Por Diego Latorre
El gol es una responsabilidad individual en la que
participan el pulso, la frialdad, la cabeza despejada. Y una vez que se logra
todo se ve diferente: el arco parece más grande, el tiempo circula más lento,
el mapa del jugador cambia, te invade una sensación de bienestar y hasta se
siente más coraje para jugar.
Del gol que no llega, o lo hace en dosis mínimas, se habla
en estos días en Independiente. El equipo ha mostrado pasajes de buen fútbol en
los primeros encuentros del año; incluso me atrevería a decir, con la prudencia
del caso, que va camino de jugar bien. Pero los "sagrados" resultados
indican que hasta ahora empató sus tres partidos (todos jugados como local,
todos ante rivales que no salieron a atacarlo), y lo que resulta más llamativo,
solo convirtió un tanto, el de Rigoni de tiro libre a Vélez.
Entonces, el clima de impaciencia e intolerancia que
arrastra el club desde hace varios campeonatos no acaba de disiparse. El
jugador lo percibe, y corre el riesgo de caer dominado por la ansiedad, la
desesperación o la resignación, de sufrir una especie de "frustración
anticipada" y acabar marrando goles que en otro momento jamás fallaría.
Desde los años anteriores al descenso, la realidad en
Independiente se fue devorando entrenadores y no hubo procesos que pudieran
desarrollarse sin una pesadísima mochila añadida a las obligaciones y
exigencias naturales. Mientras en el mismo lapso de tiempo los rivales iban
ganando torneos y tranquilidad, el Rojo no conseguía tener paz ni consolidar
una idea de juego.
Es fácil decir que en estos casos el mejor consejo es asumirse
en una dimensión menor, pero no es tan sencillo llevarlo a la práctica. El
jueguito de quién está mejor y peor, de quién es más o menos ganador ha
invadido el fútbol, y todos, los hinchas y hasta los propios cronistas
respondemos al mismo patrón. Es un mundo materialista en el que la impaciencia
de títulos no permite tener serenidad ante la adversidad, y en un ambiente así
educar al hincha es prácticamente imposible. Personalmente conozco un único
método de hacerlo: el juego, y un equipo que con convicción y personalidad se
quite las ataduras.
En eso anda el actual Independiente. Y cabe decir que se le
ven unos cuantos condimentos como para avanzar por esa ruta. Para empezar, ha
logrado juntar algunos intérpretes interesantes. Cada uno con sus matices,
Domínguez, Erviti, Rigoni, Barco son jugadores que responden al estilo y a la
partitura de Ariel Holan. La pareja de centrales y el joven Bustos en el
lateral derecho ofrecen señales positivas, y en general ya pueden apreciarse
pequeños síntomas del trabajo del entrenador: el equipo se defiende con mayor
acierto frente a los contraataques rivales, hace mejor los relevos y no queda
expuesto más allá de lo que suele ocurrir cuando se quieren imponer las
condiciones, ser ofensivos y muchas veces, verticales.
Además, el cambio se está haciendo con varios chicos de la
casa, surgidos de las inferiores del club, y esto también enseña un camino y un
proceso que el hincha que sólo se guía por el resultado del domingo
equivocadamente no suele valorar cuando debería enorgullecerlo.
Pero claro, por ahora nada de esto se traduce en goles y
triunfos. La necesidad corre el riesgo de transformarse en obsesión, y lo peor
es que esta solo puede calmarse marcando goles. ¿Cuándo ocurrirá? Imposible
saberlo, porque el misterio del fútbol tampoco ha descubierto si fue primero el
huevo o la gallina.
Hay sin embargo una certeza: el gol aparece jugando, por
encima de la impericia y de la falta de contundencia. Algunos momentos en los
partidos contra Vélez y Alianza demostraron que Independiente cuenta con
argumentos para empezar a jugar bien.
De aquí en más, necesitará que Domínguez y Erviti aumenten
su grado de conexión, que Barco comience a desplegar con mayor frecuencia su
habilidad y desparpajo, y no perder tan rápido la energía y el entusiasmo si
las cosas no salen bien desde el arranque. Cuando lo logre, el equipo terminará
por desbloquearse, se evaporará la actual sensación de fragilidad y todos los
jugadores ganarán en seguridad. En definitiva, se sentirán más libres para
volver a hacer lo que saben, incluidos los goles que hasta ahora Independiente
no pudo ni supo encontrar.
Fuente Cancha Llena


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