Por Eduardo Verona
Koji Sasahara / AP PHOTO
Hace varios años que la función de enganche quedó enfocada
como la expresión de un fútbol que ya pasó. Los técnicos hicieron mucho para
que esto sucediera. Subestimaron el aporte de un enganche. Y pretendieron
reemplazarlo con distintos sistemas tácticos. No lo lograron. El talento no se
reemplaza. Los equipos siguen precisando de un jugador que descubra los tiempos
y los espacios ofensivos.
Riquelme, un lobo solitario
“Ya no se juega más en ningún lado con enganche”. La frase
despojada de dudas fue ubicada en primer plano por los técnicos. Fueron ellos
los que con más o menos urgencias decretaron la extinción de los enganches en
nombre de las nuevas teorías que derramarían sus virtudes y fortalezas sobre el
fútbol.
Quedó, entonces, establecido como si fuese una verdad
revelada que los enganches (la última celebridad argentina en esa función fue
Juan Román Riquelme) ya no eran necesarios, asfixiados por los diferentes
sistemas tácticos que los condenarían al olvido.
Todavía está fresco en el recuerdo la batalla que emprendió
Ricardo La Volpe cuando después del Mundial de Alemania 2006, aseveró que los
diez clásicos de ninguna manera podían perdurar. Y enfocó a Riquelme como a un
protagonista muy destacado del pasado. Casi como a una pieza artesanal del
museo futbolístico.
El tiempo pareció darle la razón a La Volpe. Sus colegas y
en general el ambiente del fútbol argentino se sumaron a esa interpretación con
clarísimas influencias europeas. Y la consigna de contenido falso se expandió
velozmente: “Ya no se juega más en ningún lado con enganche”. Lo decía La Volpe
acá. Lo empezaba a suscribir el Cholo Simeone acá y allá, en el Viejo
Continente. “Ni Zidane en su última etapa jugó de enganche”, comentaba Simeone
atrapado por su lógica de hierro.
Se incorporó esa lectura. Quedó fija. Pegada en las paredes
simbólicas de los vestuarios. ¿Pero era cierto que los enganches ya no eran
útiles? ¿O los entrenadores por pereza intelectual, mediocridad y miedo preferían
postergarlos para no debilitar la recuperación de la pelota en la zona de
volantes?
El Barcelona de Pep Guardiola hizo pedazos ese bloque de
respuestas negadoras. Andrés Iniesta fue el cerebro más pleno de esa máquina
impresionante de jugar al fútbol. No fue Iniesta un jugador posicional. Fue
generoso en los recorridos, muy amplio y solidario para ir y volver presionando
más arriba o más atrás, pero el gen del enganche siempre lo identificó como una
auténtica pieza de culto.
Rodrigo Vila
Hoy en la Argentina, no es tan frecuente escuchar a un
técnico categorizar a un enganche como un jugador sin futuro. O sin peso en un
equipo. La realidad es que lo precisan. Porque no alcanza con volantes o medias
puntas que tengan vocación de ataque. El pase ofensivo filoso y desequilibrante
no lo cultiva cualquiera. No es propiedad de cualquiera, aunque algunos posean
características técnicas y estratégicas ofensivas.
El pase con ventaja para el que lo recibe no se puede
enseñar. No está en los libros. No está en ningún software. El pase de Iniesta
no se enseña. El pase entre líneas de Riquelme tampoco. El de Bochini o el Pibe
Valderrama tampoco. No se los enseñó nadie. Era de ellos el misterio. Esa
dimensión del pase de autor, es lo que están demandando los equipos. Y los
técnicos de esos equipos.
Porque la calidad del pase simplifica la gran complejidad
del fútbol que es la construcción y el hallazgo del espacio. Sin espacios no
hay fútbol. Hay lucha. Hay combate.
Hay choque. Hay tumulto. Por eso hoy se vuelve a reivindicar
a los jugadores capaces de encontrar lo más imprescindible del fútbol de todos
los tiempos: el espacio. La pelota al espacio. Para ir liviano en búsqueda de
ella.
Parece simple ejecutarlo. Naturalmente no lo es. Es simple
para el dueño del misterio. Para el que piensa y resuelve antes que el resto.
Para el que adivina antes que el resto. Transferir ese don forma parte de una
magia que no existe. Porque no se transfiere el talento. Y tampoco se reemplaza
con esfuerzos y voluntarismos como imaginaban e imaginan los técnicos aplicando
la teoría, siempre insuficiente.
Siguen siendo protagonistas relevantes los enganches. No los
que se las dan de enganches y son prestamistas ocasionales de la pelota. No los
que dan pasecitos al pie. Los enganches con categoría de tales son los que
enriquecen al equipo. Los que clavan puñaladas en el área rival. Los que meten
pases de gol. Los que abren caminos donde hay barro. Los que descubren los
espacios que otros nunca descubrirían.
Arrojarlos al olvido es un acto de insensatez futbolística
grave. El fútbol no se renueva ni se potencia tirando a los enganches por la
ventana. A veces también se renueva observando el pasado.
Fuente Diario Popular
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