Señalado alguna vez por no patear tiros libres, el abanico
del crack también ofrece esa especialidad; desde que lleva la cinta, ya marcó 5
Por Cristian Grosso
Lo acusaron de individualista. Dijeron que le faltaba gol
para ser delantero, que era previsible como extremo derecho con el perfil
invertido, que no ayudaba en la recuperación, que no cabeceaba, que no
ejecutaba penales, que se escondía, que tenía una mirada muy reducida del juego
y no leía toda la cancha. Messi no protesta, no fanfarronea ni vende lo que no
es. Pero ya se encargó de derrumbar todas las sospechas. "Os aconsejo que
no le pongáis a prueba porque os hará callar", profetizó un día Pep
Guardiola. También lo apuntaron por no patear los tiros libres. Messi vive de
los desafíos. Lo que no se permite el genio es descansar. Sentirse cómodo con
lo que sabe y le da éxito, hasta lo puede aburrir. Entonces evoluciona, no
tanto por ambición, sino porque no puede evitarlo.
Siempre tuvo el toque para patear tiros libres. Pero no
reclamaba la ejecución porque respetaba una jerarquía que su talento bien podía
desafiar. Aceptaba que los Ronaldinho, Xavi, Verón o Riquelme gozaban de
prioridad. Hasta que su dimensión de capitán en el seleccionado lo empujó a
asumir todas las responsabilidades. Porque si algo le sobra a Messi es
carácter. Con Alejandro Sabella se adueñó de los tiros libres. Para entonces,
en Barcelona también había crecido su influencia en los remates, desde que en
2008 convirtió el primero por esta vía. Hoy son una deliciosa especialidad: al
término de la Liga española 2015/16 señaló siete para Barça, un nuevo récord,
comparando los cinco torneos más prestigiosos del Viejo continente.
Ya son cinco festejos en albiceleste. El bautismo llegó el 7
de septiembre de 2012, en Córdoba, en la victoria 3-1 sobre Paraguay en las
eliminatorias rumbo a la Copa de Brasil. Fue su conquista N°28. Tardó, porque
antes no era su obsesión. Bastó que se lo propusiera. Nada más estimulante que
un genio disconforme. Repitió la función ante Uruguay (3-0), en Mendoza, con un
sorpresivo remate por debajo de la barrera. El tercero lo dibujó en el Mundial,
en Porto Alegre, frente a Nigeria (3-2). Y ya en el ciclo de Martino renovó la
magia precisamente en esta Copa América, en las metrallas con Panamá (5-0) y
los Estados Unidos (4-0). Siempre que marcó de tiro libre, ganó la selección.
El último, un exquisito disparo que se colgó del ángulo más alejado, llegó con
récord. La estatura de Batistuta, el plusmarquista anterior, merecía una obra
de arte en su capitulación.
¿Tiro libre para la Argentina? Patea Messi, qué duda cabe.
Aunque estén Banega, Lamela o Biglia, que en sus clubes administran la pelota
parada. Y el estadio se enciende entre los flashes que intuyen un pasaje a la
historia. "Me até fuerte porque me quería afirmar bien, no me quería
resbalar porque la cancha estaba jodida en ese aspecto", reveló Messi
después del partido. Que nadie espere explicaciones profundas. El genio trabaja
con naturalidad mientras desafía a la ley de la gravedad.
Tiro libre para la Argentina. Va Messi y una extraña
electricidad se apodera del lugar. Lo que lo vuelve un marciano es la
regularidad de su excelencia. Juan Pablo Varsky eligió una figura insuperable:
"Hace años que juega como en junio del 86". O como en junio de 2016,
porque entre tantos homenajes retro, Lionel Messi también está empecinado con
desempolvar la gloria.
"Llegar a tres definiciones en tres años no es cosa de todos los días. Pero también es cierto que a esta altura de las circunstancias lo único que importa es ganar, sobre todo después de venir de jugar dos y perderlas. Eso es lógico"
Lionel Messi
Capitán Argentino
Fuente Cancha Llena
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