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sábado, 26 de noviembre de 2016

La bola ocho





Por Lucas Campos

Yo le digo señor. Me confieso que esto no tiene lógica alguna. Usted sabe que, todas las noches le pido, le rezo, le suplico que nos de la abundancia, nos enseñe a ser mejores, que me deje comer en paz el asadito con los pibes y que de paso, nos facilite algún que otro resultado. Pero aún no entiendo, amigo mío, la razón por la cual diseñó esta semana. Al menos para mí, y para todos los que somos hinchas de Independiente.

Le digo señor, ¿por qué permitió que el miércoles me hayan invitado a jugar un pool para festejar el cumpleaños de un compañero de trabajo? No era solamente un día festivo. No, para nada. Sobre todo si enfrente, señor, me pone a un hincha de Racing y a otro de Boca. No le encuentro explicación a tal manera de hacer, de una semana difícil, a una tediosa y exageradamente imposible de digerir. Si yo no le he hecho nada. Ya sé que estoy identificado con una camiseta que usa su acérrimo rival, el que usted rajó a patadas en el culo pero, esto es sumamente humano señor. De ninguna manera influye en la prosecución del mundo. 

Por eso no lo entiendo.

Pero yo le retruco señor, que no me voy a dejar ganar fácilmente. Se lo voy anticipando. Usted me puso a un bostero y a un vecino. Me los puse al hombro a los dos, si bien ellos dominaban bien la mesa, mi compañera de partida no se quedaba atrás. Es más, usted lo vio bien de arriba cuando la bola ocho entró al final del juego para mi lado. Yo, tranquilo, ni lo miré al hincha de la Academia, ni me reí porque sé lo que se viene este domingo a las 20. 

Pero usted, señor, fue fiel testigo de cómo él me ninguneó durante todo el cumple. Le pido, amigo mío, que mañana cuando tenga que soplar para algún lugar, el viento corra a nuestro favor. ¿Acaso usted no dice, que el humilde será exaltado? Bueno, yo lo fui.

Yo le tengo que preguntar obligadamente el porqué de las amenazas de lluvias durante tres días y justo viene a diluviar el sábado. Parece a propósito, como si usted se divirtiera cuando yo sufro. Porque un día así de feo, indefectiblemente me propone a agarrar la compu y ponerme a revivir todo otra vez. La ventaja de 23 partidos, gritar de nuevo el gol del Kun en la Doble Visera, la emboquillada del Bocha, el doblete de Gandín y la pegada de Trossero. No me tiente señor, porque mucha será la desesperación pero ni loco voy a ponerle play al casi gol de Cuesta que nos metía en la Copa Libertadores. Y eso que ese día, un par de corazones locales se fueron de gira.

Yo quiero tratar de razonar y pienso que tanto sufrimiento, el partido de pool y un sábado de lluvia melancólica previo a un clásico, tiene que tener algo como recompensa. Miré lo poco que le pido señor, frente a lo que usted me tira por la cabeza. Diga la verdad, no es nada.

Al fin y al cabo señor, pase lo que pase, yo le seguiré estando agradecido. Pero lo que realmente le voy a pedir, es serio. Piénselo. Usted me puso en un partido de pool frente al rival de este fin de semana. Encima el loco muy prolijo, vestía de chombita blanca, con chupines negros acompañados de unos zapatos marrones y brillantes, de esos que hablan otra lengua. Yo sin embargo, de bermuda y remera, bien cabizbajo aunque bola ocho entró al final del juego y para mi lado. Yo la hice entrar, con su ayuda, seguramente.

Le pido, señor, que este domingo, justamente a las 20, la bola haga lo contrario a lo que hizo conmigo  en esa mesa de paño verde. Por favor, se lo suplico. Que a partir de las ocho de la noche la bola entre en el arco contrario. Solo eso. En algún punto señor, es simplemente una pelota, un arco y alguna que otra persona mirando un partido. No es cuestión de vida y muerte, y si lo fuese, ¿usted querría que gane la vida, no? Digo, piénselo.


Fuente De la Cuna al Infierno

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