Ilustró rrrojo
Nunca me lo
banqué al Araña.
Le decían
así porque tenía fama de atajarlas todas.
Y volaba y
las agarraba.
Pero Yo
sabía que no era invulnerable.
Las que le
iban de rastrón y a la punta le dolían. Por lungo.
Para colmo
me cargaba el jetón.
Porque era
jetón, y se chupaba el hielo en tiempo record,
La tía le
decía que un beso suyo valía por dos.
Muy jetón.
Siempre
atrás de carro del hielero, que abastecía las heladeras anteriores a las Siam
eléctricas.
Esperábamos
que el tipo cortara el hielo con su serrucho y los pedazos que se desprendían
eran nuestro helado.
Los pibes
de antes se acordarán. Otros preguntarán. Otros ni.
Lo del Araña era insoportable.
Volaba el cacho en el aire y ya lo tenía en sus manos.
Se atajaba
todo.
Y en dos
chupadas, no tenía más, por jetón.
Y te
manoteaba el que estuviera a su alcance,
Me cargaba porque era más alto que Yo, y decía que me costaba llegar al travesaño.
Y me
costaba. Llegaba siempre con mano cambiada.
Vos sabes.
Pero en la escuela el Araña era el único que se veía en la fila, y si alguien se
tiraba un pedo,
todos nos reíamos escondidos tras el de adelante, y El iba preso, por reírse.
Por suerte vivía a dos cuadras de mi casa, por lo que era de la otra barra.
La del mercado.
Porque su
barra jugaban en el playón donde los camiones cargaban los restos depostados y
descargaban las reses para el alegre asado de los domingos.
Para colmo
los camioneros, en esas tardes de siesta, entre mate y un vaso de vino, le pateaban y el Araña atajaba y
atajaba.
Y los
muchachos de los mioca cargaban a sus amigos y apostaban por la Araña.
Cuanto más
vasos, más atajaba el Araña, que solo chupaba naranja exprimida. O limón.
Así creció
su jeta y su fama. Admirado por los de su barra.
Temido por los de mi equipo que lo consideraba invulnerable.
Odiado por Mí. Porque ponía un peine de bolsillo marca “Pantera” vertical sobre mi cabeza y les decía a todos cuanto pelo era lo que me faltaba para igualarlo.
Para colmo,
una minita que me gustaba y usaba una colita de caballo, de golpe apareció con
el cabello corto y una “permanente”.
No sé si
fue un “amigo” el que me batió que lo hizo a sugerencia del Araña.
Ahí lo odié con todas las fuerzas de mis quince años.
Al puto
Viejo de diecisiete que me robaba otra ilusión.
La de ser
mejor arquero del barrio, vaya y pase.
Pero hacer
cortar ese cabello ¡No tenía perdón!
Por eso recuerdo ese partido.
Porque fue MI REVANCHA
Por tener seis centímetros menos de altura que la Araña.
Por querer
medir el tipo mis ilusiones con un peine.
Por hacerme
sufrir por un cabello cortado.
De una
minita que me gustaba.
El partido parecía
ser uno más de los disputados en el barrio.
Pero los
años dijeron otra cosa.
Y Vox Populi Vox Dei.
Tomando café todavía recordamos al que jugó en Almagro y no llegó a más porque se rompió, al centrojas de Justo Jose de Urquiza de Caseros, al que llamaban el Pulpo y otras anécdotas que el tiempo convierte en leyendas.
Como ese
partido
Que fue memorable
El Flaco Luisito Braz en cada centro saltaba haciéndome cortina para que no me atropellaran los contrarios.
El ruso
Sergio (A préstamo en el barrio, pues era de Avellaneda) ponía como para que
tuvieran los rivales, y convidaran lo que les sobraba.
Huguito en
el medio hacía magia.
Partido
reñido, con buena pierna, pero de una igualdad que creo cada uno de los que
jugamos consideramos honrosa y justa.
Empatamos y
a penales.
Allí lo escuchamos a Alejandro, que movía sus bigotes y nos alentaba uno por uno, como si fuera una final de Copa del Mundo.
Me patea la Chancha. Lo conozco. Fuerte y al medio. Fue a la izquierda y arriba. No la vi.
Patea
Sergio “A préstamo”. Como con la mano. Uno a uno.
Al Teto lo
tengo manyado. Es derecho hasta para masticar. Amaga fuerte y la pone a mi derecha con cara interna. La cambió de
palo.
Luisito Braz
casi me hace tragar el cuore. Se la picó a un arquero despatarrado. Y el Araña
arrastrándose ya era una excepción.
Estabamos dos a dos y pienso en la lotería de los penales.
¿Y si me tiro a mi derecha? La pelota que empujó el negro Mario pasó antes. Un cachito antes. Lástima.
Huguito me
mira, como preguntando, y le digo en voz baja “Abajo le duele”.
Se la puso
arriba en un ángulo donde ni Superman llega.
El cuarto ni lo vi. Agarré la pelota cuando salía.
El empate
en cuatro lo hizo Grillito acomodándola con clase.
El quinto me lo pateaba la Burra, al que apodaban así por su potencia, sentí que algo pasó, creo que era la pelota. Rebotó en el travesaño que quedó temblando.
Y allí comenzó otra historia.
Pedí patear
el penal
No lo
conversé, porque la Araña ya sabía lo que pensaba. Lo miré a los ojos y creí
leer algo de códigos. De arquero a arquero.
Vi a Huguito, Grillo, a Luisito y al rusito Sergio que me observaban.
Ale no
quería ni mirar, pero agitaba los brazos como festejando no se que mierda, pero alentándo.
Y gracias a Ellos recordé que las que le iban de rastrón y a la punta le dolían a la Araña.
La toqué
empujado por Todos.
Y el Araña
intentó llegar. Pero se revolcó después de su vuelo estéril.
La talope mansita
durmiendo en el fondo y Victoria.
Cinco a cuatro y a llorar a la Iglesia de Lourdes que la tenemos cerca.
Lo miré al Araña que estaba destrozado y como un boludo no se me ocurrió otra cosa que decirle:
Nada es
permanente, y el pelo crece.
Me miró y
creo que entendió.
Dedicado a Liliana. Una Hija que me regaló la Vida.
Fuente rrrojo para http://independientepaladarnegro.blogspot.com
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