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viernes, 27 de octubre de 2017

Una pared entre Lenin y Albertengo


Por Lucas Campos

A cien años de la Revolución Rusa, todo se tiñó de rojo. Al menos, el mundo del fútbol lo hizo. Roja la camiseta, roja la garganta de gritar tantos goles, roja la nariz de Amorebieta y rojas las manos de aplaudir la pared entre Lenin y Albertengo. Todo, Rojo.

Así, todo de rojo, Independiente salía caminando al césped medio árido del Defensores del Chaco. Campaña le levantó las manos al ventoso aire Guaraní y Erico se acomodó en alguna nube para observar cómodo el match, copero.

El ejército rojo con todo. Con la hoz comenzó a depurar el árido campo y con el martillo comenzó a pegarle golpes de nocaut a la defensa de Nacional. Sin embargo, martillazo fue el que le pegaron a Amorebieta, que tuvo de su mismo remedio y salió con el tabique fracturado. A la cancha Domingo.

Pero de a poco, Lenin fue encabezando la gloriosa revolución y le dio el poder a Barco. “Salvo el poder, lo demás es todo una ilusión”, decía Vladímir. Entonces el pibe del Rojo acumuló a cinco jugadores paraguayos y lo dejó solo a Meza, que martilló la red sobre el palo izquierdo. ¡Gol Rojo! Y la garganta ya se iba acalorando.

Pero martillado también estaba Campaña, que no salió y le hicieron un gol en el área chica. 1 a 1 y al entretiempo bien calentito. Igual, como Campaña todo lo soluciona, al mismo arquero todo se le perdona. En el complemento, Independiente creyó en sí mismo. En su propia historia.

Y no hablo de política, habló de fútbol. De un color. El rojo. O, el Rojo de Avellaneda. “Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños”, gritó Lenin, que habilitó al que tiene pinta de campesino de soviet para que centre a Fernández, quien de cabeza, clavó el 2 a 1 para la alegría de Holan.

Segundos después, el proceso revolucionario se dio solito y solo. Con las condiciones a favor, Fernández luego de fallar el penal, no perdonó en el rebote. Y por último, la magia. Pase largo de Meza para Fernández, que habilitó a Vladímir Lenin para que este haga lo suyo. Una pared hermosa entre el revolucionario y el campesino, tocando y tocando, para que este último,como no podría ser de otra manera, de zurda, la mande al fondo de la red.

Arriba Rojo, bien arriba. El olor a Copa duerme con nosotros aún. Y se asienta más en nuestra complicada piel, cuando Independiente gana jugando. Jugando al fútbol. Porque es lindo ganar, pero para los de Independiente es aún más hermoso cuando se gana jugando. Con y contra todos. Con y con todos. Todos juntos, todo Rojo, como Lenin.



Fuente De la Cuna al Infierno


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