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lunes, 6 de febrero de 2012

Un relato de rrrojo 03 - De puro pelo


 Ilustró rrrojo

Nunca me lo banqué al Araña.

Le decían así porque tenía fama de atajarlas todas.

Y volaba y las agarraba.

Pero Yo sabía que no era invulnerable.

Las que le iban de rastrón y a la punta le dolían. Por lungo.

Para colmo me cargaba el jetón.

Porque era jetón, y se chupaba el hielo en tiempo record,

La tía le decía que un beso suyo valía por dos.

Muy jetón.

Siempre atrás de carro del hielero, que abastecía las heladeras anteriores a las Siam eléctricas.

Esperábamos que el tipo cortara el hielo con su serrucho y los pedazos que se desprendían eran nuestro helado.

Los pibes de antes se acordarán. Otros preguntarán. Otros ni.


Lo del Araña era insoportable.


Volaba el cacho en el aire y ya lo tenía en sus manos.

Se atajaba todo.

Y en dos chupadas, no tenía más, por jetón.

Y te manoteaba el que estuviera a su alcance,


Me cargaba porque era más alto que Yo, y decía que me costaba llegar al travesaño.

Y me costaba. Llegaba siempre con mano cambiada.


Vos sabes.


Pero en la escuela el Araña era el único que se veía en la fila, y si alguien se 
tiraba un pedo, todos nos reíamos escondidos tras el de adelante, y El iba preso, por reírse.


Por suerte vivía a dos cuadras de mi casa, por lo que era de la otra barra.


La del mercado.

Porque su barra jugaban en el playón donde los camiones cargaban los restos depostados y descargaban las reses para el alegre asado de los domingos.

Para colmo los camioneros, en esas tardes de siesta, entre mate y un vaso de vino, le pateaban y el Araña atajaba y atajaba.

Y los muchachos de los mioca cargaban a sus amigos y apostaban por la Araña.

Cuanto más vasos, más atajaba el Araña, que solo chupaba naranja exprimida. O limón.

Así creció su jeta y su fama. Admirado por los de su barra.


Temido por los de mi equipo que lo consideraba invulnerable.


Odiado por Mí. Porque ponía un peine de bolsillo marca “Pantera” vertical sobre mi cabeza y les decía a todos cuanto pelo era lo que me faltaba para igualarlo.


Para colmo, una minita que me gustaba y usaba una colita de caballo, de golpe apareció con el cabello corto y una “permanente”.


No sé si fue un “amigo” el que me batió que lo hizo a sugerencia del Araña.


Ahí lo odié con todas las fuerzas de mis quince años.

Al puto Viejo de diecisiete que me robaba otra ilusión.

La de ser mejor arquero del barrio, vaya y pase.

Pero hacer cortar ese cabello ¡No tenía perdón!


Por eso recuerdo ese partido.


Porque fue MI REVANCHA


Por tener seis centímetros menos de altura que la Araña.

Por querer medir el tipo mis ilusiones con un peine.


Por hacerme sufrir por un cabello cortado.

De una minita que me gustaba.


El partido parecía ser uno más de los disputados en el barrio.

Pero los años dijeron otra cosa.


Y Vox Populi Vox Dei.


Tomando café todavía recordamos al que jugó en Almagro y no llegó a más porque se rompió, al centrojas de Justo Jose de Urquiza de Caseros, al que llamaban el Pulpo y otras anécdotas que el tiempo convierte en leyendas.


Como ese partido


Que fue memorable


El Flaco Luisito Braz en cada centro saltaba haciéndome cortina para que no me atropellaran los contrarios.

El ruso Sergio (A préstamo en el barrio, pues era de Avellaneda) ponía como para que tuvieran los rivales, y convidaran lo que les sobraba.

Huguito en el medio hacía magia.

Partido reñido, con buena pierna, pero de una igualdad que creo cada uno de los que jugamos consideramos honrosa y justa.

Empatamos y a penales.


Allí lo escuchamos a Alejandro, que movía sus bigotes y nos alentaba uno por uno, como si fuera una final de Copa del Mundo.


Me patea la Chancha. Lo conozco. Fuerte y al medio. Fue a la izquierda y arriba. No la vi.

Patea Sergio “A préstamo”. Como con la mano. Uno a uno.

Al Teto lo tengo manyado. Es derecho hasta para masticar. Amaga fuerte y la pone a  mi derecha con cara interna. La cambió de palo.

Luisito Braz casi me hace tragar el cuore. Se la picó a un arquero despatarrado. Y el Araña arrastrándose ya era una excepción.


Estabamos dos a dos y pienso en la lotería de los penales.


¿Y si me tiro a mi derecha? La pelota que empujó el negro Mario pasó antes. Un cachito antes. Lástima.


Huguito me mira, como preguntando, y le digo en voz baja “Abajo le duele”. 


Se la puso arriba en un ángulo donde ni Superman llega.


El cuarto ni lo vi. Agarré la pelota cuando salía.

El empate en cuatro lo hizo Grillito acomodándola con clase.


El quinto me lo pateaba la Burra, al que apodaban así por su potencia, sentí que algo pasó, creo que era la pelota. Rebotó en el travesaño que quedó temblando.


Y allí comenzó otra historia.


Pedí patear el penal


No lo conversé, porque la Araña ya sabía lo que pensaba. Lo miré a los ojos y creí leer algo de códigos. De arquero a arquero.


Vi a Huguito, Grillo, a Luisito y al rusito Sergio que me observaban.
Ale no quería ni mirar, pero agitaba los brazos como festejando no se que mierda, pero alentándo.


Y gracias a Ellos recordé que las que le iban de rastrón y a la punta le dolían a la Araña.


La toqué empujado por Todos.

Y el Araña intentó llegar. Pero se revolcó después de su vuelo estéril.


La talope mansita durmiendo en el fondo y Victoria.


Cinco a cuatro y a llorar a la Iglesia de Lourdes que la tenemos cerca.


Lo miré al Araña que estaba destrozado y como un boludo no se me ocurrió otra cosa que decirle:


Nada es permanente, y el pelo crece.


Me miró y creo que entendió.




Dedicado a  Liliana. Una Hija que me regaló la Vida.



Fuente rrrojo para http://independientepaladarnegro.blogspot.com

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