporada, no hubo un fin de semana sin que se produjera algún
disturbio, con el agravante de que ya hubo dos muertos por pujas internas en
las barras de Tigre y Gimnasia y Esgrima La Plata.
Las peleas por el poder de
una tribuna se transformaron en una moda peligrosa: de los 40 equipos que hay
entre la A y la B Nacional, en 14 hay dos o más barras dispuestas a pelear a
los tiros por los negocios en juego.
Y si en lo que va de 2013 no ocurrieron
más asesinatos, fue sólo por la mala puntería o impericia de los agresores en
el momento de perpetrar sus ataques: hubo heridos de bala en las hinchadas de
Chacarita, Huracán, Morón y Nueva Chicago, y de armas blancas en la de River.
Anoche mismo, frente a la sede de Estudiantes de La
Plata, se enfrentaron a tiros dos grupos. No se reportaron heridos ni
detenidos.
Los principales colmos ocurrieron en San Juan y en
Buenos Aires. El miércoles 6, en la provincia cuyana chocaron en la ruta las
barras de Huracán y Morón, enemistadas desde 1997. Los organizadores de la Copa
Argentina y los organismos de seguridad no repararon en ello y las hinchadas
recorrieron en micros el mismo camino porque ambos equipos jugaron por la Copa
Argentina con Racing de Olavarría e Instituto, respectivamente, en la misma
cancha y con tres horas de diferencia.
Lo evitable ocurrió y dos hinchas, uno de cada equipo,
terminaron heridos de bala.
El domingo, en la avenida General Paz, la barra de
Colón atacó a hinchas de River y dejó tres heridos, dos de ellos de armas
blancas.
Lo curioso es que todas las barras son escoltadas por la Policía en sus
traslados a los estadios. Y la de Colón quedó desprotegida por una
desinteligencia, u omisión, entre la Bonaerense y la Federal. Al quedar
encerrados entre hinchas de River, atacaron a los más cercanos. Hirieron a
puntazos a dos que terminaron en el hospital Pirovano y destruyeron las
ventanillas de micros que los trasladaban.
De cualquier modo, los enfrentamientos entre hinchadas
de distintos equipos se volvieron más bien una rareza. Ahora, la violencia se
desarrolla puertas adentro, entre bandos de un mismo club.
En la A, hay ocho barras que viven internas peligrosas:
las de Boca, River, San Lorenzo, Vélez, Tigre, Estudiantes, Lanús y Quilmes. Y
en la B Nacional ocurre lo mismo en seis clubes: Almirante Brown, Nueva
Chicago, Deportivo Merlo, Gimnasia y Esgrima La Plata, Gimnasia de Jujuy y
Banfield.
Pelean por los negocios que rodean a las barras :
reventa de entradas, estacionamientos, merchandising y hasta aportes de dinero
de parte de dirigentes políticos y deportivos.
Esos mismos dirigentes que viven
protegiéndolos bajo sus alas. En la mayoría de los clubes, en las listas del
derecho de admisión sólo aparecen barras disidentes.
No quieren, no les
conviene, o simplemente tienen miedo de enfrentarlos.
Y como el Estado tampoco
se compromete a fondo para erradicarlos, el próximo muerto está a la vuelta de
la esquina.
Fuente Clarín
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