Gimnasia ganó 1-0 en Avellaneda. Con este resultado, el
local quedó a cinco puntos de River y con un partido más.
Por Nahuel Lanzillotta.
La desazón del Rolfi es la de todo Independiente. (Foto:
DyN)
Independiente bebió el trago amargo del descenso y se
acostumbró a un fútbol desabrido en los últimos tiempos. Hasta que volvió a
Primera renovado, con un técnico que intentó rescatar el paladar negro que
históricamente conquistó a la tribuna roja. Y el equipo se comprometió con esa
idea, la de brindar manjares en el campo de juego, de llenar los ojos y
hacerles cosquillas en la panza a esos hinchas que pedían una campaña
reivindicatoria. Los números y la posición expectante en la tabla generaban
toda esa satisfacción postergada y la ilusión crecía, más allá del pasado
reciente y del momento de River. Sin embargo, anoche, no logró aprovechar su
momento (el primer tiempo) por su falta de eficacia y padeció una derrota 1-0
que, más allá del partido pendiente con Arsenal, le hace daño a su sueño de
campeón. Y Gimnasia, que llegó hasta Avellaneda con valentía, lo bajó de golpe
con un gol que se gritó desaforadamente en La Plata porque hacía 458 minutos
que el Lobo no aullaba en el arco rival y el estadio Libertadores de América
era esquivo: hacía 8 años que no lograba ganar en Alsina y Bochini.
Independiente tiene un corazón que bombea fútbol por tres
arterias de las que fluye sangre y juego. Desde los pies de Jesús Méndez nace
el primer pase. De Daniel Montenegro, la habilidad al servicio del juego. Y de
Federico Mancuello, el ímpetu y la confianza de un conductor. De mitad de
cancha hacia adelante, entonces, suele ser un equipo furioso. El problema se le
genera cuando no logra traducir ese dominio, el control de la pelota,
básicamente, en el área adversaria. Y le pasó a Independiente en el primer
tiempo, especialmente. Padeció ese déficit. Con tenencia, pero sin
contundencia, dejó pasar su oportunidad. Merodeaba el área, pero no la pisaba
con autoridad. Y la jugada más clara que tuvo para despejar el camino chocó
contra el travesaño. Fue un cambio de frente de Lucas Villalba y un remate de
Alexis Zárate en el travesaño.
Gimnasia no se plantó cerca de Monetti. Adelantó las líneas,
con Alvarez Fernández suelto, desprendiéndose del doble cinco, para auxiliar al
único punta, Pablo Vegetti. Sin embargo, tuvo una sola chance en el primer
tiempo, una salida en falso del Ruso Rodríguez que Jorge Rojas y el propio
Vegetti no pudieron capitalizar.
Claro que no todo es color de rosa en Independiente. Así
como se pondera su ataque, también es una realidad que el talón de Aquiles es
la defensa. Tiene que pulir la salida, el achique y brindar mayor seguridad por
los costados. Porque aunque es cierto que sus laterales suelen estar bien
enfocados a la hora de proyectarse, también son ligeros, pero en la marca.
Gimnasia, en cambio, se apoyó en los suyos para encontrar la llave del partido.
De Facundo Oreja a Lucas Licht, gambeta corta y pase del ex Racing, devolución
de primera de Alvaro Fernández y zurdazo goleador. Un auténtico golazo, para
enmarcar, a los 13 minutos del segundo tiempo.
Lo sacudió el grito platense a Independiente, que no pudo
aprovechar la pelota parada (los últimos 7 goles rojos llegaron por esa vía).
Tampoco, los remates de media distancia, un recurso que se tornó repetitivo y
que favoreció los reflejos de Fernando Monetti. El arquero de Gimnasia se
estiró dos veces ante Matías Pisano, que entró en el segundo tiempo para
intentar aportar claridad pero terminó perdido en el medio del desconcierto. Ni
la apuesta al gol postrero de Sebastián Penco ni la aparición del pibe Benítez,
un jugador que genera confianza en Almirón, lograron torcer el rumbo. Después
de cinco partidos, Independiente cayó y en su cancha, donde no perdía desde la
tercera fecha. ¿Le dará tiempo el River puntero, invicto y arrasador de
levantarse?.
Fuente Clarín
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