Por Ariel Senosiain
River puede pelearle el rótulo si no se clasifica a cuartos
de la Copa en la semana. Pero por ahora no hay dudas: Independiente es la
decepción del año. Y como siempre sucede, la duda pasa por el grado de
responsabilidad del técnico.
Del último partido quedó la sensación de que lo condenó la
falta de gol. No le conviene reparar en la falta de efectividad: en otros
momentos consiguió victorias por contundencia, no desde el rendimiento. En 13
fechas, el equipo de Pellegrino jugó muy bien 45’ vs. San Lorenzo, bien contra
Vélez y poco más.
Para llegar a instancias decisivas, es obvio, primero hay
que ganar muchos partidos. De esos partidos que no quedan en la memoria y el
Rojo ganó. Eso sí, al momento de dar el zarpazo, nunca estuvo a la altura.
Nunca pareció un equipo ganador; no tuvo ese intangible que se arma muchas
veces desde la cabeza del conductor.
Pellegrino suele realizar una lectura de los partidos
interesante y hasta didáctica frente a la prensa. Paradójicamente, durante esos
encuentros, hizo cambios controvertidos sacando de la cancha al que estaba
jugando bien; el último, Aquino contra San Lorenzo, el jugador que incluyó más
veces de lo que la gente hubiese preferido.
El DT propone, los jugadores disponen. Ellos cargan con lo
suyo. El año pasado, cuando aparecía Méndez, Independiente jugaba bien y cuando
aparecía Benítez, Independiente ganaba. Este año los dos desaparecieron hasta
perder el puesto de a ratos o por completo.
Y la ausencia repetida de Diego Vera y Cebolla Rodríguez se
transformó en la principal excusa. Es cierto, son decisivos. Tan cierto como
que a Pellegrino le armaron un plantel con recambio como para pelear hasta el
final.
Fuente Olé
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