Por Eduardo Verona
Antes y después de asumir como entrenador de Argentina,
Jorge Sampaoli viene recibiendo críticas muy duras de sus colegas. Ahora fue
Diego Maradona, desde Dubai, quien le dedicó algunas descalificaciones e
ironías. La razón fundamental que explica este escenario adverso, es que un
forastero del fútbol argentino como Sampaoli se haya quedado con la Selección.
Costos y daños colaterales.
Jorge Sampaoli debe saber a sus 57 años que se metió en la
boca del lobo. Y si no lo cree porque interpreta que es una exageración sin
contenido, alguien tendría que hacérselo saber, considerando que vivió muchos
años en el exterior, hasta su regreso a la Argentina para conducir a la
Selección (en principio) en las Eliminatorias para Rusia 2018.
El ataque que Diego Maradona le dirigió desde Dubai cuando
afirmó que “en lugar de reunirte con Macri reunite con Menotti”, planteando que
“le tiras la pelota y te la devuelve con la mano”, soltando que a él lo
“falseó” y que “el Corcho últimamente dejó al Sevilla en la puerta del
cementerio”, no son circunstancias excepcionales. Forman parte del singular
“comité de recepción” que Sampaoli tendrá que frecuentar, aunque él sostenga
que lo que pasa afuera no le interesa ni lo afecta en absoluto. Difícil
creerle.
Las frases al voleo de Maradona que apuntan a descalificarlo
con el estilo bizarro que suele adoptar Diego cuando algo no lo complace, son
en realidad las primeras caricias (las otras fueron de Carlos Bilardo y del
inefable Caruso Lombardi) que está recibiendo el nuevo entrenador de la
Selección nacional.
¿Por qué Sampaoli despierta tanto rechazo y agresividad
reprimida? Porque está en el lugar que muchos protagonistas quisieran estar.
Por ejemplo, Bilardo. Por ejemplo, Maradona. Y tantos otros que están
convencidos que tienen mayores derechos adquiridos. Y esto no se perdona. Es el
costo o el daño colateral de quedarse con la mina más linda.
¿Por qué Sampaoli despierta tanto rechazo y agresividad
reprimida? Porque está en el lugar que muchos protagonistas quisieran estar.
La Selección, aún agarrada con alfileres de cara al próximo
Mundial (de hecho por el momento en las Eliminatorias está en zona de repechaje
a 4 partidos del cierre), es la mina más linda desde que el Flaco Menotti
refundó su institucionalidad tantos años dañada, cuando asumió en octubre de
1974. A partir de allí (el 1-1 ante España en el Monumental), la Selección se
convirtió en un auténtico objeto del deseo, a pesar de las viejas y nuevas
ignorancias que alumbraron y alumbran los dirigentes del fútbol argentino,
muchísimo más funcionales a la mediocridad que a la vanguardia.
¿Qué se le critica y se le enrostra a Sampaoli? ¿Qué casi ni
jugó al fútbol? Es cierto. Igual que Marcelo Bielsa. Arrigo Sacchi, por citar
otro caso, nunca jugó al fútbol y sin embargo fue el técnico que revolucionó
las estructuras del fútbol italiano cuando dirigió a aquel formidable Milan de
los 80, con Maldini, Baresi, Rijkaard, Van Basten y Gullit, entre otras
celebridades. Tampoco Carlos Alberto Parreira jugó al fútbol y sin esa carta de
presentación igual fue el entrenador de Brasil, campeón del mundo en Estados
Unidos 94, con Romario como la mayor estrella del Scratch. Y también fue el
entrenador de Brasil en Alemania 2006, eliminado en cuartos de final.
En realidad que Sampaoli “te devuelta la pelota con la
mano”, como dijo Maradona arrojándole una piedra de algodón, no revela que
tenga más o menos conocimiento como técnico. La historia del fútbol recoge que
hubo grandes jugadores que como técnicos no lograron mover el amperímetro.
Bochini y el Beto Alonso son dos casos testigo. Mario Kempes y Maradona
también. La grandeza sin par de Diego (solo puede entrar en este registro Pelé)
se enfoca, con exclusividad en su aporte extraordinario como jugador. Como
técnico, en cambio, no trascendió, aunque haya conducido a la Selección en
Sudáfrica 2010. Y esto Maradona no lo puede negar. Ni relativizar porque es una
verdad incontrastable.
En realidad que Sampaoli "te devuelta la pelota con la
mano", como dijo Maradona arrojándole una piedra de algodón, no revela que
tenga más o menos conocimiento como técnico.
No se transfiere la sabiduría para jugar al fútbol en la
especialidad de un entrenador. Salvo excepciones. La más clamorosa fue Johan
Cruyff. Inmenso y colosal como jugador expresando la suma de todas las
inteligencias y brillante como entrenador. Cruyff cerró casi con perfección
artesanal ese círculo. Otro fue Franz Beckenbauer en los dos planos: jugador y
técnico campeón del mundo, aunque no alcanzó la dimensión total de Cruyff ni su
influencia como conductor.
Sampaoli, por ahora, está en el medio de las tormentas. El
suele comentar que no es un consumidor del universo mediático. Que se abstrae
de ese mundo que entretiene y construye subjetividades más falsas que reales.
No deja de ser una manera de protegerse. De huir para adelante. Si hace bien o
mal forma parte de las experiencias individuales imposibles de replicar.
De lo que no puede evadirse Sampaoli es de la
representatividad del cargo que ostenta hace un par de semanas. Esa representatividad
es la provocadora de los bombazos que le arrojan desde afuera. Si es débil, lo
va a sentir. Si denuncia fortalezas, también. La Selección no le perdona la
vida a nadie. El Flaco Menotti y Carlos Bilardo, aun consagrándose campeones
del mundo, puedan dar fe.
Fuente Diario Popular
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