El defensor de Independiente anotó en el clásico del
Apertura 2010 y el jugador uruguayo lo hizo en 2005, en un clásico que cortó 12
años de sequía para la Academia en el Cilindro
Por Jonathan Wiktor y Nicolás Zuberman
Baéz y Guerrero. Foto: Archivo
Javier Báez
A las 14.55 del 10 de octubre de 2010, en el estadio
Libertadores de América, Javier Báez prefirió seguir su instinto. Deambulaba
Racing sobre los márgenes de su área pequeña cuando Báez irrumpió como un
tiburón unos metros más atrás. Iban 45 minutos del primer tiempo del clásico y
el defensor, en un tiro de esquina desde la derecha, eligió ir al segundo palo
en vez de al primero, a contramano de lo que estaba planificado. Cansado por el
ritmo del partido, con el ácido láctico que le condicionaba el esfuerzo, pensó
como pudo y cambió su zona. Pero lo que pudo haber sido una desobediencia a la
programación de Antonio Mohamed, que ese día debutaba como entrenador de los
Rojos, fue lo que confundió a la defensa rival, que había estudiado hasta el
centímetro los movimientos de un duelo luchado. Si el fútbol es un deporte de
engaños, el lateral, esa tarde, fue Houdini.
E Independiente ganó 1-0.
Báez apareció donde nadie lo esperaba, detrás de su
marcador, Marcos Cáceres, que se encegueció con la pelota y perdió la
referencia. El envío de Leandro Gracián cruzó el perímetro por arriba. Durante
un momento Báez intentó anticiparse, pero en la marcha corrigió su rumbo, se
arqueó levemente hacia atrás y esperó. No tuvo que saltar. Se agachó y la
pelota le quedó de frente, domesticada. Fue entonces cuando gatilló un cabezazo
cruzado, al palo opuesto, imposible para De Olivera, que picó en la línea y se
metió. Aquel partido fue correspondiente al torneo Apertura 2010. "El gol
se da por una situación rara. El Turco (Mohamed) me había pedido que fuera al
primer palo. De hecho, ése era mi lugar. Pero era la última jugada del primer
tiempo, me desconcerté y opté por quedarme en el segundo. Seguí mi
instinto", dice Báez, casi siete años después, desde Sinaloa, México, en
donde se destaca para los Dorados, equipo que este sábado afrontará el partido
de ida para ascender a la primera división del fútbol azteca. "Acá estoy
muy bien. Me gusta el fútbol mexicano, es atractivo, dinámico. Todo un desafío
para los defensores. Y la vida en Sinaloa, a diferencia de lo que muchos pueden
creer, es tranquila", reconoce.
-¿Qué recuerdos te quedan de aquel gol?
-Los mejores. Fue increíble, no me lo voy a olvidar nunca.
Todavía me acuerdo de la gente, de cómo estaba el estadio. Se me eriza la piel
de sólo pensarlo. Fue raro porque era el primer partido del Turco y yo, la
verdad, no sabía si iba a jugar. El Chivo Pavoni y Pancho Sá me habían dado la
oportunidad, pero al principio, cuando llega un DT nuevo, uno nunca sabe bien
qué busca. La semana estuvo cargada de sensaciones: por un lado se venía el
clásico y por el otro, teníamos pocos entrenamientos con el nuevo técnico. Por suerte
se dio todo bien.
-¿Qué te dicen los hinchas ahora, después de tanto tiempo?
-Cada vez que me ven me agradecen ese gol. Para mí, que me
formé en el club, es todo un orgullo. Cuando estoy por Avellaneda me brindan su
cariño. Son cosas que se valoran. De alguna manera quedé en el recuerdo de la
gente. Y eso me reconforta.
-Tenías 20 años y de un día para otro apareciste en la tapa
de los diarios, ¿cómo manejaste todo lo que vino después?
-No me costó tanto porque mi familia me ayudó mucho. Ellos estuvieron
en todo momento, en las buenas y en las malas. Los jugadores grandes del
plantel también fueron determinantes: con pocas palabras me dijeron cómo me
tenía que manejar.
