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lunes, 15 de abril de 2013

El descenso es una gran oportunidad.



Por Ariel Ruya; "LA NACIÓN".



Cantero, preocupado | Emiliano Lasalvia; "CANCHA LLENA".

Que sea ahora. Es una sublime oportunidad. Algo así como una nueva era. Se sabe que la educación, en nuestro país, atrasa décadas.

Un país de una extraordinaria sensibilidad, de una enorme solidaridad, aunque con huecos profundos en los valores culturales.

Viene de arrastre: desde el jardín.

El fútbol es parte de esa historia: se lo vive con locura, con desesperación, como si se tratase de la vida y la muerte.

Los jugadores, cuando recorren el mundo, extrañan la pasión de las tribunas argentinas: lleva a confusión.

El fútbol puede ser un vehículo festivo, conmovedor, capaz de capturar hasta el sentido más adormecido, aunque ni un gol, ni un título, ni una derrota deben transformarse en una huella esencial de la vida.

Así, lamentablemente, se piensa en la pelota en la Argentina: una pasión al límite del drama.

Un absurdo arrastrado por largos años, en los que el balón tiene el mismo valor en la sociedad que la justicia, la educación, la salud.

El fútbol nos gobierna de tal modo que hasta nos parece natural la violencia expresada en cualquiera de sus formas frente a un traspié, frente a la ocasión de sufrir un descenso. 

Por ejemplo, el caso de Independiente. Como le ocurrió a San Lorenzo, a Racing, a River y a tantos y tantos otros equipos.

El descenso no es un drama: es una posibilidad dentro de las tantas que desprende el deporte. Un triunfo, una derrota, un título, un descenso.

El fútbol es eso: un juego que ofrece un mundo de sensaciones. Las más felices, las más dolorosas.

Es eso. Nada más que eso.

Tal vez nos pase a todos: qué sería de nuestras vidas sin el fútbol. O cualquier otro deporte que ocupe ese lugar tan sentido a nuestro corazón.

Cuando se gana, qué canción más maravillosa.

Cuándo se pierde, qué amargura incontenible.

La vida pasa por otro lado. Por una profundidad a la que la pelota no puede llegar.

Independiente vive este proceso como un drama. Hay psicólogos que llevan la exageración a un extremo: comparan esta vivencia con la pérdida de un ser querido.

Si ese sentimiento se asemeja al tropiezo deportivo, la sociedad argentina debe replantearse todo.

Construirse desde otros cimientos.

Independiente es un club enorme: repletas están sus vitrinas. Se dice a sí mismo: "el orgullo nacional".

Hoy es tiempo de recordar aquella gloria y, también, sufrir con entereza esta etapa.

Que también es parte de su historia.

El drama y la tragedia van por otra ruta.

Un destino infinitamente lejano al llanto por un descenso.



Fuente Cancha Llena

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