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lunes, 24 de agosto de 2015

Papeles en el viento. Por Eduardo Verona





Por Eduardo Verona

Las palabras de Guillermo Barros Schelotto después del 2-0 a Independiente, reafirmando que salió todo como lo habían planteado, pone en foco el oportunismo de los entrenadores a la hora de declarar. La mentira naturalizada que promueven los técnicos hoy ocupa una centralidad en el fútbol argentino que es muy compleja desnudar y desarmar.

Papeles en el viento

Lanús acababa de derrotar a Independiente 2-0 por los octavos de final de la Copa Argentina. Y consultado por el periodista de la TV sobre si todo había salido de acuerdo a lo planteado, el entrenador de Lanús, Guillermo Barros Schelotto, asintió: "Sí, la verdad que sí".

Después agregó: "En el primer tiempo ellos no nos llegaron nunca. En el segundo arriesgaron un poco más, pero no tuvieron situaciones claras de gol. Estuvimos bien parados, manejamos bien la pelota y ahí estuvo la clave".

Las palabras que nos volvieron a ratificar las mentiras permanentes que ya naturalizaron los técnicos del fútbol argentino, son las primeras que disparó el Mellizo después del triunfo, cuando confirmó que todo había salido de acuerdo a lo que había planeado.

Vale consignar que en los 90 minutos, Lanús remató dos veces al arco del Ruso Rodríguez y convirtió dos goles. El primero de Román Martínez y el segundo de Gonzalo Castellani. Eficacia del ciento por ciento.

¿Eso es lo que planeó Guillermo para enfrentar a Independiente y vencerlo?

Porque frecuentó el área de Independiente poco y nada Lanús, aunque haya sido muy certero. Pero eso no se planifica ni se practica. Fluye. O no.

Acá no está en cuestión si Lanús mereció más o mereció menos, si fue más contundente o más práctico que su adversario. Lo que buscamos reflejar, en este caso enfocando al Mellizo, es como los técnicos a partir de la función que cumplen, una y otra vez, se empeñan en tomarnos a todos como los más permeables e ingenuos para digerir mentiras de cualquier dimensión y calibre.

Guillermo esbozaba una leve sonrisa cuando hizo aquel simulacro de análisis futbolístico, que en realidad tributó al escenario de los lugares comunes. Porque no se creía lo que decía. Y menos él, un improvisador a tiempo completo dentro de una cancha. Sabe, porque lo jugó durante muchos años en muy buen nivel, que en el fútbol nada puede anticiparse. Todo sucede en ese instante irrepetible: el acierto, el error, el gol propio, el gol ajeno, los imponderables, las circunstancias, la pelota que pega en el palo y entra o la pelota que pega en el palo y sale. Nadie, desde afuera, puede modificar algo sustancial. Solo los jugadores adentro de la cancha.

Pero Guillermo ya hace unos años que ejerce como entrenador. Como tantos otros entrenadores. Entonces cuando saboreando una victoria le preguntan si el desarrollo del partido salió como lo había pensado, la tentación de decir lo obvio es tan grande que no hay un protagonista que se desmarque de esa opción falsa. El, por otra parte, no lo hizo.

Las evidencias confirman que se acostumbraron a mentir alevosamente los técnicos. Y se acostumbraron tanto que muchos de ellos fueron comprando hasta sus propias mentiras. Y las repiten como si fuesen verdades reveladas, cuando son frases hechas despojadas de contenido.

No deciden tantas cosas los técnicos. Es cierto, pueden ser capaces de intentar  poner en marcha una idea buena o mediocre, pero esa idea, en definitiva, la ejecutan otros. Y la enriquecen o la malogran otros. No los técnicos, por más talentosos que sean.

Es fácil atribuirse en el triunfo ocasional méritos que en muchísimas oportunidades no les corresponden. Los entrenadores son especialistas en ese rubro. Suelen colgarse medallas en la victoria. Hablan de que salió todo como estaba previsto. Si sus equipos pierden, ¿también salió todo como estaba previsto? ¿O la derrota es de los jugadores que no hicieron lo que tenían que hacer de acuerdo a las indicaciones formuladas antes y durante el partido?

Es bueno recordar una frase del Loco Gatti que suena muy atinada: "Los jugadores hacen grandes a los técnicos y no los técnicos a los jugadores".

Lo que no admite dudas es que queda flotando en la superficie una atmósfera contaminada por el rigor del verso. Un verso aprendido, vendido, comprado y muy bien aceptado por el ambiente. Los técnicos supieron acomodarse sin resistencias a esa área de alto confort. Y de palabras y gestos oportunistas que van y vienen como los papeles en el viento.

En innumerables ocasiones ese extraordinario periodista que fue Dante Panzeri (nació el 5 de noviembre de 1921 en Córdoba y murió el 14 de abril de 1978), habló de "chamuyadores" y de "paracaidistas del desparpajo" para referirse al universo de los técnicos. La mirada filosa y transgresora de Panzeri lo anticipaba hace más de medio siglo.

No se equivocó.  



Fuente Diario Popular

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