Por Lucas Campos
No es lo mismo decir
– Sí, me voy a morir – que
– Si me voy a morir.
Porque un signo, una coma o un tilde, cualquiera de las
variaciones gramaticales sea, te cambia la vida. Te cambia la vida y hasta el
humor. Pero qué hago hablando de gramática si no sé demasiado e Independiente
sacó un puntazo en Colombia.
Hablemos de fútbol, hermano.
Y si de fútbol hablamos, hablamos de Independiente caminando
hacia el círculo central, serenos, relajados, los players elevaron sus manos
hacia el espeso cielo de Bogotá que observaba algo maravillado a un capitán
uruguayo que encabezaba a once futbolistas que ya olían a contragolpe. Así se
paró el Rojo, de contragolpe.
Noté algo molesto a mi viejo, que luego de tomar un amargo,
pensó, corrió de lugar el control remoto albergando alguna cábala y soltó
-¿Vamos a tener que aguantar todo el partido así? Me voy a
morir pibe, me voy a morir.
Yo me reí, algo cagado también. Lo admito. Los laterales de
ellos eran aviones. Gigliotti parecía estancado en el barro más grueso de la
mitad de la cancha, en donde Independiente se posaba paciente oliendo sangre
rival. El silencio no era protagonista en la comisura de los labios de mi
viejo.
–Miralo a Silva, este turro no para a nadie. ¡Sacala papá!
Vomitaba con las cuerdas vocales el viejo cada vez que la pelota se acercaba al
sector del marcador de punta izquierdo charrúa.
El control remoto iba y venía como el Torito Rodríguez, que
vagabundeó como el más solitario de los francotiradores en el círculo central,
hasta que agarró la pelota y no se la sacaron más. De repente, en una ráfaga,
Benítez agachó la cabeza y pateó pero el morocho este que saca hasta las ganas
de respirar, la contuvo. Con el casi gol de Figal nos fuimos a esperar el
complemento.
– Haceme un café Luquitas.
Soltó mi viejo. Y yo se lo hice, porque ya lo de morirse lo
estaba tomando en serio el loco este que, hace un par de años, no estaba tan
loco como ahora.
En el complemento la cosa no cambió demasiado. Hasta que en
una de esas, el árbitro cobró penal.
– Mirá vos este tipo el penal que cobra.
Ya mi viejo se tomaba el café, movía el control remoto, se
persignaba, le pedía al sagrado corazón, saltaba de la silla. Pero gol de
Millonarios. Yo callaba, él decía
– Me voy a morir. Quedamos afuera por un penal boludo. Me
voy a morir. Sí, me voy a morir.
Y ya todo era un tole tole. Me volvieron a operar de
vesícula cuando Figal pateó pelota y jugador estando amonestado y cuando Silva
sacó un disparo con el taco.
Lo miro de refilón a mi viejo, porque no sabía si seguir
observando el partido o llamar al SAME, y cuando levanto la mirada, atónito,
Braian Romero hace "Tac", Sí, hizo "Tac" Ustedes imagínenselo con el sonido que ese "Tac" amerita.
Y Gigliotti
fue.
Mi viejo se fue levantando de a poco, con el buzo lleno de
mugre del taller que llevaba puesto, despeinado por las ideas futbolísticas que
Independiente no llevaba a cabo y con los ojos desorbitados por la presión
arterial. En el reflejo de su retina, el centrodelantero corría en una de las
más profundas soledades como cuando uno quiere aprovechar la única que le queda
en noventa minutos. Va el Puma, los rivales le van tocando el culo de atrás.
Corre como corre un pibe luego de terminar la tarea para ir a soñar que patea
con la fuerza del Puma. Y en esa corrida, un eje del mal lo alcanza. Pero
Gigliotti frena como cuando frena el bondi lleno y todos nos vamos al infierno.
El Puma se acomoda, se dobla todo el tobillo izquierdo, y de derecha, manda la
pelota al infierno de la red. La rompe. La hace pipa. Lo ajusticia al morocho
“Sacatodo” con cara de bueno aunque no
sea ningún bueno. Gol de los nuestros. Gol del Puma. Y mi viejo pega un saltito
a lo Roger Federer. Grita y se rompe todas las cuerdas vocales. La presión se
le va a la mierda, el control remoto también, el café inunda la mesa y las
manos se le acalambran ante majestuoso festejo. Yo me quedó enamorado de esa
imagen de unos 95 kilos y corro como cuando era un nene y lo abrazo.
Lo abrazo con el amor con que uno abraza a un padre. Con el
amor con que uno comparte la vida y con el amor con que uno grita los goles.
Gol la puta madre, abracémonos que hace bien de verdad. Se terminó el partido,
mañana madrugo para ir al laburo pero voy con un puntazo debajo del brazo.
Antes de irme a apolillar, me asomo al cuarto del gordo y le digo
– Si me voy a morir, que sea festejando un gol del Rojo con
vos, viejo. Buenas noches.
Fuente De la Cuna al Infierno
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