Por Eduardo Verona
Con atajar no alcanza. Los arqueros vieron aumentar las
exigencias a que los somete el fútbol actual. Ahora, en muchas oportunidades,
tienen que armar la salida desde el fondo. Y se exponen más que antes a asumir
riesgos. La necesidad de saber cuándo, dónde y en qué circunstancias arriesgar
en el primer pase para no sumarle problemas al equipo. El difícil tránsito de
saber elegir.
¿Hasta dónde vale la pena arriesgar? La pregunta, por
supuesto, admite siempre un contexto. Ese contexto lo ofrece la dinámica
irrepetible de cada partido. Uno de los paisajes que hoy abunda en el fútbol
mundial es la utilización del arquero como el intérprete del primer pase de un
equipo.
La tendencia imparable de apoyarse en el arquero para
desarticular la presión inicial del rival o para encontrar una mejor opción e
intentar salir limpio desde el fondo de la cancha, se extendió a favor de las
influencias futbolísticas que fue irradiando el Barcelona desde hace varios años.
Los arqueros pasaron a protagonizar o en todo caso a
acompañar el manejo de la pelota en campo propio. Los técnicos les piden a los
arqueros que cultiven el pase, más allá de la función específica de atajar.
¿Pero están todos capacitados para hacerlo? Algunos sí, otros no tanto. Y otros
directamente, no. Por lo menos por ahora. Lo mismo ocurre con los defensores.
La adaptación a nuevas exigencias los precipita, casi sin escalas, a la virtud
o al error. No hay términos medios. No hay zonas grises.
Lo mismo ocurre con los defensores. La adaptación a nuevas
exigencias los precipita, casi sin escalas, a la virtud o al error. No hay
términos medios. No hay zonas grises.
El martes 27 de junio, en ocasión del 1-1 entre
Independiente y Lanús, el buen arquero uruguayo Martín Campaña eligió sacar
desde el fondo una pelota algo comprometida para el volante Nery Domínguez.
Frente a la presión inminente de un adversario, Domínguez, dubitativo, la cruzó
pésimo hacia su izquierda para Tagliafico que no llegó a corregir el error de
su compañero. Y de esta acción nació el gol de Lanús conquistado por Aguirre,
después de recoger un bombazo de Sand, tras pase de Silva, que se estrelló en
el palo izquierdo.
Unos minutos antes del gol de Lanús, Campaña, en la búsqueda
de organizar la salida de Independiente, le dio un pase a Franco presionado por
Acosta sobre el borde lateral derecho del área que lo obligó al defensor a
hacer una maniobra de riesgo para no perder la pelota. Franco se apoyó en
Bustos, tocó con Domínguez y ese eventual riesgo se disipó. Fue el preanuncio
de lo que poco después sucedería, aunque con otro desarrollo y otro final.
A esta altura, una frase breve se constituye en un
interrogante que vale la pena abordar: ¿es útil y conveniente arriesgar
siempre? La respuesta es simple, casi de manual: no. Arriesgar siempre, sin
interpretar los distintos contextos y las diferentes circunstancias que se
expresan en un partido, revela ausencia de mirada selectiva. Falta de concepto.
En el fútbol, como en cualquier otro deporte, una de las claves es saber
elegir. Cuando si, cuando no. Y esto no lo puede determinar desde afuera un
entrenador. Lo determina aquel que está jugando. Aquel que decide dentro de la
cancha.
Si el que está adentro de la cancha termina decidiendo
siempre lo mismo (en este caso arriesgar demasiado la pelota en la salida, en
un partido cerrado y definitorio), significa que estamos en presencia de
problemas. ¿Qué tipo de problemas? De obediencia extrema. De cumplir
indicaciones a rajatabla. De no medir lo que siempre hay que medir para no caer
en automatismos: los beneficios o los inconvenientes que le puede traer a un
equipo una intervención fallida.
Si el que está adentro de la cancha termina decidiendo
siempre lo mismo (en este caso arriesgar demasiado la pelota en la salida, en
un partido cerrado y definitorio), significa que estamos en presencia de
problemas.
A veces o muchas veces es adecuado que el arquero participe
de manera activa en la elaboración prolija y precisa de una salida. Pero a
veces, cuando se reducen los espacios y aumentan las dificultades, lo más
recomendable es saltar líneas y meter un pelotazo (a nadie se le can a caer los
anillos), aunque sea a dividir. El efecto que se persigue es clausurar los
riesgos innecesarios. Y bloquear la posibilidad de un error forzado o no que
puede llegar a ser irreparable, como por ejemplo el gol que le convirtió Lanús
a Independiente.
Los jugadores siempre interpretan a los técnicos. En la
interpretación también queda en primer plano la lectura del jugador para
radiografiar los momentos de cada partido. Y los momentos indican ahora sí y
ahora no. Como en todas las situaciones del juego. Repetir una consigna
aprendida en las prácticas puede ser fácil. Repentizar y cambiar sobre la
marcha no es fácil. Y de esto se trata. De repentizar. De cambiar para evitar
un problema. Y de saber elegir. Para no ir de contramano. Y terminar chocando.
Fuente Diario Popular
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