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martes, 23 de diciembre de 2014

Los pajaritos, los pajarones y las águilas guerreras






Por Yacaré Doria

Los anuncios en comunicación de la mano de Tinelli quedaron postergados y reducidos a la cuenta de Twitter, que democratizó la información. El vice de San Lorenzo que ya chocó contra el paredón del Ascenso, encuentra otro foco de disgusto en la casa donde las innovaciones no son bienvenidas.
Los pajaritos, los pajarones y las águilas guerreras
El desembarco de Tinelli para aggiornar la comunicación en AFA tuvo una serie de anuncios que, por el uso de términos como "redes sociales", parecían de ciencia ficción para el universo de ocho pisos que se erige en el 1366 de la calle Viamonte. Sin embargo la mayoría de los anuncios no se concretaron: el sorteo de árbitros iba a ser transmitido en streaming para desmitificar el imaginario popular de que cada partido tiene puesto el suyo a dedo, pero nunca estuvo cerca de suceder. Ni fotos propias se pueden difundir: tienen que ser las del fotógrafo oficial, aunque ahora algunos videos caseros grafican momentos solemnes. Las ínfulas del vice de San Lorenzo encontraron aliados solamente en dos clubes grandes y algunos reformistas de peso, pero el resto le dio la espalda y su función se desarrolla sin la sencillez que esperaba.
El Twitter es el mascarón de proa de la gestión: la información está primero ahí y eso hace rabiar a más de uno. Primero al área de prensa residual que nunca se terminó de fusionar con los Tinelli Boys, armados con celulares inteligentes y difusores de las novedades en 140 caracteres. Ellos caminan los pasillos, se mueven y coordinan sus pasos en el día a día mientras los otros, desde la pasividad de las oficinas que les pertenecen y habitan con exclusividad, ven como se les escurren datos que ya nadie tiene que ir a mendigar y que no pueden dosificar a su antojo.


La información es democrática: sucede y está en el aire. Justamente por eso, el otro sector que está a maltraer con la presencia del pajarito azul es el periodismo acreditado: cuando llaman a sus redacciones o piden aire en las radios para contar las novedades con la urgencia de los acontecimientos que no son conocidos y la sociedad paralizada espera con ansias, un productor o compañero de sección los frena en seco y avisa: "ya lo tenemos, salió por Twitter". Y entonces, señores, se produce el síndrome de Estocolmo, porque los periodistas que antes dependían del humor de quien manejaba la información para tenerla, añoran los tiempos en que estar dentro de la sede neurálgica de Grondonalandia les permitía ser portador de inéditos que ninguno, excepto ellos, manejaba.
Entonces, sucede una alianza inesperada. Twitter tira los títulos y a caso con dos o tres seguidos, desarrolla algún concepto y, sobre todo, cumple horarios. Cuando baja el sol, también dejan las oficinas los antiguos dueños de la información y se acercan con lo que se le escapó al pajarito o, mucho mejor, dejaron para difundir al día siguiente. El momento es épico, no hay aplicación de por medio, median las palabras y una persona vuelve a estar en el centro de la escena, cuatro o cinco la escuchan y vuelven a llamar a sus trabajos para contar cosas que no están en ningún lado. Las dos partes se extrañan y están de tregua: la democratización de la información igualó a los seguidores de la cuenta con los periodistas que están en la casa de Don Julio. El Cuervo –Pajarito al fin-, los dejó como pajarones y como sintetiza el dicho, muchos esperan que se baje a dos pájaros de un tiro. Y los clubes de ascenso e interior, que muchos tratan como pichones, juntos son un águila guerrera que parecen estar encarando el trabajo.


Fuente Diario Popular

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