Por Claudio Mauri
Foto: Archivo
La violencia, que siempre es repudiable en sí misma,
distorsionó lo que debía ser la Asamblea de Independiente.
El grupo de vándalos
que atacó a los sillazos convirtió a Javier Cantero en víctima, cuando en
realidad debía comparecer y dar respuestas como principal responsable del
traumático momento por el que atraviesa el club.
Si los actos de barbarie, que
un rato antes habían incluido salivazos, insultos y otros tipos de proyectiles,
pretendían ser destituyentes, lo único que consiguieron fue que todos los que
aspiran a tener un fútbol más sensato y sin patoterismo se solidarizaran con el
presidente de Independiente, que aprovechó la ocasión para volver a hacer suya
la bandera que le ayudó a ganar las elecciones: la lucha contra la barra brava.
Nadie puede beneficiarse ni sentirse agradecido por una
salvaje agresión. Fueron tres, cuatro minutos en los que Cantero y un grupo de
dirigentes la pasaron muy mal, sintieron el lógico miedo a sufrir heridas, a
exponer sus vidas.
La Asamblea era la ocasión para que Cantero "la pasara
mal" de otra manera, más civilizada y respetuosa, dentro de los cauces institucionales.
Más que con una silla voladora, a Cantero se lo podía poner en aprietos con el
pedido de explicaciones por el descenso, por una situación económica que no es
un ejemplo de austeridad, por una laxitud con la barra que lo dejó sin la
imprescindible colaboración de Florencia Arietto, por la desacertada
conformación de los planteles que debían evitar la caída a la B Nacional.
Todo
eso sí podía hacerlo temblar a Cantero en su silla. El enjuiciamiento verbal
era más peligroso para su autoridad que la cobarde emboscada.
Independiente sigue sufriendo por la falta de
dirigentes que lo lleven por el buen rumbo, que lo saquen de una anarquía
continuada.
Sumaba una década de malas administraciones entre Ducatenzeiler y
Comparada. Cantero, con su perfil de outsider y un discurso incontaminado,
representó una esperanza -no sólo para Independiente, sino para todo el fútbol
argentino- que se está desdibujando conforme avanza su gestión. Apostó fuerte
al querer diferenciarse de los vicios que comparte la manada de la dirigencia
argentina, pero le pasó lo peor: se quedó solo y se fue pareciendo a los de la
corporación.
La oposición política de Independiente está lejos de elevar el
debate y fomentar soluciones.
Si Nakis y los Moyano son las voces disidentes,
los oficialistas siguen en condiciones de tener la palabra.
Ahora, la Asamblea fallida se reprogramará, muy
probablemente sin socios. Sin violencia, cuya furia, en vez de debilitar a
Cantero, acalló el descargo que esperaba la mayoría de los hinchas de Independiente.
Fuente Cancha Llena
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