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lunes, 24 de julio de 2017

Marginalidad y fútbol. El miedo callejero en Rosario

Marginalidad y fútbol. El miedo callejero en Rosario y clubes que levantan paredones contra las balas perdidas
Víctimas de tiroteos entre bandas narco, clubes rosarinos cambian los alambrados por ladrillos para protegerse; historias de terror en el interior del país


Cristian Grosso

El club Defensores de America, en zona norte de Rosario, donde el año pasado resultó herido un nene que jugaba al futbol, tras enfrentarse a tiros dos bandas del bariio. Allí ya se observa el muro para proteger a los chicos de las balaceras
El club Defensores de America, en zona norte de Rosario, donde el año pasado resultó herido un nene que jugaba al futbol, tras enfrentarse a tiros dos bandas del bariio. Allí ya se observa el muro para proteger a los chicos de las balaceras. Foto: LA NACION / Marcelo Manera
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ROSARIO.- Primero se escucharon los disparos. Después los gritos, luego los llantos. Hace algo más de un año el terror paseó por Defensores de América, un club ubicado en la zona noroeste de Rosario, en un pulmón verde en medio de un barrio copado por bandas vinculadas al narcotráfico. Un tiroteo entre dos grupos provocó que dos pibes de 7 y 8 años resultaran heridos de bala. Más tarde la policía confirmó que se dispararon más de 60 balazos, y varios terminaron en el interior de la precaria institución. Los chicos se recuperaron, pero sigue ahí esa sensación de abandono y desprotección.


Dos meses estuvo cerrada la canchita. Un alambrado era insuficiente. Un escudo absolutamente permeable frente a la violencia callejera. Ahora el predio de Defensores de América luce un paredón. Es sólo un muro de ladrillos huecos, en definitiva siempre insuficiente ante los fantasmas que sacuden a este club, donde alrededor de 120 chicos de la zona se entrenan dos veces por la semana y muchos sueñan en seguir las huellas del defensor Fabián Monzón, el ex Boca, que dio sus primeros pasos en ese barrio que no era tan bravo como ahora.

Las balaceras se repiten le cuentan a la nacion los vecinos. Los ajustes de cuenta suelen tener una raíz en la discusión por algún búnker de drogas. Estos hechos se repiten con frecuencia en Rosario. Cinco instituciones deportivas barriales, aparte del club Defensores de América, están construyendo paredones para proteger a los chicos. En el club 17 de Agosto, ubicado en el barrio donde se gestó la banda de los Monos, el Estado aportó fondos a través del programa Abre para la edificación de un muro. Nuestra Señora de Itatí, el Millonario, General San Martín A y Renacer son otras instituciones que también están cerrando el perímetro de las canchas con ladrillos para cuidarse de las balas zumbonas. Los gobiernos municipales de Mónica Fein y el provincial de Miguel Lifschitz colaboran con partidas especiales para afrontar los aproximadamente $ 70.000 que cuestan las murallas.


La violencia marca el pulso y cambia la geografía del fútbol. San Martín de Los Hornos, un club de la Liga Amateur Platense, que en 2013 jugó el Federal C, estuvo casi una década sin jugar la Liga platense por haber sido desafiliado en 2001 debido a la violencia que rodeaba sus partidos. Una hinchada numerosa y agitada, con integrantes de un barrio marginal de Los Hornos. También Cambaceres estuvo casi dos años sin jugar en Ensenada: desde noviembre de 2011 hasta agosto de 2013, por decisión de los organismos de seguridad. Sucesivos hechos de violencia en la zona hicieron que el club tuviera que hacer de local en diferentes canchas del conurbano, algunas a más de 50 kilómetros de su ciudad.

"Si descendemos a la C, hay balas en las piernas para todos", alertó el jefe de la barra brava de Cambaceres. La historia ocurrió en el mismísimo vestuario y es bien conocida por Ensenada. Sucedió hace algo más de una década, cuando el Rojo se jugaba la permanencia en primera B. Aquella vez, el plantel zafó. El estadio de Cambaceres se encuentra a unas cuadras del barrio "5 de Mayo", una zona complicada de monoblocks en la que viven la mayoría de los barras del club.


La película en el gran Mendoza sigue el mismo guión. Sobran ejemplos que erizan la piel. El club Atlético Argentino, en el departamento de Guaymallén, hoy en la Liga provincial, está acechado por serios problemas de inseguridad, incluso la sede llegó a ser tomada por una porción de la hinchada de 'Los Bolis'. Atlético Palmira, en General San Martín, vive en el ocaso. Su estadio Jarillero, junto a la ruta 7, quedó atrapado por una zona de baldíos y asentamientos. Y mientras el club Huracán Las Heras tiembla azolado por crecientes villas de emergencia, el club Jorge Newbery hace tiempo que directamente dejó de existir.

Pobres contra pobres

"¿Te acordás cuando el club era como la iglesia, es decir un lugar de culto, el refugio del barrio? Ese tiempo ya pasó", se angustia Rodrigo Gaitán, jugador del club Los Andes, de la B de la Liga cordobesa y periodista deportivo. "Hace poco nos robaron hasta la leche y el azúcar del club y nos quedamos sin nada en el merendero. Increíble, la gente que robó quizá eran los padres o los hermanos de los pibes que iban a recibir la comida. Es una guerra entre pobres", cuenta Gaitán, que reconoce que el barrio José Ignacio Díaz de la periferia cordobesa con los años se puso "más áspero y picante". El cantante 'La Mona' Giménez identifica cada barrio con un gesto, es un código con sus fanáticos. Y en éste caso no puede ser más elocuente: la rosca que dibujan los dedos de una mano, sí, el símbolo del 'choreo'.

La pesadumbre de Gaitán no tiene límites. "Dos semanas después de que nos robaran el merendero, un sábado llegamos al club y habían desaparecido tres paños del alambrado olímpico que limita la cancha. ¡Sabés lo que costó reponerlo!", exclama Gaitán, a punto de terminar la tesis para la licenciatura en periodismo, a los 32 años. Hace mucho que juega en la Liga y recuerda que entre sus compañeros ha habido ex presidiarios y algún analfabeto también.



Fuente Cancha Llena

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