Por Eduardo Verona
En 1971 el Pato Pastoriza como secretario general de
Agremiados paró el fútbol y a los pocos meses tuvo que emigrar a Francia porque
le anticiparon que lo querían borrar. Hoy, Sergio Marchi, en el mismo rol que
Pastoriza, se convirtió en una figura altamente irritativa para los espacios de
poder y las represalias vienen marchando.
Hace 46 años, más precisamente durante noviembre de 1971,
José Omar Pastoriza, por aquel entonces jugador de Independiente y secretario
general de Futbolistas Argentinos Agremiados (FAA), lideró un paro de jugadores
durante 18 días con el propósito de que sean reconocidos en el Convenio
Colectivo como trabajadores en relación de dependencia.
El interventor de AFA de aquellos días, Raúl D’Onofrio
(padre del actual presidente de River Plate, Rodolfo D’Onofrio) y la dictadura
militar que expoliaba y entregaba el país a los centros financieros
internacionales al amparo de la presidencia del teniente general Alejandro
Agustín Lanusse, se oponían a esa conquista como a cualquier otra conquista
social que reivindicara derechos.
Pero finalmente después de una lucha muy recordada, Agremiados
alcanzó su objetivo. A 9 meses de ese triunfo histórico (Carlos Della Savia
quien jugaba en River y Carlos Pandolfi, quien hacía lo propio en Los Andes,
fueron grandes colaboradores de Pastoriza), el Pato, con 30 años cumplidos el
23 de mayo de 1972, se vio obligado a emigrar a Francia para cerrar su carrera
como futbolista y recién regresar a Independiente como entrenador a mediados de
1976, bajo la presidencia de Julio Humberto Grondona.
Muchos años después de ese episodio, Pastoriza explicaría
sin dar grandes detalles de las razones de su sorpresiva partida al Mónaco en
septiembre de 1972, luego de disputar en Holanda el partido revancha por la
Copa Intercontinental frente a esa máquina arrolladora que fue el Ajax de Johan
Cruyff: “Querían borrarme del fútbol argentino de cualquier manera y me tuve
que ir. No me quedaba otra. Me lo dijeron muy clarito después de la huelga en
un partido que le ganamos 3-2 a River en el Monumental con un gol de tiro libre
mio sobre la hora. Esa misma tarde en el vestuario me lo anticiparon. Hubo
dirigentes de Independiente, entre ellos Epelboim, que habían hecho un convenio
con el gobierno para que yo me termine yendo. Y me transfirieron”.
Está claro que Sergio Marchi como titular de Agremiados
quizás no acredita la misma estatura sindical ni el potente liderazgo que
ejercía el Pato, más allá de su indudable magnetismo. Ni tampoco va a sufrir
consecuencias idénticas a las que padeció Pastoriza desde fines de noviembre de
1971 cuando le exigieron en pocas palabras que debía irse de la Argentina y
abandonar todas sus actividades. En especial, su rol decisivo al frente de
Agremiados.
Marchi se retiró como jugador hace dos décadas. No lo van a
colgar ni mandar de manera elegante a ningún exilio más o menos dorado. Pero
nada es gratuito, ni antes ni ahora. Y él seguramente no lo debe desconocer.
Ponerse a la cabeza de un paro en un momento muy delicado del gobierno nacional
y bajar esa línea dura ante los jugadores que adhirieron a la medida de manera
inevitable, suele generar consecuencias. Y reacciones de todo calibre que no le
van a ser ajenas.
De hecho, el presidente de Boca, Daniel Angelici, consumado
el paro, amenazó con pedir un cambio de orientación rotundo en la plana mayor
de Agremiados (o promover un nuevo sindicato presidido por un títere, funcional
a sus creadores), como si advirtiera de la noche a la mañana que pudiera gozar
de una influencia determinante en un área que no está bajo sus dominios. Esa
búsqueda intencionada de Angelici, por supuesto no es inocente. Todo lo
contrario. Siente que está habilitado para hacerlo. Y lo va a intentar hacer.
Hoy Marchi es un protagonista no deseado y descalificado sin
anestesia por los espacios de poder, incluso gubernamentales. No es una víctima
tradicional, pero le van a contar las costillas del pasado, del presente y del
futuro. Y van a intentar descubrirle cuando muertos tiene en el placard. Si no
los tiene, algunos cruzados que nunca faltan se los van a inventar como se
acostumbra en estos casos. Para deslegitimarlo públicamente. Para arrojarlo a
la jaula de los leones. Y para mostrarlo ante las distintas audiencias como un
ejemplo de lo que no hay que hacer. En este caso con el fútbol. Pastoriza, en
su momento, ya lo comprobó.
Fuente Diario Popular
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