El Rojo arrancó abajo antes del minuto pero lo remontó con
un Barco decisivo. Ahora navega en aguas calmas de cara al duelo con Nacional.
Foto Maxi Failla - FTP Clarín
Por Favio Verona
Independiente es un desorden total. Una especie de anarquía
con ciertas normas de convivencia para evitar la autodestrucción. Y la culpa la
tiene Holan: es él quien fomenta la irreverencia. Es él quien les concede a sus
jugadores libertades para moverse por todo el frente de ataque sin posiciones
fijas. Es él quien les exige que se despojen de las amarras para desorientar al
rival. El Rojo se hace fuerte en ese caos programado que marea a sus
adversarios. Y ante cualquier golpe responde con la rebeldía de sus revulsivos.
Fue una prueba de fuego para el conjunto de Avellaneda. No
precisamente por la talla de un rival que aún no ganó desde que ascendió, sino
porque el Rojo amaneció con un piñazo en la cara: iban apenas 30 segundos
cuando Imbert abrió el partido para el Funebrero. Lejos de desplomarse,
Independiente buscó desordenar el trámite mediante la rotación de posiciones en
ataque. La defensa de Chacarita nunca pudo encontrarle la vuelta a ese
indescifrable laberinto que Independiente tejió en campo contrario. Y cayó
presa de la confusión. A simple vista, no resultaba sencillo definir los roles
de Meza, Barco, Jonás Gutiérrez y Fernández. Todos ellos se movieron sin
respetar reglas de tránsito, tirando más diagonales que la ciudad de La Plata,
apareciendo por cualquier sector para apelar al factor sorpresa o para generar
el dos contra uno. Si el Rojo no goleó fue porque se topó con Pedro Fernández:
el arquero fue un paredón en el que rebotaron disparos de Meza, Fernández,
Gigliotti y Albertengo.
Holan suele decir que en el fútbol de hoy es inadmisible que
un futbolista no sea polifuncional. Jonás puede dar cuenta de ello. Arrancó el
partido de volante por izquierda y jugó todo el segundo tiempo de lateral
derecho. Bustos comenzó ocupando el flanco derecho de la defensa, pero finalizó
de volante. Barco empezó de enganche, posición desde la que asistió a Bustos en
la jugada del primer gol, y terminó jugando de extremo izquierdo, puesto en el
que selló el encuentro con un golazo. El técnico promueve la flexibilización
laboral: quiere jugadores orquesta para no darles referencias a los marcadores.
La optimización de recursos suele darle resultados. Son varios los futbolistas
que han tenido buenos rendimientos en funciones inusuales para ellos.
Chacarita no consigue trascender la frontera de las
intenciones. Es comprensible que exhiba grietas en defensa frente a un rival
que suele generarles situaciones de gol a casi todos sus adversarios. Pero tras
la partida de Salinas, el equipo de San Martín carece de un delantero con
oficio. Ante la ausencia de un nueve clásico, es Gagliardi quien se ubica en el
área, aunque ése no es su hábitat natural.
Independiente tiene un problema similar. Le falta
contundencia. Pero cuenta con Barco, un jugador tan discontinuo como
determinante, que a los 18 años marca la diferencia aun sin disponer de esa
precisa lectura de juego que sólo concede la experiencia. El Rojo llegará con
viento en popa a su próximo compromiso, el cruce del miércoles 25 ante Nacional
de Paraguay, por la Sudamericana. En Asunción no puede naufragar.
Fuente Olé
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