Por Eduardo Ahmar Dakno
Un nuevo capítulo se incorpora a una larga historia
nunca resuelta, más bien progresivamente agravada. La lucha contra la reventa,
la falsificación de entradas, las incomodidades, la consuetudinaria
desconsideración con el público, la violencia y la inseguridad que implican
presenciar un partido de fútbol en la Argentina hoy tienen forma de tarjeta.
AFA Plus coexistirá con operativos policiales que
crecen en número y costos, pero no en eficiencia. Acompañará a barras con
escoltas que pagamos todos y allanan su llegada a cada cancha como si fueran
celebridades. Facilitará el ingreso en estadios con mayores pulmones de
seguridad, vergonzoso símbolo del oxígeno que ganan los violentos,
injustificable vacío para hacinar a los hinchas genuinos. No habilitará la asistencia
de visitantes cuando el enésimo parche lo decida para impedir lo que quienes
detentan el poder se empecinan en impedir: que los mercenarios de las tribunas
se adueñen del espectáculo o le pongan fin cuando se les ocurre irrumpir con su
salvajismo.
AFA Plus tampoco permitirá ver partidos a puertas
cerradas por más que el portador sea el papa Francisco. Ni obligará a mejorar
las instalaciones o a cumplir con el olvidado compromiso de contar con estadios
sólo con espectadores sentados. El insondable espectro de posibles aplicaciones
no contempla ponerle fin a la demora en la salida del público local para evitar
enfrentamientos con los visitantes. No impedirá partidos programados en días y
horarios insólitos para evitar cruces entre barras. Mucho menos servirá para
que los organizadores del fútbol argentino consulten o atiendan más la
necesidad de la gente que los intereses políticos o la lucha por un punto de
rating.
Con AFA Plus seguirán siendo peligrosas las banderas,
las radios, los paraguas, los cinturones con hebillas metálicas... Sin embargo,
no impedirá el ingreso de ataúdes ni amenizar los entretiempos con marchas
fúnebres. Sí convivirá con los cacheos, el derecho de admisión, el sistema
Sabed, presentado por el Gobierno hace menos de un año, el morpho touch, los
molinetes, las tarjetas magnéticas, los monitoreos, las cámaras de seguridad,
el endurecimiento de sanciones previstas en leyes que nunca se aplican, los
reglamentos que se reescriben para no ser cumplidos...
Esta claro, AFA Plus no es ni aspira a ser la panacea
para un fútbol "apocalíptico, tramposo e histérico", como definió
Gerardo Martino, el DT del campeón del Final. Su irrupción es "a favor de
la familia", "a favor de la seguridad".
Pero no deja de ser una nueva oportunidad.
Un
instrumento para saber si, por fin, existe la firme decisión política de atacar
en su núcleo a las lacras de las tribunas.
Es otra ocasión para desterrarlas
del fútbol.
Es una inmejorable excusa para que todos los involucrados, por una
vez, al menos, dejen de lado la hipocresía, los mezquindades y se propongan,
juntos, un objetivo indeclinable: aniquilar el Frankenstein creado por los
dirigentes, alimentado con empleos públicos, usado como fuerza de choque,
prebendas, complicidades, entradas, indumentaria deportiva, concesiones,
tráfico, viajes, impunidad, negocios... ofrecidos por políticos, sindicalistas,
policías, jugadores, técnicos... y los mismos dirigentes que hoy imploran por
ayuda y, como respuesta, encuentran "la entrega" y zonas liberadas...
Está claro, no todo es culpa del fútbol y quienes lo conducen.
Sería ideal, entonces, que ninguno de los "300
tarados que estropean la fiesta en las canchas" reciba AFA Plus. "Son
conocidos por todos", se escudan y miran para otro lado quienes tienen la
obligación de combatirlos. Registrarlos será reconocerse como rehenes, admitir
que son funcionales a intereses que van más allá del terreno de juego. Será, en
definitiva, transitar otra vez el fracaso, pero con un plus: el de la
legitimación de la violencia.
Fuente Cancha Llena
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