Marcelo Guerrero
Los años pueden ser una unidad de medida convencional para medir
el tiempo, pero no en términos absolutos. Para algunas situaciones, doce años
pueden ser mucho o casi nada. Para un equipo, ver pasar una docena de
temporadas sin poder vencer al rival de toda la vida en su estadio parece una
eternidad. Para un futbolista que logró romper esa racha en uno de los clásicos
más importantes de la Argentina y que doce años después juega apenas unos
minutos en una liga regional amateur de Uruguay parece demasiado poco. Así es
la historia del uruguayo Marcelo Guerrero, 33 años, que marcó un gol clave el
10/4/2005, cuando Racing venció 3 a 1 a Independiente y cortó una larga
seguidilla de clásicos sin poder festejar en el Cilindro. Del otro lado del
teléfono, del otro lado del Río de la Plata, el Colorado ya sabe por qué lo puede
llamar un periodista argentino por estos días: "Estoy al tanto de lo que
sucede porque acá pasan todo el tiempo los partidos. Ya sabía que jugaban
Racing-Independiente, pero igual siempre algún conocido me avisa porque en la
previa te pasan los goles de los partidos viejos. 'Te vi en Fox', hasta me dijo
un conocido el otro día".
-¿Qué recordás de esa tarde?
-Nosotros teníamos un lindo equipo. Fue un buen torneo,
peleamos hasta el final pero fue campeón Vélez. Ese partido era especial, como
todo clásico. El estadio estaba lleno. Fue un partido duro, del otro lado
estaba Independiente con Menotti, que jugaba mucho al achique. Me acuerdo que
esa semana practicamos mucho jugar abiertos y aparecer por sorpresa con
diagonales desde afuera. Lisandro López estaba en un gran momento, nos ayudó
mucho. Y teníamos al Cholo Simeone, que para el equipo era fundamental. Es de
los partidos que más recuerdo en mi carrera.
-¿Fue el gol que te marcó?
-Uno lo recuerda con mucha emoción, sobre todo cuando lo ve
ahora con el tiempo. En el momento no tenía conciencia. Además, no había redes
sociales ni nada por el estilo. No es como ahora que enseguida salta a todo el
mundo. Todo lo que uno hace en el fútbol argentino trasciende. Tiene mucha más
vidriera que el fútbol mexicano u otro de Latinoamérica. Así que fue una marca
para mí jugar en Racing. Acá en Uruguay hay muchos que reconocen mi paso por
Nacional, pero siempre me preguntan cómo es jugar en Racing de Avellaneda.
Quieren saber del mito de la hinchada, que acompaña, que alienta.
-¿Y qué les contestás?
-Se sentía distinto jugar en la cancha de Racing. Jugué en
otros equipos de la Argentina y se notaba la diferencia. Vos entrabas a la
cancha y ya el ambiente te marcaba que estabas en un momento especial. Entrabas
con una motivación más alta de lo normal, porque la gente empuja, pareciera que
tenés un jugador más de lo normal. Por más que uno quiera enfocarse en el
partido, no te podés abstraer. Lo que se dice no es sólo un mito. Es real. Yo
jugué en contra en la cancha de Racing y eso lo notás.
Ahora, Guerrero juega en una Liga del Interior de Uruguay
(Porongos, del Departamento de Flores). "Te pagan por ir a jugar, pero es
amateur. Me sumo cuando el físico me da", explica. En Flores, el rival de
Porongos se llama Independiente y usa la camiseta roja. La semana pasada se
cruzaron. Fue empate 1 a 1. "Entré 20 minutos, no pude convertir. Pero en
la semana sabés cómo los cargaba a todos con lo de Independiente. Les mandaba
el gol al grupo de WhatsApp y les decía: 'Contra Independiente se define así'",
bromea, como para comprobar que un gol en un clásico te marca para siempre.
Fuente Cancha Llena
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