Pablo Cavallero, ex arquero de la Selección y colaborador de
Pellegrino en el Rojo, destacó la resurrección de Rodríguez ante Vélez, cuando
fue castigado con fuertes silbidos debido a sus errores en la Sudamericana.
Pablo Cavallero atajó 26 partidos en Selección entre 1998 y
2004.
Por Fabian Rodriguez y Favio Verona
Sus palabras portan el valor agregado de la experiencia.
Pablo Cavallero habla respaldado por sus vivencias. Sus 41 años vinieron
acompañados por una figura más robusta, pero también por la sapiencia que
concede el tiempo. El fútbol lo formó, lo nutrió de conocimientos que hoy
intenta transmitir desde su rol de entrenador de arqueros. La pelota le dio
todo, pero también lo golpeó en más de una oportunidad. Sabe de qué está
hablando cuando se refiere al suplicio que vivió Diego Rodríguez tras el penal
que dilapidó y el gol que se comió ante Independiente Santa Fe (0-1), errores
que desencadenaron la eliminación del Rojo de la Sudamericana. Por eso, se
siente identificado con el Ruso.
-¿Cómo manejaron la situación?
-Yo sufro los malos momentos de mis arqueros. Traté de
acompañarlo porque sabía lo que estaba sintiendo. Dios le dio otra oportunidad
ante Vélez (1-0) con el penal que pateó sobre la hora. Ese día demostró que
tiene mucha personalidad y valentía. Tenía todo para perder y muy poco para
ganar, pero se hizo cargo de la responsabilidad. Por suerte convirtió y pudo
empezar a dejar atrás los días difíciles.
-¿Qué le dijiste?
-Bielsa siempre me decía que el éxito no te permite mejorar
en nada, que te hace peor porque te relaja. Y que es en la derrota cuando
apretás los dientes, te replanteás un montón de cosas y la reflexión te hace
crecer. Los futbolistas progresan cuando empiezan a superar obstáculos. El Ruso
dio un paso muy grande en estos días. Pateó el penal con el corazón en la mano,
no le podía poner más energía a esa situación. Y pudo salvarse un poco del
momento que le estaba tocando vivir.
-Al Ruso lo silbó su propia gente. ¿Es posible para un
arquero abstraerse de eso?
-Antes del partido contra Vélez hablé mucho con él y le dije
con qué se podía llegar a encontrar. El estaba preparado y cuando laburás a
full, el de Arriba te compensa. No es fácil jugar en esas circunstancias, con
tantos murmullos. Pero la vida puso a prueba al Ruso y él la supo superar. Sus
compañeros deben tomarlo como un ejemplo.
-En algún momento dijiste que el arquero suele sufrir un
daño moral. ¿Cómo se afronta?
-De los 11, es el que más frecuenta los extremos del éxito y
el fracaso. En este puesto, una falla te deja muy expuesto. Es muy difícil para
un arquero cometer un error grosero y jugar al otro domingo. Pareciese que
tenés que volver a demostrar que sabés jugar, que tenés la jerarquía necesaria
para ocupar el arco. Y más en la Argentina, donde parece que si perdés no
servís para nada. Hay que trabajar la parte psicológica, un arquero no puede
darse el lujo de que una situación externa le baje la autoestima.
-¿Es necesario trabajar con un psicólogo?
-En el fútbol uno se forma a los ponchazos. Y un bife no se
puede cocinar en cinco minutos. La personalidad tarda en desarrollarse. Si no
estás preparado, el personaje de jugador te come, te absorbe. Por eso veo bien
que se implemente un profesional.
-¿Le brindás apoyo psicológico al Ruso?
-Sí, hablo mucho con él y con Montoya. Yo también he
padecido mucho. El puesto de arquero es sufrido porque cuando te equivocás tus
compañeros se dan vuelta y te miran como diciendo: “¡Mirá lo que hiciste, por
tu culpa nos empataron!”. Eso es muy feo. Me ha pasado y no salí de mi casa
para no cruzarme con nadie por temor a que me dijeran algo. Hoy trato de
desdramatizar esa situación. No quiero que mis arqueros vivan lo mismo que me
tocó vivir a mí. Trato de brindarles cierto respaldo.
-¿En esa coyuntura hay espacio para disfrutar?
