Por Román Failache
Cuánta verdad hay en eso de que el fútbol es 'el deporte más
injusto del mundo'. He sido crítico con los planteos inofensivos e insistente
con la falta de profundidad. Sin embargo, hoy, eso pareció haber quedado en el
pasado: Independiente fue dominador de principio a fin, paciente, vertical y
generó diversas situaciones de gol -con 18 remates al arco y el 70% de
posesión, para los amantes de los numeritos-. San Lorenzo aprovechó el mal día
de la defensa, supo atacar por el punto más flojo, capitalizó su ventaja
proveniente del vestuario y se olvidó de jugar a la pelota, respetando a un
rival que demostró extrañar horrores a Cuesta, padecer las innumerables
equivocaciones de Toledo e incurrir nuevamente en las falencias a la hora de
definir.
Después, lo visto por cualquiera: un equipo dominador y
persistente, y el otro, cómodo con el resultado. La maldición frente al arco
parece estar lejos de romperse, pero los méritos que se hacen en las líneas
anteriores son muchos, con versatilidad y movimiento para abrir espacios. Barco
jugó un consagratorio partido, empezando a demostrar que ya no es futuro sino
actualidad, y asumió un rol protagonista, incluso exponiendo a algunos de sus
compañeros. Por más que no tuviese que pasar, enseñó que con sus jóvenes 17
años puede cargarse el equipo al hombro, y aportó claridad y decisión, la misma
que debería brindar quien lleva la 10 en la espalda, pero que parece tener la
cabeza del otro lado del Río de la Plata.
Sin dudas que este es el camino. A la larga, la actual forma
de juego traerá más sonrisas que tristezas, y opino que el trabajo que está
haciendo Milito es bueno y su idea se ve en el campo, aunque en la tabla no se
refleje lo mismo. Además, desconfío en las casualidades tras ver que cada rival
que enfrenta a Independiente se repliega en sus acotados 50 metros y opta por
la básica propuesta del contragolpe. Algunos nombres propios no se adecúan a
esta dinámica, aunque habrá que ver qué ocurre cuando se renueven esos puestos
después del próximo mercado de pases - imaginando que los dirigentes no
recurrirán a las excusas habituales de "estamos cuidando la economía del
club", cosa, por demás, falsa después del impresentable balance aprobado-.
Ahora, el clásico. Los años no se salvan ni de cerca ganando
un partido importante después de haber quedado, practicamente, fuera de tres
competiciones, pero el triunfo se torna una imperiosa necesidad para revertir
este desfavorable presente y cambiar la superficial lectura de que
'Independiente juega mal' tan solo porque no gana. La oportunidad está en las
manos de los jugadores. Queda en ellos dejar la vida el próximo domingo y salir
a respaldar al entrenador.
Fuente T&C Sports
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