El técnico no le encuentra la vuelta y sabe que el
margen de error se va achicando.
Por Vicente Muglia
Gallego y su mal momento: llegó al club para mejorar la
campaña de Cristian pero ante igual cantidad de partidos sacó menos puntos.
Cuando asumió en Independiente, allá por fines de
agosto, lanzó un mensaje esperanzador: “Volvió la alegría”. Hoy, cinco meses y
medio después de aquel arranque festivo y optimista, la frase parece sólo un
(mal) chiste de Gallego.
Javier Cantero y Cía. lo fueron a buscar para intentar
enderezar la pobre campaña de Cristian Díaz, que había arrancado con 2 puntos
sobre 12 en el Inicial y que sumaba 11 partidos sin victorias contando el
Clausura anterior.
Técnico con chapa de ganador (aunque su último título data
del 2005 con Toluca en México), con espalda suficiente para aguantar una
hipotética mala racha y líder absoluto en todas las encuestas entre hinchas del
Rojo, su designación no admitía objeciones.
Sin embargo, el DT aún no pudo
cristalizar todo ese viento a favor en resultados positivos.
Arribó con el
equipo en descenso y 16 partidos después continúa en la misma ubicación.
Y los
números, a esta altura, son inapelables: ante la misma cantidad de partidos, su
campaña es más floja que la de su antecesor. Un efímero 36,7% de
efectividad que ubican este ciclo como uno de los más peores de su trayectoria.
“Jugando así vamos a ganar muchos partidos... Pero hay
que ver cuándo”, declaró el Tolo el domingo, uniendo casi a la perfección la
certeza y la incertidumbre en una misma oración.
Un rato antes había cometido
un par de errores que quedaron en segundo plano por el increíble penal que
falló Farías.
Uno fue su nueva expulsión. Esta vez, a los 18 minutos de juego.
“A Martino lo dejaban salir del corralito y a mí no”, fue su insólita queja,
que lo dejó observando el resto del partido desde la manga.
“Ahora estoy más
tranquilo”, había afirmado al asumir. Sus últimas reacciones en el campo de
juego (también lo echaron contra Quilmes y San Lorenzo en el Inicial) y su
indisimulable enojo en las prácticas tras la demora en la llegada del segundo
refuerzo son ejemplos en contrario a aquella declaración.
En lo futbolístico también suma desaciertos.
Tardó casi
todo el torneo pasado en ubicar a Vargas en su posición de volante central (lo
ponía de carrilero por derecha), nunca repitió los 11 (más allá de la racha de
lesionados que le juega en contra) y si bien logró que el equipo generara más
situaciones de gol que antes (además de gestionar el regreso de Rolfi y de
darle vuelo al pibe Miranda), aún no consiguió que Independiente muestre una
solidez defensiva.
Contra Newell’s, decidido a matar o morir, metió a Caicedo
por Tuzzio y nunca cubrió el sector derecho de la defensa.
Justo donde jugaba
Maxi Rodríguez. Justo por donde vinieron los dos goles del 3-1 final.
Seguramente transitando los peores días de su carrera
como entrenador, ya que nunca le tocó pelear por zafar del descenso, Gallego
necesita que sus jugadores le respondan.
Pero Independiente también necesita
que el Tolo eche mano a su indiscutible capacidad y vuelva a ser ese técnico
ganador que alguna vez fue.
Fuente Olé
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