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lunes, 22 de abril de 2013

El clima en la tribuna pasó del apoyo a los insultos.



La paciencia de los hinchas parece agotada. Tomaron medidas para el regreso del plantel.




Rojos de furia. La hinchada de Independiente muestra su disconformismo. / hugo pascucci / ENVIADO ESPECIAL./"CLARÍN".

Rafaela. enviado especial La secuencia se repite en cada presentación de Independiente. Los hinchas del Rojo van atravesando una especie de metamorfosis durante los 90 minutos que va desde la expectativa natural en la previa de cada encuentro, muta en la bronca por el pobre nivel de juego que hacen doler los ojos en las tribunas y desemboca finalmente en una resignación que deja a la gran mayoría de los simpatizantes al borde de las lágrimas, sin ánimo de levantar la voz para descargar la ira en reproches.

El clima se fue calentando de a poco en la popular visitante (desbordada) del estadio de Rafaela. Del “Pongan huevo, que nosotros alentamos” al “Si nos mandan al descenso que quilombo se va armar”, la temperatura se elevaba con los minutos y con los goles del rival. Desde la derrota en Floresta ante All Boys, la paciencia de los hinchas comenzó a ser cada vez menor. Y ayer, el ambiente en los tablones visitantes, donde había unas 3 mil personas, estuvo más que espeso. Los ánimos, en un principio tranquilos y con el apoyo de siempre (desde temprano los fanáticos rojos coparon las calles de la ciudad santafesina), se caldearon tras el 1-0. La barra brava comenzó a mostrarse inquieta de movida. Desde los paraavalanchas empezaron a caer sobre el campo de juego los primeros cantos de malestar para con los jugadores. Sin embargo, desde los costados de la misma tribuna, los hinchas comunes seguían atentos el desarrollo del encuentro. La cosa estuvo a punto de desmadrarse en el segundo tiempo. Cuando el plantel de Independiente salió al césped nuevamente, cerca de 20 barras se treparon al alambrado con sus rostros cubiertos. ¿Qué querían? ¿Suspender el partido? El árbitro Abal dio inicio al complemento y el termómetro pareció bajar en un momento. Pero el equipo no respondía y la sangre volvió a entrar en estado de ebullición en los hinchas que volvieron a subirse al alambrado.

En ningún momento Abal amagó con frenar el juego. Ni cuando cayeron varias botellas llenas de líquido cerca de Hilario Navarro. Ni cuando desde la tribuna de Rafaela voló un proyectil que dio en el rostro de Daniel Montenegro. El show del fútbol siguió como si nada. Y el panorama se puso cada vez más complicado. Discusiones, corridas, forcejeos fueron denominadores comunes entre los hinchas visitantes. El nivel de agresividad creció cuando sacaron las banderas del alambrado e intentaron, sin éxito, romperlo. La Policía controló bien la situación en ese momento y no pasó a mayores. El pitazo final del árbitro desató insultos y reproches para el equipo. A la salida, la barra del Rojo rompió el portón de acceso de ese sector, se subieron a los micros y se fueron.

El temor instalado en el plantel era una posible visita de los hombres de la barra durante el trayecto de la ruta. Por eso, la seguridad del club tomó recaudos en el camino. El humor va de la mano de la realidad del equipo. La preocupación y la tensión van de la mano en el día a día de Independiente.

Fuente Clarín

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