Por Fernando Signorini (*)
Hay que cambiar el paradigma. Ahora que Lionel Messi
renunció a la selección, lo mejor que puede sucedernos es que la Argentina no
se clasifique al Mundial de Rusia 2018: sería la única forma de provocar una
imprescindible revolución en el fútbol argentino.
Si la selección se queda fuera del Mundial (cosa muy
probable sin el aporte de Leo), será entonces el momento de escuchar qué dicen
esos ridículos impresentables a los que si les tirás una pelota la agarran con
la mano (como decía Diego con inocultable desprecio) y que, sin embargo, son
capaces de poner en discusión a un chico que con la pelota es un artista
sublime, que nos llena los ojos de belleza y alegría, y que generalmente gana,
pero que sufre por estar sometido a las urgencias que generan año a año las
frustraciones del fútbol argentino.
Siempre se lo criticó por no tomar decisiones: ahora sería
lógico que apoyaran su determinación de no jugar más con el equipo nacional;
pero seguramente no vacilarán en ir de rodillas a rogarle porque si no juega, se
caen los sponsors y. con ellos, un negocio multimillonario
La decisión que Leo tomó es absolutamente entendible y
justificada; no puede continuar tolerando que le digan esa tontería de que no
siente la camiseta, que es un pecho frío. ¡Justo a él!, que a los 12 años tenía
que aplicarse sólo las inyecciones para seguir el tratamiento de desarrollo. Es
demasiado miserable e injusto todo el medio y especialmente el ambiente del
fútbol argentino, que no lo merece a Lionel. Si se hubiera naturalizado español,
ya habría ganado la Eurocopa y sería campeón del mundo.
Después del mundial de Brasil yo mismo le sugerí que no
jugara más para la selección, porque no se merecía las críticas intencionadas y
vergonzosas que le hacían con una irrespetuosidad lacerante. De la misma manera
en que nos encargamos de construir a los ídolos, no vacilamos en hacerlos
pedazos cuando no están a la altura de nuestras expectativas.
¿Cuánto más puede hacer este genial jugador en un sistema de
juego que (en mi opinión) no lo favorece al dejarlo demasiado expuesto?
Necesitaría más compañía, como en el Barcelona, para poder llegar al área mucho
más de lo que llega con la Argentina, que se para de contragolpe y parece jugar
a esperar el error del rival cuando, con los jugadores que tenemos, sería más
lógico ir a provocarlos. Con ese sistema que se me antoja demasiado cauteloso,
se perdió la final contra Alemania en el mundial de Brasil, contra Chile en la
Copa América de 2015, y ahora sucedió lo mismo. El equipo tendría que pararse
30 metros más adelante, darle más acompañamiento a Leo y a lo mejor pensar en
jugadores de buen pie (en cada línea) para darle más fluidez a la generación de
juego.
Sinceramente preferiría que Messi no dé marcha atrás con su
renuncia. Y mucho mejor aún si, junto con él, hicieran causa común Agüero,
Higuaín, Mascherano, Di María. Porque además serviría como una fantástica señal
hacia millones de chicos en el mundo, toda vez que recibirían de sus queridos
ídolos el inequívoco mensaje de que "la dignidad no se negocia".
Sería un punto de inflexión, un puñetazo en el ojo de la corrupción que ha
transformado esta "fantástica excusa para ser feliz" que es el fútbol
en una insoportable porquería.
¡Coraje, muchachos! Que ustedes se conviertan en
dirigentes sería muy sencillo, pero que los dirigentes (y periodistas) puedan
jugar, ¡imposible!
(*) El autor es ex preparador físico del seleccionado
Fuente Cancha Llena
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