Milito, quien recibió un gran respaldo de los hinchas y la
directiva, cambió el estilo y la táctica ante River por la ausencia de
resultados y confianza.
Por Fabian Rodriguez
Interpretó el momento de los jugadores y el contexto en el
que se jugaría el partido ante River. Gabriel Milito sabía que en el
Libertadores de América se respiraría hostilidad y que se transformaría en una
caldera del Diablo, a punto de ebullición, tras la derrota (3-0) frente a
Racing en el Cilindro. Fue entonces cuando comprendió que era la oportunidad de
cambiar, de demostrar que no es una persona obstinada, aunque sí de firmes
convicciones. Así, mostró capacidad de adaptación a las circunstancias. Más allá
de que no logró un progreso en el rendimiento, dio un paso hacia adelante en
cuanto a la incorporación de confianza, un aspecto fundamental para este
Independiente que busca ese horizonte que le permita obtener más triunfos que
derrotas.
El entrenador tocó la idea madre que lo identifica porque
entendió que no podía seguir por el rumbo que había elegido. Los futbolistas no
respondieron en el clásico y estuvieron a punto de provocar su renuncia en la
cancha de la Academia. Por ello, Gabriel se metió en las entrañas de su
estrategia al cambiar el sistema táctico (dejó el 4-3-3 y adoptó un 4-4-2 más
ordenado) y el estilo, esa marca indeleble que llevan sus equipos. De esta
manera, el Rojo se despegó ante River de la posesión prolija y la búsqueda de
una elaboración horizontal, para intentar temporalmente un juego más vertical y
directo, con la utilización del pelotazo como recurso para generar riesgo con
Denis y Vera, la dupla de ataque.
“No era sencillo jugar contra un gran rival y ante un
ambiente adverso (...) La idea fue comprometer menos a los futbolistas.
Utilizar un estilo más fácil y práctico, porque la otra intención la pueden
hacer, pero se necesitan de otros condimentos que hoy no tenemos”, explicó
Milito al ser consultado por las variantes ensayadas. Igualmente, el
funcionamiento continúa en deuda. El triunfo no oculta un déficit en la fluidez
y la capacidad de sorprender al rival, una faceta en la que Barco fue el único
aportante.
La derrota ante Racing dejó secuelas profundas en el hincha,
que manifestó su furia con insultos, canciones, silbidos y el lanzamiento de
huevos al micro que transportó a la delegación y también hacia el campo de
juego. Además, en la semana aparecieron pintadas en el predio de Villa
Domínico. El plantel se encontraba golpeado y Milito realizó la lectura
adecuada. “El factor anímico es muy importante. Nosotros tenemos una propuesta
en la que se necesita asumir riesgos y sentirse pleno en cuanto la confianza.
No llegamos con esas condiciones”. detalló el entrenador, que recibió el
respaldo de la gente. “¡Milito no se toca!”, nació desde la popular. Y él,
desde el banco, entendió que debía cambiar para aumentar las chances de ganar.
Fuente Olé
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