-Es necesario que el arquero sepa encontrar el disfrute, porque
las frustraciones te llevan a bajonearte y a ser un peor jugador. Yo disfruté
muy poco. He hablado con futbolistas que jugaron 500 ó 600 partidos y la
mayoría pueden contar con los dedos de una mano los que disfrutaron. Hay que
plantearse objetivos cortos, si te ponés diez metas por delante, sólo alcanzás
cuatro. Hoy disfruto de enseñarles a los demás lo que aprendí en base a mis
experiencias.
-¿Qué les sugerís a los arqueros que entrenás?
-Que miren los resúmenes de los goles para ver cómo definen
los delanteros en distintas situaciones, que tomen nota de todo. Yo fui un
arquero normal, pero llegué a la Selección porque fui inteligente y siempre
intenté estar en todos los detalles. Llegué a tener cuadernos con más de 400
penales anotados. No fui brillante, creo que el fútbol me dio más de lo que
merecía y me siento obligado a transmitirles un testimonio a otros chicos.
-¿Sabés que es probable que al Ruso lo vendan?
-Es el mejor arquero de la Argentina con los pies y tiene
mucha personalidad. Es lógico que los veedores de afuera le presten atención.
Si se va, no va a ser fácil reemplazar a un arquero con tanta personalidad y
ascendencia en el grupo.
-¿A los delanteros también los aconsejás?
-Sí, bastante. Contra River (3-0) se dieron dos jugadas
similares a las que yo había imaginado que se podían llegar a dar. Y ambas
terminaron en gol. A nuestros delanteros les marco defectos del arquero rival.
Les digo: “Fijate que si quedás mano a mano va a salir, picásela”. Hay arqueros
que suelen tirarse siempre para el mismo lado teniendo en cuenta si el que
llega a definir es zurdo o diestro. Otros te suelen regalar el primer palo. Eso
no lo ven todos.
"El golpe más duro que sufrí"
Cavallero recordó la eliminación en Corea-Japón 2002.
"El equipo llegó muy saturado", comentó.
En ese momento no estaba el Messi del arco en la Selección
Argentina. La media era normal y me pude instalar con mucho esfuerzo y
sacrificio. Todo por estar en los mínimos detalles. Entrenaba mucho por mi
cuenta, sabiendo que compartía vestuario con Batistuta, Balbo, Redondo,
Caniggia y Verón. Eran tipos de elite y sabía que yo no representaba en mi
puesto lo mismo que ellos”. Así es Pablo Cavallero, un tipo que realiza una profunda
autocrítica, no oculta defectos y acentúa las virtudes.
Durante ocho años formó parte de la Selección, fue dirigido
por Daniel Passarella y Marcelo Bielsa. Logró la medalla de plata en Atlanta
96, fue el tercer arquero en Francia 98 detrás de Roa y Burgos, y atajó tres
partidos en Corea-Japón 2002, dejando en el banco de suplentes al Mono y a
Bonano. Al día de hoy no puede superar la eliminación en primera ronda: “El
equipo llegó muy saturado al Mundial por la cantidad de compromisos que tuvo
cada uno en sus equipos. Y si en esos 22 días no tenés bien a los cinco tipos
que te marcan la diferencia, no se puede. Nosotros llegamos sin esa frescura
que tuvimos en las Eliminatorias y en los amistosos que jugamos por Europa,
donde el equipo volaba. Por esa razón, fue el golpe más duro que sufrí a nivel
deportivo y no volví a ver ese partido contra Suecia”.
“Siento que el fútbol me dio más de lo que esperaba o
merecía”, describió Cavallero al momento de repasar su carrera, luego explicó
cómo debe ser la preparación de un arquero de Selección, bajo su experiencia
personal:
“Entrenaba como si cada día fuera el último. Al hacerlo a fondo en
una hora y cuarto se generan un montón de beneficios. Uno no se da cuenta a
veces cuando es jugador. Además, si lo soñaste toda tu vida tenés que
disfrutarlo, sobre todo en los entrenamientos porque en los partidos existe
mucha responsabilidad. Vení, matate un día, matate al otro y cuando te querés
acordar superaste a la media”. Y por último, destacó a Chiquito Romero: “Me encanta
su estilo. Es ágil y con trayectoria, a pesar de su juventud. No es fácil
mantenerse”.
Fuente Olé
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