Por Gonzalo Rivera
Independiente no jugó un mal partido, aunque la falta de
precisión a la hora de concretar las situaciones lo llevó a caer 2-1 ante San
Lorenzo, en el Libertadores de América.
Parece difícil afirmar que el equipo de Milito mostró
momentos de buen nivel, arrollando a su rival, cuando la realidad marca que
perdió en casa ante un San Lorenzo con mayoría de juveniles. Pero lo visto en
la cancha es innegable, y allí el Rojo fue más gracias a un volumen de juego
cercano a lo que pretende el entrenador.
Es tan cierto el avance de Independiente en cuanto a su
nivel de fútbol, como que los resultados no lo acompañan. Al analizar, sobre
todo, el primer tiempo jugado ayer, se observa la mano del Mariscal y las
mejoras logradas en el equipo, que no termina de responder en la faceta más
importante: llegar al gol.
Entre las miles de opiniones que circulan (de algunas, mejor
ni hablar) se le cuestiona al director técnico el “puro toque” que se ve en sus
jugadores, con una visión totalmente sesgada por las ideas de Gabriel. Si el
Rojo fuera lo que dicen, no podría haber generado la cantidad de ocasiones
claras con las que peloteó ayer a los de Boedo.
Con aciertos y errores, a partir de la llegada del
entrenador el equipo encontró una identidad, que se ve desdibujada por los
repetidos errores frente al arco rival. No hay dudas de que si no se convierte
es por fallas propias, y que la ineficacia en ataque se debe trabajar, pero no
hagamos cargo de la sequía de títulos que sufrimos a quien menos lo merece.
Con
Milito, no.
Fuente Orgullo Rojo
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