Por Cristian Fernández
No hay dudas que la derrota del domingo ante Olimpo en Bahía
Blanca es más que vergonzante.
Duele en lo más profundo, preocupa y a la vez da mucha
bronca.
Muchos dirán que con el diario del lunes es más fácil
hablar. Otros corregirán alguna frase.
Pero creo que todos lo harán desde el dolor más grande por
esta camiseta.
Claro está, quedan
eximidos aquellos que ante esta caída, la tercera consecutiva, están mofándose
de esta desgracia que estamos viviendo.
Lamentablemente no me refiero a hinchas de otra camiseta.
En Bahía el equipo dio muestras de lo peor. Todavía resuena
la frase de Antonio Mohamed: “la actitud no se negocia”.
O las palabras del Tolo aquella noche del debut de su
segunda etapa, en la cancha de Lanús, con una goleada nefasta: “Esto no da para
más, parece que a estos jugadores les da lo mismo ganar que perder”.
Ojo, lejos estoy desde estas líneas de pedir el regreso del
Tolo.
No siento que sea el salvador para este momento del club.
Simplemente estoy graficando la falta de reacción, dinámica,
ganas y, como se dice en la jerga futbolística, huevos, para todo: marcar,
pedir la pelota, eludir a un jugador o rematar al arco.
Sé que hay mucho pibe en el plantel. Que hay que tener
paciencia, pero con eso no se ganan partidos.
Tampoco se ganan por
quién grita más fuerte en la tribuna. Esto no es Racing, se escuchará
seguramente. Ahora, algunos más, gritarán que no es River y menos San Lorenzo.
Lo cierto que esta caída libre nos está llevando a esa realidad.
Yo no quiero escudos. No quiero la salida fácil y estoy de
acuerdo con Javier Cantero.
Esto es un problema netamente futbolístico, que lo único que
hace es darle más notoriedad a uno que tiene más aliados que detractores, según
se ve partido tras partido con la “fiesta” en la tribuna de todas las canchas.
Es el momento en el que Independiente debe salir a mostrar
su grandeza. Dar un golpe de timón y buscar salidas con lo que tenemos.
Ojalá que venga alguien que dé fútbol a un mediocampo
acéfalo de juego, huérfano de ideas y hambriento de ganas.
No puede ser que jugadores jóvenes, hábiles, de gran
velocidad no sepan qué hacer cuando un defensor les propone un mano a mano.
La realidad es triste. Encima no tienen más feliz idea que
tocar la pelota hacia atrás, provocando que los defensores o volantes de marca
hagan lo que no saben y para lo que no les pagan.
Es hora de que Cristian Díaz tome las riendas. Decida una
línea de juego y dé ese golpe de efecto que suelen dar los líderes en serio.
El problema es mayúsculo, pero sobre todo futbolístico.
En estas últimas fechas se hundió más aún el nombre y la
realidad de nuestra querida y gloriosa Institución.
Ante Arsenal se jugó mal, pero se recibió un gol muy
temprano y se perdió con un equipo que juega muy bien la pelota parada.
Con All Boys se cayó por errores propios pero se intentó
buscar por todos lados, con grandes limitaciones, pero el esfuerzo existió.
Lo más preocupante es que ante Olimpo no hubo nada de nada.
El equipo recibió dos goles y se mantuvo siempre en estado
vegetativo. No tuvo reacción, ni actitud y mucho menos la sensación de estar
molesto por estar perdiendo con un equipo que está condenado.
¿Se habrán acostumbrado a los fracasos y a la derrota? Si el
plantel no tiene ganas, el futuro del Rojo es peor que incierto. Mejor dicho,
es una certera afirmación: Pelear el descenso. Me resigno a eso. Pienso para
arriba y que si traemos un volante de llegada que se pueda parar de “10” tenemos
que pelear el campeonato.
Si mirás para abajo te mareás y seguro te caés.
Tenemos que estar unidos, pero la responsabilidad mayor para
sacar de este agujero futbolístico al equipo recae en Cristian Díaz.
La actitud es pura y exclusiva responsabilidad de los jugadores.
Ojo, no hubo redundancia en utilizar la palabra responsabilidad.
Hace tiempo que vestir los colores de Independiente es una
falta de respeto a la historia y sobre todo, un acto irresponsable.
Fuente Infierno Rojo
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