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sábado, 19 de mayo de 2018

Si me voy a morir




Por Lucas Campos

No es lo mismo decir

– Sí, me voy a morir – que  – Si me voy a morir.

Porque un signo, una coma o un tilde, cualquiera de las variaciones gramaticales sea, te cambia la vida. Te cambia la vida y hasta el humor. Pero qué hago hablando de gramática si no sé demasiado e Independiente sacó un puntazo en Colombia.

Hablemos de fútbol, hermano.

Y si de fútbol hablamos, hablamos de Independiente caminando hacia el círculo central, serenos, relajados, los players elevaron sus manos hacia el espeso cielo de Bogotá que observaba algo maravillado a un capitán uruguayo que encabezaba a once futbolistas que ya olían a contragolpe. Así se paró el Rojo, de contragolpe.

Noté algo molesto a mi viejo, que luego de tomar un amargo, pensó, corrió de lugar el control remoto albergando alguna cábala y soltó

-¿Vamos a tener que aguantar todo el partido así? Me voy a morir pibe, me voy a morir.

Yo me reí, algo cagado también. Lo admito. Los laterales de ellos eran aviones. Gigliotti parecía estancado en el barro más grueso de la mitad de la cancha, en donde Independiente se posaba paciente oliendo sangre rival. El silencio no era protagonista en la comisura de los labios de mi viejo.

–Miralo a Silva, este turro no para a nadie. ¡Sacala papá!

Vomitaba con las cuerdas vocales el viejo cada vez que la pelota se acercaba al sector del marcador de punta izquierdo charrúa.

El control remoto iba y venía como el Torito Rodríguez, que vagabundeó como el más solitario de los francotiradores en el círculo central, hasta que agarró la pelota y no se la sacaron más. De repente, en una ráfaga, Benítez agachó la cabeza y pateó pero el morocho este que saca hasta las ganas de respirar, la contuvo. Con el casi gol de Figal nos fuimos a esperar el complemento.

– Haceme un café Luquitas.

Soltó mi viejo. Y yo se lo hice, porque ya lo de morirse lo estaba tomando en serio el loco este que, hace un par de años, no estaba tan loco como ahora.

En el complemento la cosa no cambió demasiado. Hasta que en una de esas, el árbitro cobró penal.

– Mirá vos este tipo el penal que cobra.

Ya mi viejo se tomaba el café, movía el control remoto, se persignaba, le pedía al sagrado corazón, saltaba de la silla. Pero gol de Millonarios. Yo callaba, él decía

– Me voy a morir. Quedamos afuera por un penal boludo. Me voy a morir. Sí, me voy a morir.

Y ya todo era un tole tole. Me volvieron a operar de vesícula cuando Figal pateó pelota y jugador estando amonestado y cuando Silva sacó un disparo con el taco.

Lo miro de refilón a mi viejo, porque no sabía si seguir observando el partido o llamar al SAME, y cuando levanto la mirada, atónito, Braian Romero hace "Tac", Sí, hizo "Tac" Ustedes imagínenselo con el sonido que ese "Tac" amerita. 

Y Gigliotti fue.

Mi viejo se fue levantando de a poco, con el buzo lleno de mugre del taller que llevaba puesto, despeinado por las ideas futbolísticas que Independiente no llevaba a cabo y con los ojos desorbitados por la presión arterial. En el reflejo de su retina, el centrodelantero corría en una de las más profundas soledades como cuando uno quiere aprovechar la única que le queda en noventa minutos. Va el Puma, los rivales le van tocando el culo de atrás. Corre como corre un pibe luego de terminar la tarea para ir a soñar que patea con la fuerza del Puma. Y en esa corrida, un eje del mal lo alcanza. Pero Gigliotti frena como cuando frena el bondi lleno y todos nos vamos al infierno. El Puma se acomoda, se dobla todo el tobillo izquierdo, y de derecha, manda la pelota al infierno de la red. La rompe. La hace pipa. Lo ajusticia al morocho “Sacatodo”  con cara de bueno aunque no sea ningún bueno. Gol de los nuestros. Gol del Puma. Y mi viejo pega un saltito a lo Roger Federer. Grita y se rompe todas las cuerdas vocales. La presión se le va a la mierda, el control remoto también, el café inunda la mesa y las manos se le acalambran ante majestuoso festejo. Yo me quedó enamorado de esa imagen de unos 95 kilos y corro como cuando era un nene y lo abrazo.

Lo abrazo con el amor con que uno abraza a un padre. Con el amor con que uno comparte la vida y con el amor con que uno grita los goles. Gol la puta madre, abracémonos que hace bien de verdad. Se terminó el partido, mañana madrugo para ir al laburo pero voy con un puntazo debajo del brazo. Antes de irme a apolillar, me asomo al cuarto del gordo y le digo

– Si me voy a morir, que sea festejando un gol del Rojo con vos, viejo. Buenas noches.



Fuente De la Cuna al Infierno

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