La sospecha de que el estadio no acompañe hoy se contradice
con las grandes expectativas de Messi y la importancia del partido en un
estadio que es emblema del fútbol argentino
Por Sebastián Fest
Jugar en una "heladera" no es algo que pueda
sorprender ni afectar demasiado a Lionel Messi.
Porque el Camp Nou se ve muy lindo por televisión, sí, pero en persona es otra cosa: suave, burgués, incluso desinteresado. Es el mismo estadio que lleva una docena de años con el mejor del mundo entre sus filas y no encuentra un cantito que supere el monótono "Meeeeeessi, Meeeeeessi...".
Porque el Camp Nou se ve muy lindo por televisión, sí, pero en persona es otra cosa: suave, burgués, incluso desinteresado. Es el mismo estadio que lleva una docena de años con el mejor del mundo entre sus filas y no encuentra un cantito que supere el monótono "Meeeeeessi, Meeeeeessi...".
"El Monumental es una heladera", dicen muchos hinchas, unos cuantos dirigentes y no pocos jugadores. ¿Lo es, está realmente condenado a serlo? En todo caso: no será tan irreversiblemente extremo el frío si se vuelve allí. Y la dosis extra de millones de pesos recaudados le aportan a la AFA un agradable calor.
Es cierto. Está el recuerdo de aquella noche aciaga de derrota en casa con Ecuador, pero aquello pertenece casi a la prehistoria de este grupo que busca el pasaje a Rusia 2018. Era el comienzo del camino para una selección a la que históricamente se ve no ya predestinada a clasificarse para el Mundial, sino predestinada a ganarlo. Ecuador en casa fue un problema, el Monumental mutó en freezer y todo salió mal. La situación hoy es muy diferente. Un estadio vibra en la medida que lo hacen sus hinchas, y el de la selección tiene un estatus inferior en la categorización del fútbol argentino. Se lo ve, como al público del Barcelona, suave, burgués, incluso desinteresado.
Otra vez: salvo excepciones como la increíble remontada ante el Paris St. Germain, Messi está acostumbrado a jugar en una cancha que no lo empuja. El problema es que él, un enamorado del fútbol argentino, un hombre que nunca se fue, pone en estas visitas expectativas tan desmesuradas como las que los hinchas depositan en él: ambos le reclaman al otro lo extraordinario.
Y no estaría mal hoy que eso se diera. El "10" tiene a Chile clavado en el alma, aquel penal errado en la final de la Copa América en Estados Unidos reclama ser exorcizado. Y nadie hace exorcismos en una heladera. No lo es el Monumental con River, no tiene por qué condenarse a serlo con la selección.
Fuente Cancha Llena
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