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sábado, 25 de junio de 2016

El perfil que la Selección no debe resignar - Por Eduardo Verona




Por Eduardo Verona


De los 5 partidos que la Selección jugó en la Copa América, el último ante Estados Unidos fue claramente el mejor. Ese perfil siempre dominante es el que Argentina no tiene que modificar en la final. Ser un gran equipo no contempla preocupaciones excesivas ni subordinación estratégica al rival. Ser un gran equipo es mandar en la cancha

Los grandes equipos no cambian. ¿Qué es lo que no cambian? Su interpretación del juego. Los grandes equipos someten a los rivales a sus propios ritmos, a sus tiempos, a sus iniciativas, a sus búsquedas. Y esto es lo que los distingue. Porque provocan que los adversarios se subordinen a su juego.

Y esos grandes equipos no tienen necesidad de cambiar. Ni de intérpretes ni de sistemas tácticos ni de idea. Juegan siempre a lo mismo. Y aunque jugar siempre a lo mismo no parece ser inteligente, moderno o progresista, en realidad lo es. Las grandes selecciones de Brasil que recuerda la historia jugaban siempre a lo mismo para reconfirmar su identidad futbolística. Ahora no se sabe a qué juegan. Cambian según los rivales, las circunstancias, los desafíos, los técnicos. Y cambian tanto que ya no registran donde están parados. Cuando fueron fieles a su libro histórico que se nutrió de la gran técnica y del conocimiento para leer el juego, ganaron todo lo que se puede ganar. Y despertaron unanimidades. Y memorias.


La Selección que conduce Gerardo Martino en vísperas de disputar este domingo en New Jersey la final de la Copa América Centenario, no tendría que cambiar lo que supo construir en el reciente 4-0 contra Estados Unidos. Que enfrente tenga a Chile, incomparable en relación a la debilidad estructural que expresó Estados Unidos, no debería precipitar en Argentina ninguna modificación conceptual, más allá de las salidas obligadas por lesiones de Augusto Fernández y de Lavezzi. 

El fútbol de la Selección se mostró en plenitud el pasado martes en Houston. En los 4 `partidos anteriores (2-1 a Chile, 5-0 a Panamá, 3-0 a Bolivia y 4-1 a Venezuela) había dejado instalada algunas dudas respecto a su funcionamiento y a la continuidad para desarrollar ese funcionamiento durante los 90 minutos. Contra Estados Unidos no dejó ninguna duda. Se apropió del partido desde el arranque y extendió esa superioridad hasta el final.

¿Qué hizo para llevarlo a cabo? Hizo lo que  ese monstruo del fútbol mundial que fue Johan Cruyff siempre sostuvo: "Si la pelota la tenemos nosotros, no la tienen ellos". La Selección denunció que tiene jerarquía individual para imponerles condiciones taxativas a los adversarios. Esto es lo que no tiene que cambiar. Y lo que tiene que fortalecer. Su autoridad futbolística en definitiva. Esa es la parte de la religión que Cruyff reivindicaba en todos los equipos donde jugó y dirigió. Y ese fue uno de los legados del astro holandés.

¿Qué quiere hacer el Tata Martino? Algunas declaraciones del entrenador no son todo lo esclarecedoras que deberían ser. Por ejemplo, antes de los cruces en semifinales, afirmó: "Si no tenemos la capacidad de modificar cosas en un partido ponemos en riesgo el resultado. Es bueno que podamos modificar y seguir siendo así un equipo sólido. Las diferencias pueden ser cinco pases menos o cinco metros más atrás en la cancha. Aún así el equipo elabora más de lo que corre. Claro que está bueno que sepan retroceder".

Cuando Martino habla de cinco pases menos o de cinco metros más atrás en la cancha, está subrayando la necesidad de ejecutar cambios estratégicos durante el desarrollo de un partido. ¿Para qué? Según él para no poner en riesgo el resultado. Sin decirlo, porque estas cosas no se dicen, esa interpretación de Martino revela sus propias inseguridades. Alcanzaría con reproducir lo que comentó después de la final de la Copa América del año pasado ante Chile: "Nos preocupamos mucho en neutralizar a Chile pero nos terminó limitando. Neutralizamos a Vidal, a Alexis Sánchez, a Valdivia, pero la presión, la elaboración, el volumen de juego y lo ofensivo fue malo".

Los grandes equipos no delatan preocupaciones excesivas. No agrandan rivales. No juegan en función de quien entra o quien sale en el equipo de enfrente. Hay que señalar por si alguien no lo pone en consideración que Argentina si no es la mejor selección del mundo, pega en el palo. Y si juega con la convicción para manejar la pelota y los tiempos del partido que desnudó frente a Estados Unidos, las preocupaciones excesivas tienen que enfocarse en los adversarios. No en Argentina.

Esto no es subestimación o algo parecido. Es ratificar que la Selección no tiene que construir un perfil distinto en cada encuentro como insinúa Martino. El perfil más apropiado es el que le permitió vapulear a Estados Unidos y arribar a un 4-0 piadoso. Ese perfil tan sensible a lo que en términos clásicos se reconoce históricamente como el fútbol argentino, no puede resignarlo en la final. 


Fuente Diario Popular

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