Por Esteban Teby Chiacchio
Deambular por los días en que el mercado de pases de nuestro
fútbol está abierto se ha convertido en un sentir algo agridulce para los
hinchas de Independiente. Esta sensación no es algo reciente, claro está. La
especulación, los nombres impactantes que quedan en la nada y la adquisición
inexplicable son algo que está presenté en el menú independentista desde hace
varias temporadas. Se acentúa, sin dudas, en el hecho de que los resultados
deportivos en la última década han significado los peores de la historia de
nuestro equipo. Aún hoy mirando el proceso de los últimos meses, donde bajo la
tutela de Ariel Holan se arribó a un nivel aceptable y constante que apunta a
una necesaria renovación en la búsqueda de identidad, el alma de El Diablo aún
acarrea residuos de la pesadilla sucedida en junio de 2013.
El mercado para nuestro equipo es, entonces, una especie de
celebración donde se especula con la presencia de grandes y majestuosos
invitados, y luego culmina con el decir presente de sujetos que arribaron de
rebote, que claramente no están a la altura de nuestras expectativas y que,
metáforas afuera, terminan posponiendo la construcción de un equipo sólido al
siguiente mercado de pases, donde la situación supuestamente será mucho más
próspera. Se posponen objetivos hasta el posterior semestre, para luego toparse
con las mismas carencias una vez que ingresamos en tiempos de compra y venta:
Independiente habla mucho, negocia poco, ofrece de forma ambigua, pierde
jugadores en el mano a mano de la negociación frente a otras instituciones y,
en algunos casos, opta por inclinarse por actores de reparto del gran elenco
del fútbol, incorporando a tipos que arrojan dudas respecto a sus pergaminos
como para jugar en nuestro amado Club Atlético Independiente.
Se especula con nombres de nivel, se esperan nombres algo
reconocidos, se terminan aceptando seres que vienen a probar suerte y que,
meses más, meses menos, finalizan yéndose por la puerta de atrás. La esperanza
muere cuando comienza el conformismo, mientras los días del mercado de pases
transcurren y los apellidos de currículums de peso caminan por sitios lejanos a
Avellaneda.
Caso ejemplo es el verano del año 2009, en el cual Miguel Ángel
Santoro craneaba su once titular y para ello requería la presencia de un volante
defensivo. Se especuló con Mario Bolatti, pero la casaca roja se la calzó Diego
Gavilán.
Tiempo más tarde, uno era la figura de un equipo de juego distinguido
que peleó el torneo hasta la última fecha, y el otro armaba las valijas para
probar éxito en otro sitio.
La gran responsabilidad en esta faceta corre, sin dudas, por
cuenta de las administraciones que la institución ha sostenido en los últimos
años. Julio Comparada se sostenía titubeante en el cargo prometiendo un estadio
de primer nivel. Jamás pudimos observar un equipo de dicha catadura que le
hiciera honor.
Al comparadismo lo sucedió en 2011 Javier Cantero, quien
atrajo votos de propios y ajenos en pos de una cruzada moral contra los
problemas de la gestión anterior, complementado con un fuerte repudio al
accionar barrabrava. Su honestidad comenzó a mostrar grandes flaquezas a medida
que su fugaz campaña era avanzaba, complementado con paupérrimos resultados en
lo deportivo.
Cualquier factor humano quedó sepultado en las lágrimas del 15 de
junio. Renunciaría en medio de un escándalo institucional inédito. Cuando le
tocó delinear el equipo que debía mantener a Independiente en primera, Cantero
compró mal y armó peor: En sus espaldas carga las peores horas de nuestro club.
Una reconstrucción era necesaria y para eso arribó al primer plano Hugo Moyano,
quien tras el ascenso se hizo con la victoria en las elecciones del año 2014.
Hombre de influencia política, contactos y buen capital económico, se
privilegió a estos factores a la hora de colocar su nombre en la urna -sumado a
que la oposición a su figura era casi inexistente en comparación -.
Reordenar a Independiente fue (es) una tarea extremadamente
difícil, en vísperas de la reinserción en la máxima división y el saneamiento
de las fisuras financieras.
No podemos negar que se cumplió con la obligación
(repita esta palabra bien fuerte) de alcanzar una actuación digna en el primer
torneo tras el regreso, y a ello se sumó el arribo de algunos jugadores que
dotaron de calidad al once titular. Existe una recuperación económica y un
avance en la infraestructura, en las disciplinas y en demás ámbitos que nuestra
institución ofrece. Pero sería algo ingenuo de mi parte etiquetar al voto
moyanista en pos de los conocimientos que el sindicalista poseía en torno al
mundo del fútbol, aún sin minimizar sus capacidades de negociación. Las
prioridades eran otras, en aquella faena. Aún quedan cabos sueltos y cuentas
pendientes, que hoy arden por una resolución.
Lo cierto es que la presencia de un estadio de aroma
europeo, el arribo de un mandatario honesto y la necesidad urgente de un sujeto
con espaldas política y financieramente anchas para sacar a nuestro equipo del
coma eran intereses que posponían el arribo de una política de fichajes sólida,
con objetivos claros y que no tropezara con el conformarse con parodias de los
jugadores que buscamos adquirir. Este tópico, pospuesto por las circunstancias,
hoy toma protagonismo. Y puede ser materia de definición en los comicios para
presidente del Club Atlético Independiente.
Puede decirse que las especulaciones que laten del mercado
de pases tienen un resto en las bombas mediáticas y la siempre tajante búsqueda
de la primicia. De mi parte creo que sería un error etiquetar este factor en la
circulación de información que, en la última década, las redes sociales han
potenciado y democratizado. Por el contrario, desde esta simple columna
abrazamos dicho suceso. Aún no eran tiempos aquí del boom de Twitter o Facebook
cuando Gustavo López coqueteaba con su vuelta al equipo tanto en 2007 como en
2008, hecho imposibilidades por disparidades con la cúpula de dirigentes. Ni
hablar del permanente “Humberto Suazo está al caer”, presente en aquellos años,
junto con las negociaciones eternas a por Mariano Donda y Mauro Formica, o el
rumor de que Pedro Troglio quería a Juan Pablo Sorín en las filas de El Rojo.
Es cierto que parte de la especulación en cuanto a compra de jugadores corre
por cuenta de los grandes, medianos y pequeños medios. Pero una enorme cuota de
tamaño problema está presente en la mesa de los dirigentes, en su afán
necesario pero dañino de sostenerse cada vez más en base a promesas, y cada vez
menos en cuanto a hechos (ponga aquí el apellido del dirigente político que
usted desee, sin importar si es del mundo del fútbol o del de la política
nacional).
El accionar en el negocio del mercado de pases que articula
Independiente debe ser refundado, y para ello se necesitan a conocedores de la
temática. Las compras resaca, aquellas adquiridas de apuradas y en sitios
laterales y ajenos a las necesidades de uno de los grandes de la Argentina,
deben culminar de una vez por todas. En este mercado, la rapidez es premiada y
la especulación es condena. Quizá sea hora, muchachos y muchachas, de que al
tener un posible aspirante a miembro del equipo en nuestras narices, la
pregunta no sea “¿Qué puede hacer Independiente por usted?”, sino “¿Qué puede
hacer usted por Independiente?
Fuente El Gran Campeón
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