Por Eduardo Verona.
Más allá de los pesares económicos que no son
responsabilidad de la actual dirigencia, a Independiente le está faltando una
mirada futbolística coherente. Arrojando jugadores por la ventana y
desalentando continuidades en nombre de ajustes y revanchismos se pierde de
vista la necesidad imperiosa de reconstruir lo destruido.
Independiente va de contramano
¿Quién lo asesora a Hugo Moyano como intérprete de las
necesidades futbolísticas de Independiente? ¿Andrés Ducatenzeiler? ¿Julio
Comparada? ¿Javier Cantero?
Seguro que no. Ni Ducatenzeiler ni Comparada ni
Cantero, protagonistas de tres gestiones pésimas.
La peor de todas fue claramente la de
Cantero, quien junto con sus compañeros de administración (muchos de ellos
captados por las redes sociales), hicieron un auténtico desastre institucional,
económico, político y deportivo en Independiente, a partir de una suma de
ignorancias, incapacidades, mentiras y lecturas mesiánicas muy difíciles de
igualar.
Y de explicar. Tan difícil de explicar que hasta ahora nadie logró
explicar nada. Cantero, siempre dispuesto a colorearse como un mártir y como
una víctima del sistema que no es, menos aún.
Todo esto que ocurrió en Independiente, tendría que servirle
de experiencia a Moyano y compañía. Porque en el plano del fútbol los errores
se siguen sumando. Y pagando. Uno tras otro. El último; el grave conflicto
generado con el Rolfi Montenegro. Parecido al que sufrió el Pocho Insua. Y el
que padeció Gabriel Milito. Y antes al que involucró al técnico Omar De
Felippe, quien prefirió irse antes que lo cocinaran a fuego lento.
La pregunta vuelve a instalarse: ¿quién lo
asesora a Moyano? ¿El enemigo?
Porque en
el área del fútbol viaja a contramano. Falta una mirada futbolística coherente
en Independiente. No se denuncia autoridad y capacidad para decidir rumbos
borrando jugadores con un desprecio por las formas alarmante. Porque revelan
conductas intolerantes. Muestran caminos muy desagradables. Destilan
revanchismos que expresan mediocridades.
Mientras tanto, el cuestionado entrenador, Jorge Almirón, cumple un
triste y penoso papel. Según él, su función también parece incorporar el ítem
de "acatar órdenes" de arriba sin preguntar nada. Extraño.
O se
equivocó de profesión o se convenció muy rápidamente que para seguir como
técnico de Independiente lo primero que tiene que hacer es obedecer los
mandatos de la dirigencia. Y entonces obedece para no incomodar a los que lo
contratan.
Al Pocho Insua lo tuvo habitando el banco de suplentes y le dio
apenas unos minutos como si fuera un principiante.
A Montenegro lo reemplazó en
los segundos tiempos en el 80 por ciento de los partidos que jugó, fogoneando,
con o sin culpa, una reacción que dejara en evidencia la susceptibilidad del
media punta.
Más allá de los casos de Insua y Montenegro, se precipitó la
renuncia de Milito por incompatibilidades logísticas con la dirigencia (en
particular con Noray Nakis y Yoyo Maldonado) que nunca terminó de asumir ni de
entender el rol fundamental que cumplía el ex capitán de Independiente en el
armado de las divisiones inferiores. La relación siempre ríspida y desgastante
finalizó con Milito fuera del club, esperando quizás otro momento, otra
circunstancia y otra posibilidad.
Si
Independiente quiere bajar costos operativos en jugadores y técnicos, es una
decisión que no podría desalentarse drásticamente, aunque el ajuste, palabra
con una significación política de alcance temible en la Argentina es la
alternativa que abraza Moyano para intentar equilibrar lo que está
desequilibrado. Pero lo que debería transparentarse es que el ajuste nunca deja
de ser un escenario abstracto ni aséptico: por el contrario; produce daños
colaterales de menor o mayor dimensión.
En Independiente esos daños colaterales fáciles de identificar hacen
también impacto en el microclima del plantel.
Por eso el Ruso Rodríguez salió
hace unos días a manifestar su disconformidad: "Es una locura lo que se
hizo con Milito, Insua y lo que se dice que se hará con Montenegro".
O lo
que hace un mes y medio declaró Federico Mancuello:
"Sería bueno tener
cien Militos. Teníamos uno y lo dejamos ir".
La metodología de tirar gente por la ventana
porque no satisfacen sus rendimientos, los años que cumplieron, la autonomía e
independencia para manejarse o lo que ganan a partir de los contratos firmados
que tienen, es una muestra del desconocimiento que profesan los que ejecutan
esas políticas. Es cierto que Hugo Moyano no es responsable de todo lo que pasa
en Independiente. Pero es él quien conduce. Y quien marca la cancha.
En fútbol, o lo asesoran mal aquellos que
forman parte de su círculo más íntimo o se deja ganar por impulsos y
arrebatos que lo empujan al error. El
episodio con Montenegro, como los episodios anteriores ya citados, describen un
modo de operar. El pase de facturas es el curso de acción.
Independiente es la
víctima.
Alcanza con mirar los desenlaces.
Y los ruidos y consecuencias que
generan.
Fuente Diario Popular
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