Por
Christian Leblebidjian
Para cualquier cuerpo técnico, quedar eliminado de un cruce
directo no puede resultar positivo. Se siente bronca, frustración. Y más si se
da ante el rival de toda la vida. Sin embargo, la historia y los merecimientos
no son sólo para los que ganan en función del resultado. También hay otras
formas de ganar. Y el trabajo que está haciendo Mauricio Pellegrino en
Independiente es para resaltar. Porque siempre, en todo análisis, son clave los
contextos. Si se empieza por el final, sólo alguien convencido de su grupo (y
potencial colectivo) es capaz de ofrecer un nivel casi excelente desde la
propuesta y el funcionamiento en un clásico que tenía que arrancar 0-2 y encima
sin Diego Vera, su mejor jugador, ni Lucas Albertengo (9 goles), con el Cebolla
Rodríguez "tocado" y con Mancuello, el capitán, sin el ritmo
futbolístico ideal. Al margen de que recuperaba a Méndez, más que nunca lo que
hizo fuerte a Independiente fue el equipo.
Partiendo desde el esquema 4-1-4-1 fue tan ofensivo que al
minuto (y habiendo sacado Racing desde el medio) generó la primera de las 14
situaciones claras que tuvo en el Cilindro. Y no fue una llegada más, sino con
el ADN de cómo le gusta atacar a Pellegrino, con el desdoblamiento por los
costados, generando superioridad numérica con los laterales y los volantes
externos. Como se ve en la imagen, con Tagliafico pasándole por detrás a Trejo
y Mancuello para hacer el 2 vs. 1 y el 3 vs. 2, para buscar con centros a
Lucero.
Fuente video YouTube
https://www.youtube.com/watch?v=5iAUmuxeuCc
Lo primero que consiguió Pellegrino fue darle más orden a
Independiente, generar una mayor simetría entre líneas, hacerlo más compacto en
bloque, para que la defensa no fuera sólo responsabilidad de los defensores.
Presionó más a partir de sus delanteros, a veces en campo rival, otras más
cerca de la mitad de la cancha, dependiendo el contexto y el momento. Pero,
sobre todo, hizo a Independiente más competitivo en ataque desde los
movimientos para generar triangulaciones y superioridades numéricas. Hizo más
goles y le pidió a los jugadores que tenían la obligación de rematar más, sobre
todo desde afuera del área. Así, sorprendió Martín Benítez al posicionarse como
el mejor exponente de su ciclo en el rubro, con 7 anotaciones. Por eso no fue
casualidad que, en los últimos diez partidos, Independiente haya conseguido un
promedio de 12,5 remates (6,4 de ellos con dirección al arco). Y por Copa
Sudamericana, ante Olimpia (1-0), en Avellaneda, sumó 12 remates (6 de ellos al
arco).
El único ítem que Pellegrino hasta ahora no pudo solucionar
fueron los goles recibidos de pelota parada
El único ítem que Pellegrino hasta ahora no pudo solucionar
fueron los goles recibidos de pelota parada. Luciano Lollo, en Avellaneda, le
hizo el cuarto por esa vía (dos de ellos de cabeza), cuando con Almirón le
habían marcado tres (dos de cabeza).
Dio gusto ver jugar a Independiente en el Cilindro, con la
personalidad, intensidad y vocación ofensiva para dar vuelta la serie, pero
sobre todo por los caminos elegidos, con un plan claro y preciso, sin saltear
líneas. Y ni que hablar de cómo consiguió ganar con dos futbolistas menos.
Está claro que a Independiente, además de eficacia para
convertir las situaciones generadas, le faltó más oficio para resolver los
cruces directos y no perder el control ante la adversidad, tanto en la Copa
Argentina y en la Liguilla pre-Libertadores como en la Copa Sudamericana. Pero
hoy el equipo es mucho más equipos (teniendo en cuenta sus avances en los
movimientos colectivos ofensivos y defensivos) que cuando lo dirigía Jorge
Almirón. La derrota con Racing puede ser dolorosa, pero también un muy buen
punto de partida para lo que viene.
Fuente Cancha Llena
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